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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 20 de abril de 2014

Cerrado por resurrección

"Ventana abierta"


Cerrado por resurrección

7 04 2007.   20-Abril-2014.
 * Vicente Gutiérrez es sacerdote, misionero del IEME del grupo de Tailandia.


Domingo de Pascua.

Cada vez que se acerca la celebración de la Vigilia Pascual recuerdo con simpatía una escena que ocurrió hace años en el Seminario Diocesano de Santander, después de la celebración Pascual en la Catedral. El breve diálogo se dio entre dos seminaristas diocesanos. Uno de ellos, lleno de euforia pascual, medio en broma, medio en serio, exclama: «¡Alégrate, que Cristo ha Resucitado, a lo que su compañero responde siguiendo la broma: «Pero… ¿otra vez?».

La escena refleja esa doble vivencia que se da entre l@s cristian@s. Por una parte están aquellas poquitas personas que viven con alegría y entusiasmo el que Cristo haya resucitado y lo que eso supone para sus vidas: que la última palabra no la tiene la muerte, que no existen despedidas definitivas de aquellos seres a los que quieren, que merece la pena vivir para Vivir y trabajar para hacer frente a los infiernos de los otros. Es decir, hablamos de personas que, alimentadas de la Resurrección, se convierten en “resucitadoras”.

Pero, por otro lado, hay una gran mayoría que viven el acontecimiento de la resurrección como algo tan oído que ha caído en el saco de la rutina, como algo que se repite año tras año y que resulta ya insípido. Si crees que exagero no tienes nada más que mirar, por ejemplo, los rostros de la gente (incluyendo al cura) que “celebran” la Eucaristía. Yo suelo decir que se nos queda cara “de Viernes Santo”. La sombra de la Cruz ha marcado tanto la fe de tanta gente que han sido incapaces de ver la luz de la Resurrección. Y es que es muy triste ver a un cristiano o a una cristiana triste. Yo diría que la tristeza, aunque humana, resulta antievangélica porque oscurece la alegría que supone la Resurrección. Y el problema no se queda solamente en la persona que vive su fe así. El problema se extiende a tod@s aquell@s que leyendo el “evangelio” en las vidas de estas oscuras sombras llegan a la conclusión de que si la fe cristiana es sinónimo de tristeza, ¿qué sentido tiene creer?

Yo creo que muchas veces nos pasa como a las mujeres que fueron al sepulcro. El asombro de no encontrar el cuerpo de Jesús se acentúa cuando uno de aquellos hombres con vestiduras resplandecientes les dice: «¿Por qué buscáis entro los muertos al que vive?» (Lc 24, 3–5). Eso es lo que nos pasa, que nos empeñamos en buscar a Cristo entre los muertos y no nos damos cuenta de que «no está aquí, sino que ha resucitado» (Lc 24, 6). El día que entendamos esto, nuestra fe cambiará, y hasta seremos capaces de salir corriendo, llen@s de alegría, para decir a los demás: «¡Alégrate, que Cristo ha resucitado!».




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