Fiesta de la Sagrada Familia
Monición de entrada, Hna Clarisa:
"Hermanos, paz y bien en el "Año de la Fe":
Estamos en Navidad, y en medio de la Octava celebramos hoy la Fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, desde
el Monasterio de las Hnas Clarisas de la Inmaculada y San Pascual,
situado en el Paseo de Recoletos de Madrid, y desde aquí, nos ponemos en
comunión con todos los enfermos e impedidos.
Homilía
D. Manuel González López. Capellán del Monasterio de las Hnas Clarisas.
No son pocas las personas que en estos últimos días después del 25 de diciembre te llaman, te escriben, hoy estamos inundados de e-mail, diciendo:
"Con un poco de retraso...,
todavía con un poco de retraso, pero felices fiestas".
Hay que agradecer siempre. Yo siempre
digo:
"No lo merezco, pero lo
agradezco".
¡No, no, si es que ahora es cuando
hay que felicitar!
Porque Navidad, como Pascua, no se
reduce únicamente a un día, el 25 de diciembre. Navidad, como Pascua, se vive
intensamente, se profundiza en ese misterio durante 8 días. Durante 8 días en
la liturgia estamos diciendo: "hoy, hoy, hoy..., es como si el Misterio insondable
no pudiese ser contenido en un único día para la celebración. Qué magnífica
enseñanza la de la celebración cristiana, repetir durante 8 días
sistemáticamente:
"Hoy es Navidad ".
Cada día tendrá su acento, sus
lecturas, sus cantos, porque en definitiva Navidad, como cualquier fiesta
cristiana, es un diamante, un diamante con una gran multiplicidad de caras, y
cada día, cada año, en cada situación contemplamos un aspecto de ese Misterio,
que como digo, nos traspasa, hace que nos quedemos absortos ante él.
Lamentablemente la
"cultura"- entre comillas- el tema de cultura actual pone luces y nos
llena las calles ya el 23 de noviembre prácticamente, y ya por todos los
sitios, entre vender polvorones y peladillas en noviembre, cuando no en
octubre, pues, parece como que Navidad está ahí efímero en el mes de diciembre;
y cuando las cosas no se concretan, cuando no hay capacidad de concreción las
cosas se difuminan.
Peor es todavía que los cristianos digamos
en pleno mes de diciembre:
"¡Oye, vamos a organizar una
comida de Navidad!".
Será una comida de Adviento porque en
Navidad... Navidad no es hasta el 25 de diciembre.
Eso está en el vocabulario, ¡eh!
Pararnos hoy en medio de la Octava de
Navidad a contemplar esto, es fundamental para entender que Navidad es un
tiempo precioso, magnífico, sensacional, profundísimo, pero tiene como tres ámbitos
distintos:
* Los 8 días primeros.
* Los días que van hasta la Epifanía,
que en total suman 12, las famosas 12 noches de Navidad, una tradición
antiquísima, preciosa que hemos de recuperar en número simbólico de 12.
* Y después, días que llamamos de
Navidad, pero que son más bien epifánicos, porque después de Epifanía ya no
contemplamos al Niño, ¡eh! Las lecturas, los textos ya hablan de la Epifanía,
de la aparición de Cristo como Luz, ya de adulto; de hecho esos días desembocan
en la fiesta del Bautismo de Jesús con unos 30 años.
¡Qué magnífica pedagogía la de estos
días!, y conocerla bien nos hace centrarnos en lo que estamos viviendo, en esa
magnífica pedagogía. Hoy todo se centra en el misterio de Navidad acentuado por
una Familia, una Familia que es marco de referencia para las nuestras, el marco
de referencia para la convivencia humana y que es también posibilidad de mirar
en torno a Jesús, a su Bendita y Virgen Madre y al esposo de Ésta y custodio
del Redentor, para pedirles a Ellos que entendamos, que valoremos, que sepamos
lo que significa Navidad. Nadie mejor que Ellos.
María tumbada.
El Niño fajado puesto
en un pesebre.
José siempre retirado de la escena, porque José no es el padre
de Jesús, aunque aparece como su padre, porque en definitiva en esta Familia,
lo peculiar es que Dios ha querido encontrarse con los hombres, y los hombres
aprendemos de esta Familia que a Jesús lo encontramos en la Casa del Padre,
entre las cosas del padre, es decir, que la Familia se encuentra -como pasa en
el Evangelio de hoy- en la Casa del Padre, que la familia se encuentra asímismo
cuando hay una buena relación con Dios, que la familia se asienta en algo que
la supera, porque las relaciones familiares son siempre de gracia.
No hemos escogido a nuestros padres,
¡eh!, no hemos escogido a nuestros hermanos, ni siquiera hemos escogido a
nuestros hijos. Lamentablemente hoy -y hay que denunciarlo tal día como hoy-
cuando vemos menos chavales, es porque hay madres que matan a sus hijos en su
propio seno; elegimos la posibilidad de cómo tener un hijo, pero esos hijos
están vivos en el Señor.
La familia construida en la voluntad
de Dios, la familia construida con visos de eternidad, la familia construida
según Dios quiere no está exenta de cruz ni de dificultades, y sin embargo, en
la familia aprendemos como en una escuela y taller a encontrarnos, aprendemos a
valorar, aprendemos a dar el sentido a nuestra vida.
Hoy solemos decir habitualmente que
celebramos a la Familia de Nazaret, yo prefiero añadir, que celebramos a la
Familia de Belén, pero también celebramos a la Familia de Egipto, porque antes
de llegar a Nazaret, al ocultamiento, a la vida familiar, hemos de entender lo
que significa Belén y lo que significan las promesas.
Probablemente ninguna Navidad como
esta se ha hablado tanto del asno y el buey, hasta encontramos artículos en los
periódicos, y comentarios y chascarrillos... Y es que en definitiva, cuando uno
profundiza, uno entiende.
Estos días de convivencia con otros
compañeros sacerdotes y chavales que intentamos que entren al Seminario o que
están iniciándose en la formación, yo les decía a ellos, hay que entender lo
que significa cada cosa, que de lo superficial aparentemente se puede llegar a
ahondar con profundidad.
Es magnífico que estos días la
gente esté comprando y regalando -y ojalá se haga mucho más- el libro
del Papa y que se lea, comprando, regalando, leyendo, ¡que se lea!, porque un
problema nuestro es la gran superficialidad con la que abordamos tantos
problemas, porque no leemos, porque no profundizamos, y eso nos hace mirar hoy,
no siempre, a algo idílico que es la Familia de Nazaret, sino que ha supuesto la
Familia de Belén y el cumplimiento de las profecías.
Hoy querría yo acentuar un aspecto
que a veces olvidamos, la Familia de Egipto, porque hoy es también la imagen de
la Familia huyendo a Egipto, dejando casa, amigos, familia, tierras por la
causa del Evangelio, María y José tienen que dejar su ámbito -y eso es duro, ¡eh!-
por Jesucristo.
En Medio Oriente, hoy en Asia, pero
también en África, o en Iberoamérica cada año crece la persecución contra los
cristianos, y al hablar de cristianos estamos hablando de Cristo, porque cuando
es perseguido un cristiano es Cristo quien es perseguido.
La expansión del islamismo radical y
la pervivencia, aún hoy, pasada de moda pero lamentablemente muy muy poderosa
de regímenes comunistas o populistas de izquierda que restringen la libertad
religiosa han llevado a millones de familias, a millones de seguidores de
Cristo a tener que abandonar sus casas, sus familias, o a vivir en tantos
casos, si no es tan drástico, a vivir una vida de silencio, de clandestinidad y
de falta de libertad. Y esto ante la indiferencia de gobiernos occidentales,
ante la indiferencia, y lo que es peor, que nosotros mismos confundimos en
familia la alegría, con lo que supone un poco de champán, ahora hay que decir
cava, o si queréis, espumoso, pero todos me entendéis.
Hoy es un día para recordar lo que el
Concilio Vaticano II dice; que la familia es la escuela del más rico humanismo
y que habla de confiar, confiar de verdad.
Hay que mirar a la familia, y esto
hay que construirlo, no simplemente por tener la misma sangre ya somos familia:
La familia hay que construirla día a
día.
La familia hay que cuidarla.
La familia tiene un aspecto
fundamental.
La familia es lo más importante que
tenemos.
La familia es el núcleo básico de la
sociedad.
La familia es anterior al Estado, y
seguirá cuando no haya Estados
-y no quiere decir que haya que
romper los Estados- como ocurre a veces cuando uno no se entiende, que coge el
canasto de las chufas y dice, me marcho, ¿no?
¡No, no se puede romper ni país, ni
se puede romper una familia porque haya una dificultad!
En familia hemos aprendido a ceder a
dialogar, a obedecer, a crecer.
El Niño crecía, dice el Evangelio:
"María guardaba en su Corazón y
el Niño crecía ".
Y esto no es únicamente para
escucharlo, sino para hacerlo oración de nuestra vida y práctica concreta, guardar
en el corazón, profundizar, ahondar y crecer.
Cuántas veces vemos tanta gente que
tiene una adolescencia perpetua, o que están torcidos..., y es porque muchas
veces la sociedad no es consciente de que a lo que hay que apoyar
fundamentalmente es a la familia.
¿Cómo entender la situación actual de
crisis, sin la solidaridad de tantas familias?
No hace dos semanas me decían aquí,
que una familia tenía que aumentar cada día la sopa echando más harina y agua;
gente que hace unos meses era como nosotros, que han quedado los dos en paro
directamente.
Cuántas familias viven con la pensión
de los abuelos. Ese concepto de familia nace del Evangelio.
No es, como dicen algunos la
sociedad, la familia tradicional como alternativa a otras maneras de familia...
Es la familia que brota después de haber escuchado los textos de hoy, cuando se
valora que a Dios se puede encontrar -cuando Ana, la madre de Samuel, le dice a
Alcana, lo que más quería que era este hijo: "Cuando lo destete, yo lo voy
a dar a Dios, porque estará en mejores manos que en las mías"- es cuando somos
capaces en familia de valorar la vocación misionera, monástica, religiosa,
sacerdotal, consagrada..., si eso lo valoramos, estamos ahondando y poniendo
fundamentos en lo que es el futuro de una sociedad.
No puede haber dictaduras con
respecto a la familia, los poderes públicos tienen la obligación -para eso
existen- no hay poderes por la Gracia de Dios ¡eh!, los poderes existen hoy por
voluntad del pueblo, y el pueblo tiene que ponerlos o quitarlos cuando no
responden: No hay nadie ungido en este momento que diga, "estoy aquí si
es para servir", no veo yo claramente en nuestro país que la familia ocupe
la prioridad, que por encima del dinero, del capital, estén las personas
concretas. No veo yo que se hayan cambiado leyes que deseábamos hace un año que
fuesen cambiadas inmediatamente porque son injustas. Es difícil decirlo porque
nos da miedo, pero cuando somos capaces de vivirlo y agradecerlo, somos capaces
de vivir y agradecer la vida familiar, de proponer para otros -no somos nadie
para imponer nada- el ideal que hemos descubierto, ahí se basa la misión
y la nueva evangelización.
Hoy en tantos lugares en torno a los
Obispos las familias se reunirán como familia diocesana, simplemente para
gozar, cantar la alegría de la Navidad.
¡Estamos en Navidad!
Dios se ha hecho Familia de los
hombres, y eso cambia radicalmente nuestra concepción de la familia y del ser
humano.
Dios se ha hecho un hombre, para que
el hombre se haga Dios, eso se llama un magnífico intercambio, un admirable
comercio, y así somos salvados.
¡Eso es Navidad!
A lo mejor no hay
espumillón, ni cava, a lo mejor no suenan muchas campanas en Belén, amigos, pero
nadie podrá quitarnos esa alegría. Navidad permanece porque Navidad es el
comienzo de la Pascua.
Tantas veces en tantos lugares donde
no hay misa lamentablemente porque estáis esperando un presbítero, lo habéis
oido decir:
¡Felices Pascuas!
Pascua significa paso, no deseo otra
cosa más que el Señor pase.
En estos días nos enfrentamos ya
también a un Año Nuevo, que éste sea de Gracia.
Vamos a hacer grandes propósitos, no
vamos a faltar a misa el día 1 de enero o la tarde del 31 de diciembre para
cantar el Te Deum y dar gracias, o para cantar el Veni Creator y pedir la
fuerza del Santo Espíritu para un Año Nuevo, y así nuestras familias con
nuestra abnegación, silencio, apoyo y comprensión -nunca imposición y siempre
propuestas- caminarán mejor en el año venidero.
¡Que así sea!
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