"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
JESÚS, SUBE A LOS CIELOS
16 Por su
parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había
indicado.
17 Y al verle le adoraron; algunos
sin embargo dudaron.
18 Jesús se acercó a ellos y les habló
así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
19 Id, pues, y haced discípulos a todas
las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo,
20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt. 28, 16-20)
Jesús, está con nosotros y al mismo tiempo ha subido al
cielo, donde estaba antes. La diferencia de su
presencia “a la derecha de Dios”, es que, ahora está en la
Trinidad con su Cuerpo de carne. ¡Es verdad resucitado, una
carne gloriosa por su Resurrección, pero carne de nuestra
carne! ¡Éste, es el gran Misterio de la piedad de
Dios: “tanto amó Dios al mundo que, entregó a su Hijo, para que
vivamos por medio de Él”!
Hoy, celebramos esta doble naturaleza, humana y
divina que, se ha sentado a la derecha de Dios en los cielos. Y desde
allí, “volverá un Día, para juzgar a todos los
pueblos, para recoger a sus fieles que creyeron
en Él y, acogieron todo el Misterio de
su Encarnación y su amor al hombre, hasta entregar toda
su Vida y su Sangre. Jesús, se va, pero se queda con
nosotros arropándonos con su Espíritu Santo. Es como el “regazo
divino”, todavía en la tierra, donde necesitamos ser abrazados y
protegidos por Jesús, porque el Espíritu Santo es su Santidad Gloriosa.
Sí, los discípulos se quedaron en el monte embobados y
viendo como su Maestro desaparecía ante su vista. Y, de
este inmovilismo, les sacaron los ángeles haciéndoles volver a la
realidad de su vida. La tristeza, quería embargarlos, porque ya no podían
gozar más de Jesús en sus largas caminatas y predicaciones, y, sobre
todo, de su presencia física que, habían visto, oído
y tocado con todos sus sentidos. Pero Jesús les dijo: “no
os dejaré huérfanos y vuestro corazón se alegrará cuando seáis
invadidos por el Espíritu Santo”. ¡Ése, sí que nos asistirá e
iluminará nuestro corazón y sobre todo nos hará arder con
su Fuego, en un Amor que, hasta ahora, no
habíamos gustado! Y, es que, Jesús, estaba siempre
habitado por Él, por esto, el oír y estar con
Jesús les transportaba a otro mundo muy sobre lo
terreno: vivían en la tierra, pero sentían que, no eran de
la tierra.
Y es que, la tarea que les da Jesús es un mensaje
del Cielo porque va ungido por el Espíritu Santo. Pero, han de
transmitirlo con palabras humanas: “en todos los pueblos haced discípulos
y bautizadlos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Su “trabajo vital”, no es opcional, sino que, es un
mandato de
Dios: ¡Id y haced! Siempre, siempre, ante un hermano
nuestro, se impondrá lo primero hablarle de Jesús, anunciarle su Misterio del
amor de Dios por todos los hombres que, en un “exceso”, nos lo
dio, para que lo conociéramos y lo amáramos, igual
que, el Hijo ama al Padre”.
¡Oh Señor, “esta tarea”, no admite demora, ni
siquiera especulación de “cómo” o “cuándo”. Jesús mismo nos
dijo: “no preparéis vuestro discurso, porque yo os daré palabras de
sabiduría y llenas de unción, para atraer a todos los hombres a
mi Corazón!”
¡Señor, queremos “ir”, queremos “hacer”, ven con nosotros para que, Tú en medio, ¡cambies tantos corazones a tu seguimiento! ¡Hazlo Tú, porque queremos que así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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