"Ventana abierta"
Floribeth Mora: "El milagro de Juan Pablo II me ha hecho valorar más la vida"
erika rojas / san josé (costa rica)
Día 25/04/2014 - 11.11h
La repentina curación de esta
costarricense de 50 años de edad y abuela de seis nietos ha permitido la
canonización de Karol Wojtyla
grupo nación
Floribeth Mora, junto al altar dedicado a Juan Pablo II en la entrada de su casa en ciudad de La Unión
Desde julio del año pasado, cuando se supo que Floribeth
Mora era la protagonista del segundo milagro necesario para la canonización de Juan Pablo II, su vida ha dado un vuelco radical. Ya no dispone de
tanto tiempo para dedicar a la cocina, a jugar con sus seis nietos u organizar
picnics a las orillas del río que tanto ama. La atención a la avalancha de
personas que la buscan a diario en la puerta de su residencia en la ciudad de
La Unión de Cartago (24 kilómetros al suroeste de San José) le consume la mayor
parte del día.
Aun así, esta ama de casa de 50 años dice ser «la
misma mujer de siempre», esa a la que en el año 2011 le diagnosticaron en el
lado izquierdo de su cerebro un aneurisma del cual hoy no queda rastro.
Floribeth asistirá el próximo domingo a la ceremonia de canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII.
-¿Cómo ha cambiado su vida desde que se hizo público
el milagro?
-Han sido meses fuertes. Con muchas entrevistas y
visitas de gente de Costa Rica y de muchos otros países.
-¿Cómo le ha afectado todo lo que esto significa?
-No creo que me haya perjudicado, ha sido beneficioso.
Por ejemplo, he conocido a muchísima gente, porque visito muchos lugares dando
testimonio.
-¿Hay algo negativo en todo esto?
-Lo único negativo son las críticas. Muchos se burlan
de mí, dicen que estoy loca, pero no me daña. Lo importante es que estoy sana y
para mí eso es suficiente.
-¿Qué le dicen las personas que no le creen?
-Una señora vino a mi casa y me dijo: «Como a usted
Dios le hizo un milagro, yo quiero que usted me diga en qué estoy pensando». Me
quedé sorprendida y le dije: «No tengo la menor idea». Entonces me contestó:
«Es que las personas a las que Dios les hizo un milagro leen la mente». Le tuve
que explicar que yo no leo la mente de nadie. Hay mucha gente que duda.
-¿Le causa dolor que no le crean?
-No, ya me acostumbré.
-¿Siente la necesidad de retribuir a la Iglesia algo
de lo que usted ha recibido?
-Me siento en deuda con Dios. Vivo agradecida con él.
Por eso doy testimonio, porque esa es mi manera humilde de agradecerle al Señor
todo lo que me ha dado.
-¿Por qué cree que fue usted la persona que recibió el
milagro?
-Esa respuesta solo la puede dar Dios.
-¿Qué la hace especial después de lo ocurrido?
-Yo me siento igual que siempre. Hago lo que hace
cualquier mujer: lavar, cocinar, atender una casa, ir al trabajo, estudiar.
Solamente que procuro estar más cerca de Dios y pedirle a él que sea mi guía
todos los días, porque tengo que cuidar el milagro que él me dio.
-¿Qué conlleva ser fuente de devoción para tantas
personas?
-Recuerdo a una señora que me buscó junto a su esposo
el día en que se hizo público el milagro. Fue el primer impacto que tuve. En
esos días pensaba «si mi papá estuviera vivo, ¿qué estaría sintiendo?». Y ese
día ese señor me abrazó y me dijo: «Mi chiquita, estoy feliz». Y en él vi a mi
padre, que ya no está conmigo, que está muerto. Empezamos a llorar los dos y yo
le di gracias a Dios porque me dio la respuesta que yo buscaba. Pero también me
divierto. Algunas personas me ponen a caminar, a ver si es cierto que yo
camino. Me observan todo lo que en algún momento dije que tenía dañado y me
dicen «ya hablás bien», y les digo: «Sí, gracias a Dios ya puedo hablar bien».
-¿Hay detalles de su pasado que relacione con su
milagro?
-No, ninguno. Sin embargo, hace poco un periodista me
pidió una foto de cuando yo era joven y encontré una foto mía junto a una
estampa de Juan XXIII que dice: «Julio 1963». Esto quiere decir que un mes
después de que yo naciera se estaba solicitando la canonización de Juan XXIII.
Y ahora será canonizado el mismo día que Juan Pablo II.
-¿Cuál fue su experiencia cuando Juan Pablo II visitó
Costa Rica en 1984?
-En ese momento yo tenía 19 años y trabajaba en la
Corte Suprema de Justicia, era la hora del almuerzo, pasé por la Avenida
Segunda (San José) y por el tumulto era imposible estar muy cerca, pero podía
ver pasar el carro en el que él se desplazaba, era algo increíble. Juan Pablo II irradiaba santidad. Eso fue lo que marcó mi vida para que yo
siguiera a Juan Pablo II.
-Antes de recibir el milagro, ¿usted creía en estos
santos que van a ser canonizados el domingo?
-Siempre he tenido fe. Las que somos madres, le
aseguro, podemos decir que tener un hijo es un milagro. Es que a veces las
cosas más sencillas no las queremos ver. Hay esperanza.
-¿Volvió a tener problemas de salud después de superar
el aneurisma?
-Sí. Después de que me hicieron la arteriografía en
Roma (para comprobar el milagro) me enfermé bastante fuerte. Estuve doce días
internada y me dieron la salida sin que nadie se explicara la razón: ya no
tenía fiebre, ni dolores de cabeza. Yo digo que Dios estaba probando mi fe para
ver si yo todavía creía en él.
-¿Teme volver a enfermarse?
-Sí, claro, por eso trato de llevar una vida más
tranquila. Cuido el milagro que Dios me dio.
-¿Se permite aventuras?
-Difícilmente voy a hacer «puenting», porque siempre
he sido una cobarde para eso. Ni siquiera me veo manejando una bicicleta. Ahora
sí me cuido más. El milagro me hace valorar más la vida, porque antes de mi aneurisma cerebral mi
vida era totalmente alocada.
-¿Tiene curiosidad por conocer a sor Marie
Simon-Pierre, la religiosa francesa que se curó de párkinson gracias a la
intercesión de Juan Pablo II?
-Sí, y sé que ella va a estar en la canonización. Me
encantaría conocerla.
-¿Qué le quiere preguntar?
-Si sintió lo mismo que yo sentí. Eso es lo que quiero
saber.
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