"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del
Señor a preparar sus caminos.
La liturgia de hoy, 24 de diciembre, casi
siempre pasa inadvertida, diluyéndose en el barullo de la celebración de la
Vigilia la Natividad del Señor. La primera lectura (2 Sam 7,1-5.8b-12.14a.16)
nos presenta al rey David, que ha logrado unificar las tribus, trayendo paz y
estabilidad al pueblo, convirtiéndose en el primer rey que efectivamente reina
sobre los reinos del Norte y del Sur. Habiendo terminado la etapa de las
peregrinaciones, quiere construirle un templo a Dios: “Mira, yo estoy viviendo
en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda”. Pero Dios le
deja saber por medio del profeta Natán que no será él quien le construya el
templo (eso le tocará a su hijo Salomón). En cambio, le promete una
descendencia, que siempre ha sido interpretada como un anuncio del rey mesiánico:
“el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando tus días se hayan
cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia
que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y
él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia;
tu trono permanecerá por siempre”.
El Salmo (88) exalta la misericordia de Dios
que se refleja en su fidelidad, y afianza la promesa hecha a David de un linaje
perpetuo: “Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: ‘Te
fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades’”.
La lectura evangélica (Lc 1,67-69) nos presenta
el “Cántico de Zacarías”. Zacarías había quedado mudo por dudar de la palabra
del ángel que le anunció que su esposa Isabel iba a concebir y tener un hijo.
El pasaje de hoy se da dentro del contexto de la presentación de su hijo en el
Templo según mandaba la Ley, que leíamos en la liturgia de ayer. Cuando fueron
a ponerle nombre al niño, Zacarías confirmó la petición de Isabel, escribiendo
en una tabilla: “Juan es su nombre” (v. 63). Ante el asombro de todos los
presentes, a Zacarías “se le soltó la lengua” y comenzó a alabar a Dios.
Al “soltársele la lengua”, Zacarías, empezó a
recitar el cántico profético que conocemos como el Benedictus, que es un canto de alabanza a Dios que nos
anuncia el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento en la
persona de Jesús que va a nacer en “la Casa de David, su siervo”. Esto porque
Dios ha sido fiel a su Alianza, visitando y redimiendo a su pueblo.
Lleno del Espíritu Santo, Zacarías anuncia que
su hijo irá “delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo
la salvación, el perdón de sus pecados”.
Hoy es víspera de Navidad, y este cántico nos
llena de alegría, y sirve de culminación al tiempo de Adviento, en el cual
hemos estado esperando, anticipando, preparándonos para el nacimiento, ya
inminente, del Niño Dios.
Ya en unas horas habrá nacido la salvación del
mundo. Entonces podremos exclamar: ¡Feliz Navidad!
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