(reflexión
de José Román Flecha)
LA MUERTE Y
LA VIDA
Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo A
6 de abril de 2014
Con frecuencia andamos como cadáveres
ambulantes. Con razón dice el Papa Francisco que la primera de nuestras
tentaciones es la acedia o pereza espiritual. No podemos pasar la vida como
aletargados. Necesitamos despertar de nuestro sueño.
El texto del profeta Ezequiel que hoy
se lee en la misa se refiere a la restauración social, política y
religiosa del pueblo de Israel (Ez 37, 12-14). Pero las imágenes que emplea el
profeta, preanuncian ya la fe en la resurrección: “Pueblo mío, voy a abrir
vuestras tumbas… Pondré en vosotros mi aliento de vida, y reviviréis”.
Entre nosotros suele estar poco
atendido el ministerio del duelo. Al escuchar los lamentos de las hermanas de
Lázaro nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para acercarnos, como persona y como
comunidad, a quienes han visto morir a un ser querido?
EL AMOR AL AMIGO
El evangelio nos recuerda la
resurrección de Lázaro, el amigo de Jesús (Jn 11). Él ha venido para dar la
vida a los muertos. La vida del espíritu a los que han muerto por el pecado. Y
la vida sin fronteras ni final, para los que le confían esta vida caduca y
quebradiza.
Hoy nos acercamos mentalmente a
Betania. Contemplamos a Jesús en pie ante la tumba de Lázaro y
escuchamos su oración: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado”. Como
los presentes, también nosotros podemos contemplar las lágrimas que bajan por
sus mejillas. También nosotros podemos reconocer su amor al amigo.
Entre los presentes surgen dos
posturas contrapuestas. Unos creen en este profeta que da la vida. Otros
deciden darle muerte tan sólo por haber librado de la muerte a su amigo. ¿En
qué grupo nos situamos nosotros?
Jesús devuelve la vida a su amigo
Lázaro. Pero ese “signo” le costará a él mismo la vida. En nuestra vida hay
algo muerto. Pero junto a nosotros pasa el que es la vida. Y el que desea que
vivamos ya en plenitud. En vísperas de su Pascua, pidámosle sinceramente que se
acerque a nuestros sepulcros y nos llame a la vida.
No podemos olvidar las palabras que
Jesús dirige a Marta, la hermana de su amigo Lázaro:
• “Yo soy la resurrección y la
vida”. Jesús participa del poder del Padre. Él es el manantial de la vida
humana y la fuente de su íntimo sentido. Él aporta su rescate definitivo cuando
ha sido secuestrada por el pecado y por la muerte.
• “El que cree en mi aunque haya
muerto vivirá”. Cuando las esperanzas se agotan, tan sólo en Él se recobran. La
muerte física no es el final del camino humano, si ha estado marcado por el
amor de Él y por la fe en Él.
• “El que está vivo y cree en mí no
morirá para siempre”. A la vida física es preciso que se añada la fe en el
Mesías Jesús. Sólo así será vencida la muerte.
- Señor Jesús, que nos has
dado la vida verdadera, acepta nuestra gratitud por este don, mantén nuestros
ojos abiertos a tu presencia y consérvanos vivos junto a ti, por los siglos de
los siglos. Amén.
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