"Ventana abierta"
‘Nuestros hermanos los presos’, carta pastoral del Arzobispo
de Sevilla.
23 - Septiembre 2018
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo lunes, 24 de septiembre, celebraremos
la memoria litúrgica de Ntra. Sra. de la Merced, patrona de las instituciones
penitenciarias. Por ello, comienzo mi carta semanal saludando cordialmente a
todos los hermanos y hermanas que en nuestra Archidiócesis están privados de
libertad, a los funcionarios que trabajan en los Centros Penitenciarios de
Sevilla y a los capellanes y voluntarios del equipo de la Delegación diocesana
de Pastoral Penitenciaria. A todos os deseo una celebración gozosa de la fiesta
de la Virgen de la Merced.
Esta advocación surge en el reino de Aragón en
el siglo XII y se extiende a lo largo del siglo XIII, cuyos inicios debieron
ser muy duros para las ciudades del mediterráneo español. Eran frecuentes las
incursiones de los turcos y beréberes en nuestro litoral, sembrando muerte y
destrucción y haciendo cautivos a miles de cristianos que eran deportados al
norte de África. En el año 1212 san Pedro Nolasco y san Raimundo de Peñafort
fundan la orden de la Merced para la redención de los cautivos. Con las
limosnas de toda la cristiandad, los frailes mercedarios los redimen,
encomendándose a la protección y amparo de la Virgen de la Merced.
Tanto la Orden mercedaria como la Orden de la
Santísima Trinidad, fundada por san Juan de Mata en 1198, han escrito páginas
gloriosas de heroísmo y entrega desinteresada a los cautivos por amor a
Jesucristo. Siguen hoy su estela las capellanías y los voluntarios de la
pastoral penitenciaria, que con su presencia en las cárceles hacen presente el
rostro misericordioso de Cristo y de su Iglesia sirviendo a nuestros hermanos
encarcelados, los más pobres entre los pobres, pues nadie es más pobre que
aquel que está privado de libertad. En la prisión, por otra parte, se
concentran todas las formas de pobreza: violencia y delincuencia, marginación
social, drogodependencias, desestructuración familiar y todo tipo de carencias
humanas y afectivas.
Los capellanes y voluntarios de la
Delegación Diocesana, integrada por laicos y consagrados, en comunión y
en nombre de nuestra Iglesia particular, tratan de vivir la bienaventuranza de
Jesús: “venid, benditos de mi Padre… porque estuve en la cárcel y
vinisteis a verme” (Mt 25, 34.36) y, con ella, la más antigua y
genuina tradición de la Iglesia primitiva, la preocupación por los encarcelados
compartiendo su sufrimiento (Hbr 13,3). Tratan al mismo tiempo de crear en los
centros penitenciarios una autentica comunidad de creyentes.
En ellos fomentan la creación de catecumenados
de adultos y ofrecen a los internos la oportunidad de tener un encuentro fuerte
con Jesucristo, por medio de la recepción de los sacramentos de la iniciación
cristiana. Convencidos de que Jesucristo es el mejoro tesoro que posee la
Iglesia y de que su seguimiento es fuente de gozo, paz, alegría y esperanza,
los capellanes y voluntarios tratan de compartir con los internos su mayor
riqueza, conscientes de que éste es el mejor servicio que pueden prestarles.
En sus visitas a la cárcel, no olvidan la
promoción humana, la meta de la reinserción y la relación con el entorno
familiar, para lo cual es importante la conexión con las parroquias de origen y
la colaboración con Caritas diocesana. Junto con las autoridades
penitenciarias, capellanes y voluntarios tienen por delante una importante
tarea: siendo heraldos de la compasión y del perdón infinitos de Dios, han de
ayudar a los internos a recuperar la esperanza y a redescubrir el sentido de la
existencia, de manera que, con la gracia de Dios, puedan transformar su propia
vida, reconciliarse con su entorno y, en la medida de lo posible, iniciar una
vida honesta y recta en el seno de la sociedad.
En las vísperas de la fiesta de Ntra. Sra. de
la Merced, al mismo tiempo que agradezco a capellanes y voluntarios su
excelente servicio, invito a todos los fieles de la Diócesis y a las parroquias
a colaborar en la pastoral penitenciaria, en primer lugar, con la oración que
sostiene las actividades que se realizan, y también implicándose personalmente,
tanto en las visitas y en el trabajo pastoral dentro de la prisión como fuera
de ella.
Concluyo dirigiéndome a los internos de los
Centros Penitenciarios de Sevilla. Queridos amigos: Dios os quiere. Esta es la
primera seguridad con que podéis contar y el manantial de la verdadera
alegría. Fuera de la prisión hay muchas personas que tienen todo lo que se puede
desear y no son felices. Por el contrario, se puede carecer de libertad y de
dinero y vivir con paz y alegría, si en nuestro corazón está el Señor.
Este es el secreto de la auténtica alegría: que os dejéis amar por Dios y que
Él ocupe el primer lugar en vuestra vida.
Contad con mi afecto y mi amistad. También con
mi oración por vosotros y por vuestras familias. Para todos vosotros y para
quienes leen habitualmente mi carta semanal, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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