"Ventana abierta"
Semblanza de
PILAR GÁRGOLES MORENO
A Pilar se le hacía muy largo
el tiempo de la espera. Desde que tuvo que renunciar a su empleo de sacristana,
desde que apenas podía aportar “nada” a la vida comunitaria, su carácter impaciente y activo se rebelaba ante una
espera que no podía ni quería entender. ¿Por qué no me recoge el Señor? ¿A qué
espera? Cuando unas semanas antes falleció su hermano Manolo, ya había dejado
de protestar. No sabía que ya era su
momento también.
Había nacido en Mazuecos,
Guadalajara, el día del Pilar de 1925. La segunda de 5 hermanos, y desde muy
chica, enormemente responsable de todos ellos. Era muy niña cuando empezó a
trabajar fuera de casa, en la casa de “los señores”, en Drieves; les guardaba
enorme gratitud, pues allí había aprendido tantísimas cosas! (Mantuvo una
preciosa relación de amistad con las hijas de la casa mientras vivieron.) Trasladados
a Madrid, en la casa de Alonso Martínez, dejaba dormidos a los niños a su cargo
y se escapaba a misa de 6 en las Salesas, pues ya sentía la llamada de Dios. Y
nunca la descubrieron! Cuando les dijo a sus padres que quería ser religiosa,
que iba a misa a diario… entonces sí que se lió: Se acabaron las escapadas
mañaneras por exigencia de sus padres, y como condición para que siguiera
viviendo en Madrid. La llamada de Dios se hizo cada vez más fuerte y Pilar la
siguió contra viento y marea, llegando a buen puerto al noviciado de Santa María
de Huerta el 25 de julio de 1948
Guardaba un recuerdo
entrañable de esa época de su vida, de la Maestra de Novicias, (La Madre
Ziganda), y además se formó como “refitolera”, aprendiendo, (cosas de la
obediencia), a hacer postres dulces sin azúcar… por las penurias de la época. Hizo
los primeros votos el 6 de Enero de 1951,
e inició su vida de aspirante en El Valle, trabajando como despensera
por 4 años, y otro más en Chamartín con el mismo empleo en el que ya era
eximia.
Para la Probación volvió a
Santa María de Huerta, y el compromiso definitivo se selló el 29 de Septiembre
de 1957. El nombre de su Probación la marcó: Ofrenda a la obra redentora, y la divisa: “Ayúdame en esta obra de amor.” Tras otro año en Chamartín, recibió uno de los
regalos mayores de su vida: ser misionera en Perú.
El envío al Perú fue un gozo
para ella, un mazazo para sus padres y hermanos. En Perú pasó unos años
inolvidables en la Normal de Monterrico. Con su memoria prodigiosa, recordaba
muchos años después que tal nueva provincial, tal persona de paso en España etc
habían sido estudiantes en “el colegio”: en sus contactos de e-mail conservaba
varios nombres de allá a los que nunca faltaba su felicitación navideña y su
recuerdo entrañable. Estuvo en La Normal 10 años, y luego 3 más en Trujillo
ayudando en el colegio. De Perú nos han llegado notas entrañables sobre su paso
por allí. Fueron 13 años muy intensos en los que cuajaron muchas de las que
serían sus cualidades humanas más notables: Abnegada, entregada, ejemplar, muy
atenta a las personas mayores,
silenciosa y observante, persona de recogimiento y oración. La dejaron
marchar con pena y agradecimiento…
Su etapa misionera acabó
abruptamente en 1971, cuando su madre, ya muy enferma, hizo valer sus derechos
de madre y pidió-¿exigió? que volviera y al menos estuviera cerca. A su madre
también le preocupaba mucho el menor de los hijos, Aurelio, no suficientemente capaz
de vivir de forma autónoma. Pidió a Pilar que, como ella no tenía hijos que
cuidar, se hiciera cargo del muchacho. Y Pilar, responsable como siempre,
prometió cuidarle. ¡Cómo cumplió su palabra! Tanto desde Torreblanca como desde
Torrejón pudo estar cerca de sus padres hasta el final, y seguir los pasos de
Aurelio, ayudada por los hermanos que seguían en el pueblo. Cuando Aurelio se
deterioró demasiado, consiguió que entrara en una residencia de mayores de un
pueblo cercano, donde fue muy querido y cuidado hasta su fallecimiento hace 4
años. Misión cumplida.
En 1982 comenzó su etapa
canaria en Castillo del Romeral. Una comunidad pequeña, abierta y comprometida
donde se sintió a sus anchas. Descubrió facetas nuevas y posibilidades nuevas
de su persona que enriquecieron aún más su vida y la de los cercanos. Fundó una
Asociación de Mujeres haciéndose cargo del papeleo, aprendiendo con ello,
perdiendo el miedo a enfrentarse con tareas desconocidas pero necesarias.
Máquina de escribir, clases de corte y confección etc etc. Entre El Castillo y
Balos desarrolló una labor intensa y profunda, dejando huellas muy hondas de
cariño entre aquellas mujeres. Volvió a Canarias como “regalo” de sus bodas de
oro en 2007, y gozó lo que no está
escrito, y los días no daban abasto para tantos reencuentros!
Tras Canarias, Torreblanca la
recibió en 1992, durante un periodo de 6 años en los que se dedicó
prioritariamente a la pastoral de enfermos. También ahí creó un mundo de
relaciones muy interesante que siguió con cariño y fidelidad hasta el final. El
día del Pilar era un chorreo continuo de llamadas de Canarias, de Torreblanca… Pilar
ha sabido siempre crear relaciones cordiales y enriquecedoras, y pese a las
sucesivas “obediencias”, la fidelidad a esas relaciones ha sido una
característica suya.
Tras Torreblanca, Torrejón de
Ardoz la recibe de nuevo y le da un
cauce para sus últimos años de vida activa. Llega en 1998, y va a estar dando
la vida, sin límite, durante 16 años. Se vuelca en la Parroquia, en Cáritas y
especialmente en la pastoral de enfermos a la que da un fuerte impulso. Visita
a los enfermos, les sigue visitando en las residencias, lleva la comunión, reza
con ellos y “envuelve” a las familias en esa otra atención que el enfermo tanto
necesita. Durante todos esos años está a la disposición de la parroquia,
“poniendo firmes” si lo ve necesario al Párroco y a los otros Padres (los
sacerdotes del Sagrado Corazón). Lo recordaban en la Eucaristía del 15 de Junio
en Torrejón !!! Y en medio de toda esa actividad, cuida de la comunidad con
todo su saber culinario, y es un testimonio de austeridad y don
de sí.
Cuando comprende que ya “las
fuerzas no dan para más” acepta con normalidad la obediencia para Chamartín,
etapa que ya sabe definitiva y que va a vivir entre nosotras con toda la fuerza
de su carácter, aceptando mejor o peor las sucesivas disminuciones, en el
empleo de sacristana que la hizo muy feliz, en la silla de ruedas cuando no
podía andar, impaciente con sus limitaciones y esa espera “tan larguísima” de
la llegada del Señor. El sobrino sacerdote, Javier, le mandaba cada día una
reflexión muy cuidada sobre el evangelio del día, y eso la obligaba a abrir el
ordenador. Ponía tanto interés en lo que le llegaba por varios cauces, que
aprendió lo bastante para mantener algunas relaciones antiguas. También estaba
muy pendiente de alguna “ocasión” para Perú, a donde enviaba lo que podía
ahorrar para las niñas del Agostino, ¡siempre Perú en el corazón!
Y el encuentro final con su
Señor ha llegado “casi como ladrón”, en cuestión de horas, con mucha paz. Viene
muy a cuento la poesía de Casaldáliga:
“Al final del camino me dirán:
abriré el corazón, lleno de
nombres.”
La
Comunidad de Chamartín
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