"Ventana abierta"
EL GOL MÁS IMPORTANTE
Web católico de Javier Olivares
Miguel era un
muchacho a quien le gustaba mucho el fútbol. De hecho, pertenecía a un club muy
popular en su barrio. Siempre que su equipo jugaba se veía al padre de Miguel
en las tribunas, alentando al equipo de su hijo.
Sin embargo, había un detalle: el entrenador nunca
consideraba a Miguel como titular y las pocas veces que lo hacía saltar al
campo, él jugaba con desgana y mal. A pesar de eso, Miguel siempre iba
acompañado de su padre a los partidos y siempre se veía a su padre como el más
entusiasta de los hinchas.
Sucedió que un día antes del partido más importante de esa
temporada, el padre de Miguel cayó enfermo y no pudo asistir. El día del
encuentro, ya en los vestuarios y mientras los jugadores se preparaban para el
partido, el entrenador recibió una llamada. La noticia recibida le puso un
rostro de consternación. Al terminar, se dirigió hacia Miguel lentamente.
Necesito hablar contigo un momento, le dijo.
Miguel, la llamada que acabo de recibir era de la clínica
donde está internado tu padre. Hace una hora entró en coma cerebral y me acaban
de decir que ha muerto en brazos de tu madre.
Al escuchar esto Miguel se puso a llorar desconsoladamente.
Tienes que ser fuerte muchacho, le decía el entrenador.
De pronto, retirando las manos del rostro, con voz serena y
lágrimas en los ojos, pero con una gran determinación, Miguel le dijo al
entrenador:
-Quiero jugar este partido. Quiero que me deje jugar, aunque
sea unos minutos.
Sorprendido, el entrenador no podía creer que después de
darle una noticia tan terrible, el muchacho tuviese ánimos para jugar. Lo pensó
por un momento, y diciendo para sus adentros que jugando unos minutos no
afectaría al rendimiento del equipo, le pidió que se cambiara, que jugaría
desde el principio, al menos el primer tiempo.
Esa tarde Miguel no falló un pase. Fue una muralla
infranqueable. Tan bien jugó que el entrenador lo mantuvo en el campo todo el
partido. Incluso el gol que le dio la victoria a su equipo fue obra de Miguel.
Las tribunas enloquecieron coreando su nombre. Fue sin duda,
el partido de su vida. Al final del encuentro, y ya cuando todos los jugadores
se habían retirado a celebrar el triunfo, el entrenador encontró a Miguel
parado en la cancha mirando hacia la tribuna en donde tantas veces se había
sentado su padre para animar a su equipo. Al acercársele, notó que el muchacho
aunque con lágrimas en los ojos, miraba hacia la tribuna fijamente,
-Miguel, quisiera tener las palabras exactas con las cuales
poder reconfortarte en estos momentos. Sé la estrecha relación que tenías con
tu padre y creo saber cuánto te ha afectado. Hoy has jugado como nunca te he
visto jugar. Y aunque quizás no sea apropiado preguntarte ahora, me gustaría
saber por qué quisiste jugar esta tarde, Miguel.
Miguel miró al entrenador y le dijo:
-Mire, muchas veces usted vio a mi padre sentado en la
tribuna ¿verdad?
-Sí, siempre venía para animar al equipo aunque supiera que
tú no ibas a jugar.
-No señor -le interrumpió Miguel- Mi padre no sabía que yo no
jugaba. Mi padre era ciego, señor.
Unas lágrimas recorrieron nuevamente el rostro del muchacho.
Por eso cuando me tocaba jugar, yo no jugaba bien porque
sabía que él, a pesar de estar en la tribuna, no me veía. Yo siempre al final
de los partidos le decía que había hecho tal o cual jugada y notaba como se le
iluminaba el rostro de satisfacción. Sin embargo, esta tarde yo sí sabía que él
me estaba mirando desde el cielo, por eso, yo me esforcé mucho para que el me
viera jugar bien.
Gracias señor, gracias por haber permitido que mi padre me
viera jugar al fútbol por primera vez.
En ese momento, el muchacho se abrazó fuertemente al
entrenador, desahogaron su pena y su dolor. Desde ese día, Miguel no dejó nunca
de jugar un partido y siempre que convertía un gol, se acercaba a la tribuna
donde se sentaba su padre, mirando y levantando las manos hacia el cielo.
Mira hoy a tu hijo si lo tienes o cuando lo tengas. y nunca
dejes de mirarlo. Más que con los ojos, míralo con el corazón.
En el juego de la vida, tú siempre eres titular. Trata siempre de jugar muy bien y jugar limpio en todas las cuestiones de la vida, porque tanto tu Madre Celestial, la Virgen María, como Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo te están viendo y amando de corazón. ¡No les defraudes jugando a ser una persona mediocre y desganada!
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