"Ventana abierta"
Celebra la Iglesia a
Santo Tomás de Aquino. La Orden de Predicadores de un modo especial pone su
mirada en esta figura de la Orden. En la oración colecta se pide la gracia de
comprender su doctrina e imitar su vida. Se mencionan dos rasgos de su vida: anhelo
de santidad y su conocimiento de las ciencias sagradas. Las peticiones hechas
están relacionadas con esos dos rasgos destacados.
Al celebrarse en toda la
Iglesia como memoria obligatoria, las lecturas que se ofrecen pertenecen a la
lección continuada, en este ciclo A.
La presencia de Dios en medio de su pueblo produce una gran alegría
El traslado del Arca de la
Alianza por parte del rey David tiene dos momentos. Rescatada del poder de los
filisteos, David quiere colocarla en el centro del nuevo poder, la ciudad de
David, Jerusalén. Un incidente en su traslado con efectos mortales, le llena de
temor y la deja en casa de Obededom. La bendición de la casa de Obededom debido
a la presencia del Arca, anima a David a llevarla a su ciudad. Es lo que nos
describe la lectura proclamada.
El júbilo del rey se hace
extensivo a toda la comunidad de Israel. Una experiencia compartida por todos:
Dios está en medio de su pueblo y eso les llena de júbilo. Los signos de su
presencia, en este caso el Arca, provoca esta alegría, que conlleva al mismo
tiempo, un sentido de comunión del rey con su pueblo. “Él y toda la casa de
Israel iban subiendo el Arca del Señor entre aclamaciones y al son de
trompetas.” Unidad con Dios y unidad en la casa de Israel. No puede ser de otra
manera.
“David ofreció ante el Señor
holocaustos y sacrificios de comunión.” Es como si quisiera poner de relieve
que el culto más agradable a Dios se expresa en la entrega total a Él y en la
comunión que con Él se establece y se extiende a todos los miembros de la
comunidad. El texto está lleno de gestos que así lo ratifican.
La bendición que imparte el
rey sobre el pueblo en nombre del Señor del universo, no se limita a una
fórmula llena de buenos deseos, sino que va acompañada de la simbólica comunión
de bienes: “Repartió a todo el pueblo, a la muchedumbre de Israel, hombres y
mujeres, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pastel de uvas pasas.”
Todo esto hace resaltar que la unidad gozosa del momento vivido tiene su origen
y fundamento en la presencia de Dios, cuyo signo para Israel es “el Arca de
Dios”.
Acampó entre nosotros
Para nosotros no resulta
extraña la reacción de Israel. El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros.
La cercanía de Dios con la humanidad es totalmente determinante por la encarnación
y proclamamos que vive en medio de nosotros. Ello debe ser causa de inmensa
alegría. Experimentar que se ha unido en cierto modo con cada uno de los seres
humanos y que gracias a ello la comunión de toda la humanidad no sólo es
posible, sino que es la base misma de una existencia verdaderamente humana.
Termina el pasaje diciendo:
“Tras lo cual, todo el pueblo se fue, cada uno a su casa.” La experiencia de
comunión vivida no se pierde de vista, aunque se retiren y cada uno vuelva a su
casa. Esta casa que es la comunidad está llena de la presencia de Dios y por lo
mismo es causa de inmensa alegría.
¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Si en el caso de Israel la
comunión que origina la presencia del Arca, señala la causa de la alegría de la
comunión: “Qué gozo y que alegría vivir los hermanos unidos.” La pregunta de
Jesús provoca una reflexión sobre la novedad de las relaciones interpersonales
que ha venido a realizar. Si en él todo se transforma, haciendo nuevas todas
las cosas, no podían quedar al margen las relaciones personales. Más aún, el
vínculo que une a los discípulos es más fuerte y determinante que los lazos de
la sangre.
Llegan a él su Madre y sus
hermanos y la gente se lo advierte. El sentido familiar y la solidaridad entre
los miembros de una familia tienen una especial relevancia en la comunidad
judía. Sin embargo Jesús pasa por encima de ellas. Tiene mayor valor la novedad
que en él se origina: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la
voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.” El acento recae
en la escucha y vivencia de la voluntad de Dios. El principio de solidaridad
está en hacer la voluntad de Dios. Jesús es la máxima expresión de entrega a la
voluntad del Padre; María ha escuchado y vive la voluntad de Dios, sometiéndose
a ella. Por lo tanto todo el que se sitúa en ese plano, goza de una nueva forma
de relacionarse: con Dios, filialmente y entre sí, como hermanos, por tener un
mismo origen: hacer la voluntad de Dios.
Nosotros podemos preguntarnos ¿nuestra comunión
se asienta siempre en este principio?
¿Nuestra alegría expresa la íntima comunión con
la experiencia de la presencia de Dios en cada ser humano?
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P. Convento de Santa Cruz la Real (Granada)
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