"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
NADIE ARREBATARÁ UNA OVEJA DE MI MANO
22 Se celebró por entonces en
Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno.
23
Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón.
24 Le rodearon
los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas tenernos en vilo? Si tú eres
el Cristo, dínoslo abiertamente.»
25
Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras
que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí;
26
pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.
27 Mis ovejas
escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen.
28 Yo les
doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.
29 El Padre,
que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la
mano del Padre.
30 Yo y
el Padre somos uno.» (Jn.
10, 22_30)
Si
las ovejas ha sido la dote que el Padre ha regalado a Jesús, su
Hijo, por la entrega de su Cuerpo y Sangre, ¿qué más
quiere Dios que Jesús las cuide una a una y que ninguna se
le extravíe? Jesús, asegura a los judíos que, “nada ni
nadie puede arrebatarle una sola de estas ovejas amadas". Y primero, amadas desde toda la
eternidad por el Padre. Si, “Jesús y el Padre
son Uno”, igualmente Jesús y cada una de sus ovejas, son uno. Y es
que, están unidas por el vínculo del Amor que, por ser
una Persona Divina, tiene poder para hacer estas cosas.
Primero, entre el Padre y el Hijo, en el Seno Trinitario.
Y, después, a los hombres con Jesús que, les hace entrar en esta
intimidad feliz y bienaventurada. Todas las cosas creadas por Dios, son
nada comparado con una de estas “ovejuelas amadas”. Y son amadas
por Jesús, a causa de su fe y adhesión a Él que, también lo
provoca el Espíritu Santo en sus corazones.
¡Pidamos
al Señor que, nos mire con benevolencia y nos haga tener la semejanza
del Hijo! ¡Qué nuestro corazón se parezca al suyo y nuestra
palabra tenga sus mismos ecos, porque “ya no soy yo, sino Cristo viviendo en
mí”! ¡Éste, es nuestro gran deseo! Porque apartarse de esta
intimidad con Jesús, no nos es nada difícil, debido a nuestra
debilidad e inconstancia. Pero confiamos en la fe que, un día se
nos regaló y que va creciendo en nosotros por la actuación del Amor
de Dios que, como un escudo nos protege. No así, les sucedía a
los judíos que rodeaban a Jesús, acosándole con preguntas
que surgen de corazones incrédulos y malevolentes: “¡Si eres
el Mesías, dínoslo sin ambages!”. Y Jesús les
responde, desvelándoles su corazón torcido: “os lo he dicho y no
creéis. Mis obras, dan testimonio de Mí, de que el Padre me
ha enviado. Pero no sois de mis ovejas, por eso, no podéis escuchar
mi voz ni el mensaje de Vida eterna que traigo de parte del Padre”.
Y
todas estas Palabras del Maestro, para tratar de atraer a
estas “ovejas perdidas” a la conversión. ¿Oh, no creemos
que el Espíritu Santo estaba moviendo por dentro sus corazones, para que
descubrieran el amor de Dios manifestado en Jesús, su Hijo? El
Espíritu Santo, actúa con fuerza y amor, pero el hombre con su
libertad también actúa y puede decir a Dios: “¡No, no te
sigo, no me interesan tus ofertas de llegar
al Cielo!”. Y es que, “el pecado, está a la
puerta acechándonos, pero nosotros podemos dominarlo”. Si no lo
dominamos, es que, Otro Señor, el Diablo, ha
entrado en el corazón y lo persigue por ver, si se puede hacer el dueño
del alma...
¡Dios
mío, “no me dejes caer en tentación y líbrame
del Maligno”! ¡Tú sabes Señor, de mis fuerzas y
debilidades, por ello, protégeme, cuídame, hazme
caso, no me dejes sino bajo tu fuerza que, es el Espíritu Santo y
así, todo me irá bien! ¡Amén!
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