"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA DECIMOCUARTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto”.
En la primera lectura
de hoy (Os 2,16.17b-18.21-22), el profeta Oseas nos presenta la figura de Dios
como amante de Israel. Más tarde, los “profetas mayores”, Jeremías, Isaías y
Ezequiel retomarán esa figura de Dios-amante. Oseas nos presenta a Yahvé como
el esposo-amante que se siente traicionado por su esposa infiel, que es el
pueblo de Israel.
El mismo Oseas vivió en carne propia esa experiencia, pues Yahvé le ordenó
casarse con una prostituta que le fue infiel: “Ve y cásate con una de esas
mujeres que se entregan a la prostitución sagrada y ten hijos de esa
prostituta. Porque el país se está prostituyendo al apartarse de Yahvé”
(Os1,2).
El pasaje que nos ocupa hoy es parte de un cántico que ocupa casi todo el
capítulo 2 del libro, que comienza con una denuncia y condena de la mujer
infiel, para luego dar paso a ese coloquio amoroso lleno de perdón, misericordia
y reconciliación. Es el reflejo del amor incondicional de Dios por nosotros,
quien es capaz de seguir amándonos a pesar de nuestras infidelidades. Yahvé le
dice a Oseas: “Vuelve a querer de nuevo a una mujer adúltera que hace el amor
con otros, así como Yahvé ama a los hijos de Israel a pesar de que lo han
dejado por otros dioses…” (3,1). Pero el pueblo de Israel no le hizo caso a
Oseas, y continuó su decadencia, hasta culminar con la destrucción del reino
del norte a manos de Asiria en el año 722 A.C.
¿Cuántas veces nos hemos “prostituido”, adorando otros “diosecillos” que
nos apartan de nuestro Dios-esposo que es todo fidelidad? Pero Él nos sigue
amando, “a pesar de que lo [hemos] dejado por otros dioses”. Y Él sigue
esperándonos, como el esposo amante que espera a su esposa infiel para
perdonarla y reconciliarse…
Se nos dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz, que es tan vigente
hoy como lo fue cuando fue escrita. Prestemos atención a lo que nos dijo a
través de Oseas, hace alrededor de 2,300 años: “Escuchen lo que dice Yahvé,
hijos de Israel. Yahvé tiene un pleito pendiente con la gente de esta tierra,
porque no encuentra en su país ni sinceridad, ni amor, ni conocimiento de Dios.
Solo hay juramentos en falso y mentiras, asesinato y robo, adulterio y
violencia, crímenes y más crímenes. Por eso el país está en duelo y están
deprimidos sus habitantes” (4,1-3a).
¿Les resulta familiar esta descripción? ¿No es acaso una descripción de lo
que está viviendo nuestro pueblo? Dios nos sigue hablando a través de su
Palabra. ¡Escuchémosle!
La lectura evangélica (Mt 9,18-26), por su parte, nos presenta la versión
de Mateo de un episodio que aparece en los tres sinópticos, con sus consabidas
variantes (Cfr. Mc
5,21-43; Lc 8,40-56), y que combina dos milagros, la curación de la hija de
Jairo, y la curación de la hemorroísa. En nuestra reflexión para el martes
de la cuarta semana del T.O. comentamos la versión de Marcos.
Esta lectura nos recalca la importancia de la fe, que es algo más que
creer en Dios, es creerle, creer en su Palabra salvífica. Ahí estriba tal vez
el problema de nuestra sociedad actual. Puede que creamos que Dios “existe”,
pero, ¿le creemos y actuamos de conformidad? Mientras no lo hagamos, estaremos
“al garete”, a merced del maligno…
Señor, ¡aumenta mi fe!
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