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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Ángelus: "LA SALVE QUE REZAMOS TODOS LOS DÍAS". Miércoles, 1 - Noviembre - 2023

 "Ventana abierta"

LA SALVE QUE REZAMOS TODOS LOS DÍAS
Marlio Nasayó Liévano, c.m.

Para nuestra reflexión vamos por partes:

Los ojos: Nuestros ojos tienen un poderoso lenguaje no verbal, que hace que los convirtamos en pequeñas ventanas a través de las cuales se asoma nuestra alma y, deja entrever nuestros sentimientos con mayor o menor intención. Con razón dice el aforismo que los ojos son el espejo del alma, porque reflejan todas nuestras emociones, nuestros miedos y nuestras emociones más profundas y secretas.

Misericordia: recordemos la raíz y el significado de la palabra. Su etimología, del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás); significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen alguna necesidad. Es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias de los hermanos.

Y si esta es la realidad ¿Cómo me atrevo a hablar de los ojos misericordiosos de María, si nunca los he visto, como lo experimentaron Santa Bernardita, los pastores de Fátima y en especial Melania en la Salette, o Santa Catalina Labouré quien los apreció muy cerca? Pero nos viene bien el escrutar estos testimonios, que mucho nos pueden ayudar en nuestra espiritualidad de peregrinos.

En la primera aparición en la noche del 18 al 19 de julio de 1830, sor Labouré nos dice que “mirando a la Virgen, me puse de un salto a su lado, hincada sobre las gradas del altar; y con las manos apoyadas en las rodillas de la Virgen…allí pasé el momento más dulce de mi vida”. ¿Quién ha contemplado más de cerca a María que Catalina? María miraba a Catalina y ella extasiada seguramente no perdió ningún momento para mirar a María, que le daba un mensaje con su voz, pero también con sus ojos. La Virgen expresa su dolor por las dificultades internas de la Familia Vicentina, por las necesidades de la Iglesia y las calamidades que azotan al pueblo, hasta llegar el momento de no poder decir palabra alguna, hablándonos con la aflicción de su rostro y con las copiosas lágrimas que brotaban en sus ojos. Pero el mensaje de María no es sólo de reclamos y quejas ante las miserias existentes, ofrece su permanente presencia, su acompañamiento y protección aún en medio de aquello que se cree imposible de solucionar. María mira nuestras miserias, pero espera de nosotros la seguridad de nuestra confianza en ella y en su Hijo. Aquí bien podemos afirmar, que María habló más a Catalina con sus ojos llorosos que con sus palabras, las solas lágrimas si no hubiera dicho palabra alguna, nos habrían dicho que tiende hacia nosotros sus ojos misericordiosos.

En las apariciones del 27 de noviembre, para la reflexión que estamos haciendo, la vidente afirma “… Tenía en las manos una bola que asemejaba el globo terrestre…; los ojos dirigidos hacia el cielo… aquí el rostro era de mayor belleza, no podría describirlo… En el momento que estaba contemplándola, la Santísima Virgen bajo los ojos y me miró… se formó un óvalo alrededor de la Santa Virgen, donde estaban en lo alto estas palabras. ‘Oh María concebida sin pecado ruega por nosotros que recurrimos a Ti’, escritas en letras de oro…” Aquí hay una doble mirada de María: eleva en sus manos el globo y levantando los ojos y lo ofrece al Señor, y bajándolos hacia Catalina y el mundo, nos dona las luces que misericordiosamente expande de sus manos.

Y yendo atrás, volvamos ahora a otra vidente, que es la que nos da la clave final para esta reflexión. Se trata de Melania Calvat, vidente de la Virgen en la montaña de la Salette, quien nos dice que “los ojos de la Virgen, nuestra tierna madre, no pueden ser descritos, haría falta el mismo lenguaje de Dios…Los ojos de la bella Inmaculada eran como puerta de Dios, desde donde se veía todo lo que puede embriagar el alma”.

Para nuestra interiorización:

De parte nuestra, no podemos ver al Señor y a María con los ojos de nuestra carne, pero sí con los del espíritu, con los del corazón, que son la fe y el amor. Sólo poseyendo un alma pura y cristalina podemos ver y contemplar a Buen Dios y a su Madre. Bien ilustra nuestra reflexión San Agustín cuando afirma: “Sólo en un corazón puro existen los ojos con que puede Dios ser visto”.

Si la anterior realidad es la nuestra, no pasa lo mismo con María. Los ojos de María debieron ser hermosos, con la belleza natural de una judía, que no necesitó ninguna clase de maquillaje artificial para que fueran encantadores. Ojos sencillos, de esos que miran a los demás sin soberbia ni menosprecio. Ojos bondadosos, sin odio, ni rencor, ni siquiera al observar las miradas inquisidoras de los enemigos de su Hijo. Ojos sinceros, sin mentiras, que expresaban un corazón sin sombra de doblez. Ojos abiertos a las necesidades ajenas como en Caná de Galilea. Ojos que sabían contemplar más las virtudes de los demás, antes que fijarse y molestarse por sus defectos. Esos ojos cuya mirada Judas evitó al salir del cenáculo la noche de la traición y, Pedro en su triple negación…Ojos adoloridos por las lágrimas derramadas por su Hijo crucificado y muerto en sus brazos, pero radiantes y alegres ante la Resurrección. Ojos acogedores y seremos en el Cenáculo a la espera del Espíritu…

Ojos que, desde su asunción gloriosa al cielo, desde allí, no dejan de mirarnos en este valle de lágrimas, “pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida a los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada.” (L.G.VIII).

Con las generaciones que desde el siglo XI rezan la Salve Regina, nosotros podemos también acudir a esos sus ojos misericordiosos… ante este mundo que quiere hacer desaparecer del corazón del hombre la misericordia de Dios. Vamos hacia una sociedad en la que el hombre trata de hacerse dueño de la tierra, a través de los adelantos tan vertiginosos de la ciencia y la técnica, pero en los que no encuentra la solución a sus propios problemas y a los del mundo.

Como hombres y mujeres de fe, imploramos la misericordia de Dios, para hallar una solución a los problemas del mundo. Ante esta situación, podemos invocar a María, Madre de todo consuelo, observando la dulzura de su mirada, a través de sus ojos misericordiosos, para que interceda ante su Hijo por nosotros, en estos momentos tan complicados de increencia, desastres naturales, guerras, hambre y la realidad actual de la pandemia, que azota hasta los rincones más lejanos del mundo.

Sí, Madre Milagrosa, necesitamos de tu misericordia porque somos infinitamente pobres. Tu amor inmenso hacia nosotros se convierte en océano de bondad, de misericordia, y de piedad. Te agradecemos tu amor, y sobre todo reconocemos la misericordia de tu rostro y de tu corazón. Tienes ojos y corazón hechos de bondad “oh clemente, o piadosa siempre Virgen María”.

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