"Ventana abierta"
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA VIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2)
La lectura evangélica
que nos ofrece la liturgia para hoy (Lc 6,1-5) nos presenta a Jesús, un sábado,
atravesando un campo con sus discípulos, quienes arrancaban espigas mientras
caminaban y “frotándolas con las manos, se comían el grano”.
Unos fariseos que observaban la escena les critican severamente: “¿Por qué
hacéis en sábado lo que no está permitido?” Al decir eso se referían a la
prohibición contenida en Ex 20,8-11 que ellos interpretaban de manera estricta,
considerando la conducta de los discípulos una transgresión a ese precepto. Los
fariseos pretendían utilizar las Escrituras para condenar a Jesús, pero Jesús,
como siempre, demuestra tener un vasto conocimiento de las escrituras, amén de
ser un verdadero maestro del debate. Eso lo vemos a lo largo de todos los
relatos evangélicos. Por eso les riposta utilizando las escrituras, citando el
pasaje en el cual el rey David hizo algo prohibido, que a todas luces aparenta
ser más grave, al tomar los panes consagrados del templo para saciar el hambre
de sus hombres (1 Sam 21,2-7).
Esa observancia estricta del sábado, la circuncisión, la pureza ritual,
fueron fomentadas por los sacerdotes durante el destierro en Babilonia, para,
entre otras cosas, mantener la identidad y distinguir al pueblo judío de todos
los demás. Esto dio margen al nacimiento del llamado “judaísmo”. Pero en el
proceso tales prácticas llegaron al extremo de controlar todos los aspectos de
la vida de los judíos, al punto de restringir el número de pasos que se podían
dar en el sábado, y hasta la forma de lavar los envases de la cocina. Se
trataba de la observancia de la Ley por la ley misma, por encima de los
hombres, por encima de las necesidades humanas más básicas. Es por eso que
Jesús dice: “El Hijo del hombre es Señor del sábado”, o como dice el paralelo
de Marcos: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc
2,27). Jesús deja claro que el amor, la misericordia, están por encima de la
Ley. Jesús es Dios, es el Amor.
Dar cumplimiento a la ley no es suficiente. Como hemos dicho en
innumerables ocasiones, la palabra cumplimiento está compuesta por dos:
“cumplo” y “miento”. Estamos llamados a ir más allá. Si aceptamos que Jesús es
el dueño del sábado, y que Él nos invita a seguirle (como lo hicieron los
discípulos en la lectura), todo está también a nuestro servicio, cuando se
trata de seguir sus pasos. De ahí que “el sábado se hizo para el hombre y no el
hombre para el sábado”. Por eso la Ley tiene que ceder ante el imperativo del
Amor y de su resultado lógico que es la misericordia. A eso se refería Jesús
cuando nos dijo “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no
he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17).
Señor, “no permitas que los mandamientos y las reglas de conducta se interpongan entre ti y nosotros, tu pueblo, sino que nos dirijan suavemente, como buenas educadoras, hacia ti y hacia nuestro prójimo; y enséñanos a ir más allá de la ley con generosidad y amor servicial”. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén (de la Oración colecta).
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