"Ventana abierta"
1-2 -Noviembre- 1992
Festividad de Todos los Santos.
Buenos días amigos/as:
Vaya por delante mi más cordial saludo, que quiere llegar a todos/as, aquellos/as, que me van siguiendo este blog.
Así comienza el mes de noviembre, un mes lleno de evocaciones, de fe y de esperanza; fe en la misericordia de Dios que nos hizo para la eternidad.
La Fiesta de Todos los Santos nos ha recordado ese destino de eternidad que tiene nuestra vida, y esperanza en ese más allá dichoso para siempre que deseamos y pedimos para nuestros difuntos y esperamos para nosotros mismos; que no es un mes de tristeza y de cementerios, sino de gozo y de esperanza, porque Jesús nos prometió ser felices para siempre, y la Palabra de Jesús se cumplirá.
Conmemoración de los fieles difuntos
Desde hace tiempo muchos han planeado un puente o un fin de semana de viaje, pero esta vez no a la playa o a la montaña, sino al lugar donde están enterrados sus seres queridos, y otra vez el recuerdo de la muerte y la afluencia a los cementerios, las tumbas se llenan de flores, y las gentes se recogen un momento ante ellos para orar.
Aunque parece que la muerte no es observada por una sociedad demasiado absorbida por los modos de vida de la gran ciudad:
- Se muere en los hospitales.
- Se vela al difunto lejos de la casa familiar.
- Los coches fúnebres pasan velozmente por calles y carreteras de circunvalación.
Las generaciones jóvenes no viven con intensidad el proceso de una existencia que un día se colma en plenitud de Vida y desconocen el sufrimiento y la cercanía de la muerte.
Sin embargo, la muerte es inevitable, todos pasaremos por ese trance, viendo y viviendo la de nuestros familiares, nuestros amigos y nuestros convecinos y viendo y viviendo también nuestra propia muerte; y ocurrirá de la manera más imprevisible:
- Como consecuencia de una larga enfermedad, o quizá repentinamente.
- En un accidente fuera de casa, o después de una larga ancianidad.
De una manera o de otra, la muerte está a nuestro lado, aunque nos resistamos a hablar de ella.
Sin embargo no debe paralizarnos la existencia como si nada mereciera la pena por el hecho de tener que abandonar este mundo.
La meditación sobre la muerte es buena ocasión para aprender a relativizar todas las cosas y todos los afanes en que nos hallamos inmersos.
La Iglesia celebra el 2 de noviembre a los difuntos, pero el día anterior celebra solemnemente a Todos los Santos, a esa multitud de Santos anónimos que ya han alcanzado la felicidad de la visión de Dios y que no tienen fecha reconocida públicamente por la Iglesia en el Santoral del año litúrgico.
Estos primeros días de noviembre se recuerda a quienes nos precedieron, con un aire de tristeza porque ya no están entre nosotros, pero también con una esperanza que se torna en alegría porque nos han precedido en el encuentro con Dios Padre de Misericordia y de Perdón.
Por eso para los cristianos, los cementerios son camposantos
-campos santos- donde colocamos los cuerpos de los difuntos, allí quedan como sembrados para que fecunde la Vida Nueva de resucitados y nazcan a la fértil primavera de Dios.
Es un mes que comienza con una gran esperanza y con una gran fe en Alguien, Dios, mi Padre, tu Padre, nuestro Padre, que nos espera al otro lado de la vida con los brazos abiertos.
"Que lo sepan a tiempo"
Ponle una flor en la solapa mejor que en la tumba.
Eduardo Galeano Cuenta:
Fue en la selva en la amazonía ecuatoriana.
"Los indios shuar estaban llorando a una abuela moribunda.
Lloraban sentados, a la orilla de su agonía.
Un testigo, venido de otros mundos, preguntó:
- ¿Por qué lloran delante de ella, si todavía está viva?
Y contestaron los que lloraban:
- Para que sepa que la queremos mucho. Que no se nos vaya sin saber nuestro cariño. Que lo sepa a tiempo.
Llorar después de la muerte tiene algo de llanto egoísta por el dolor propio cuando ya el que se marchó no se entera.
Y no sólo llorar en el último momento, sino reir y conversar en momentos anteriores, que nadie se nos vaya sin saber nuestro cariño, sentir nuestra cercanía.
De poco sirve alabar a los que no están si se les ignoró cuando estaban".
¡Que lo sepan a tiempo!
Con frecuencia nos resulta más fácil señalar lo malo, lo negativo y tener palabras duras con los demás. Y nos da cierto reparo alabar, señalar, lo positivo, decir que estamos satisfechos o contentos por algo, que estamos agradecidos por el cariño, esfuerzo, trabajo y dedicación de lo que otros hacen con nosotros...
Decía San Agustín:
"Una lágrima por el difunto se evapora.
Una flor sobre su tumba se marchita.
Pero una oración por su alma siempre la recoge Dios".
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