"Ventana abierta"
‘Haciendo amigos de Dios’
El Arzobispo de Sevilla anima en este curso pastoral a "acoger y valorar la piedad popular para conseguir que madure y se haga más fecunda para las personas, la Iglesia y la sociedad".
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla para
el inicio del curso pastoral.
A los
sacerdotes, consagrados, diáconos, seminaristas y laicos de la Archidiócesis
Archidiócesis de Sevilla
Queridos hermanos y
hermanas:
Comienzo mi carta pastoral de
comienzo de curso manifestándoos mi convicción de que la acción del Espíritu es
absolutamente eficaz y no conoce interrupciones, pues “entrando en las almas buenas
de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas” (Sab
7, 27). Para nosotros, el comienzo del curso pastoral, pasado el descanso del
estío, nos apremia a retomar nuestras tareas. Como discípulos misioneros,
volvemos a escuchar la palabra apremiante del Señor: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28,
19).
La missio ad gentes, también modelo de la acción pastoral
ordinaria
Cuando en el 2016 empezamos a
guiar la pastoral de conjunto de la Archidiócesis según las Orientaciones Pastorales
Diocesanas, nos propusimos “que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios
para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera. (Cf E.G. 15,
25), siguiendo la propuesta del papa Francisco a toda la
Iglesia. Es el empeño de conversión misionera que debe inspirar también en este
curso la diversidad de las actividades pastorales en nuestra Iglesia
particular.
El Mes Misionero Extraordinario, que con la Iglesia universal vamos a celebrar
el próximo octubre, será un tiempo oportuno para intensificar el dinamismo
misionero que es exigible a todos los cristianos. Este acontecimiento no nos
aparta del objetivo antes señalado; muy al contrario, lo intensifica, puesto
que nos brinda la oportunidad de redescubrir en la missio ad gentes el modelo de nuestra acción
pastoral ordinaria, pues como dice el papa Francisco en Evangelii Gaudium: “La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia (…)
ya no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos (…)
hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral
decididamente misionera.” (nº 15).
Sin embargo, la lectura en
clave misionera de nuestra pastoral ordinaria no debe disminuir nuestro interés
por la misio ad gentes. Hoy
sigue siendo urgente llevar el Evangelio a quienes aún no conocen a Cristo. En
la actualidad hay muchos lugares de la tierra donde faltan comunidades
cristianas capaces de encarnar la fe en el propio ambiente y constituirse ellas
mismas en misioneras. Hay pueblos y grupos humanos donde la Iglesia no está
implantada. En nuestros días sigue habiendo pueblos y culturas que aún no han tenido
la posibilidad de ser iluminados por el Evangelio. A la vista de estos
horizontes deben brotar del corazón de todo cristiano los sentimientos del
apóstol Pablo: “nos
apremia el amor de Cristo” (2 Cor 5, 14) “¡ay de mí se no anuncio el Evangelio!” (1
Cor 9, 16).
Soy consciente de que
el mejor servicio que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y a los
pueblos es dar a conocer a Jesucristo. Por mi parte, sabiéndome miembro del
cuerpo episcopal, sucesor del Colegio de los Apóstoles, corresponsable de la
evangelización de todos los pueblos, deseo vivamente que toda la Archidiócesis
vibre en este Mes Misionero Extraordinario. Aunque en el pasado mi palabra no
ha tenido el eco que hubiera deseado, una vez más invito a los sacerdotes
diocesanos y los laicos que se sientan movidos por el Espíritu del Señor, a que
se ofrezcan a la obra misionera en las diócesis que carecen de clero, donde
desarrollen, al menos temporalmente, su ministerio con espíritu de servicio.
Por otra parte, exhorto a todos los presbíteros a que aprovechen este Mes para
avivar entre los fieles el celo por la evangelización de los pueblos en la
catequesis y la predicación. Les pido además que hablen a las familias
cristianas de la necesidad de cultivar las vocaciones misioneras entre los propios
hijos y que fomenten el fervor misionero en los grupos de jóvenes cristianos,
de forma que surjan de entre ellos futuros evangelizadores.
Puesto que toda la Iglesia es
misionera y la obra de la evangelización es deber fundamental del Pueblo de
Dios, todos debemos orar intensamente para que el Señor fecunde con su gracia
la obra de los misioneros y surjan vocaciones para la misión. Os invito además
a abrir vuestros corazones de tal forma que, compartiendo nuestros bienes,
podamos socorrer con los recursos necesarios las inmensas necesidades,
materiales, culturales y espirituales de los territorios de misión.
Os invito de nuevo a vivir con
intensidad este Mes Misionero. En este fascículo encontraréis la programación
preparada por la Delegación diocesana de Misiones, que debe ser acogida y
secundada con calor por las parroquias y demás comunidades cristianas, buscando
la manera de vivir con seriedad y verdadero compromiso este acontecimiento
Extraordinario.
Los laicos, “discípulos misioneros” en la Iglesia y en el
mundo
Otro hito que marcará el curso
pastoral que iniciamos es el Congreso de Laicos: Pueblo de Dios en salida,
que se celebrará en Madrid en el mes de febrero de 2020. Es una iniciativa de
la Conferencia Episcopal Española como culminación de su Plan Pastoral,
titulado Iglesia
en misión al servicio de nuestro pueblo, acogiendo la llamada a la
conversión misionera que el papa Francisco hace constantemente a toda la
Iglesia. También nosotros hemos concretado esta invitación en la Archidiócesis
en las Orientaciones Pastorales diocesanas 2016-2021. Con este congreso la
Iglesia en España se propone impulsar la conversión pastoral y misionera de los
laicos, llamados a ser “discípulos
misioneros” en la Iglesia y en el mundo.
El Congreso se entiende como
el desarrollo de un proceso, que tiene una primera fase diocesana. Ocupará los
primeros meses de este curso pastoral. En esta fase se quiere dar voz al
laicado, asociado y no asociado. Con este fin hemos preparado un
documento-cuestionario, recibido de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
(CEAS) y reelaborado en la Archidiócesis por una comisión formada al efecto.
Este texto ofrece un marco adecuado para que el laicado exprese su sentir. Las
aportaciones de la Archidiócesis, con las enviadas por las demás Diócesis,
servirán para la elaboración de un Instrumentum Laboris, que será trabajado después por
quienes participen en el Congreso. Ulteriormente trataremos de concretar entre
nosotros lo reflexionado en la fase diocesana y lo vivido en el propio
Congreso.
Quiero llamar vuestra atención
sobre el método de esta iniciativa pastoral, que repite el proceso establecido
en los últimos Sínodos de los Obispos, y que se ofrece como una ocasión para
vivir la sinodalidad y la corresponsabilidad laical.
La sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia
En la conmemoración del
quincuagésimo aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, el papa
Francisco afirmó que el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera
de la Iglesia del Tercer Milenio. Por ello, es importante que nos detengamos en
el tema. En los materiales que ofrecemos en este curso para la formación
permanente de los arciprestazgos, que pueden ser utilizados con provecho en
cualquier otro grupo, podéis encontrar un documento de la Comisión Teológica
Internacional, aprobado por el Papa, titulado La sinodalidad en la vida y en la
misión de la Iglesia. Su estudio será muy útil para comprender el camino
sinodal que se nos propone.
“Sínodo” es un término bien conocido en la
Tradición de la Iglesia. Desde los primeros siglos se designan con la palabra
“sínodo” las asambleas eclesiásticas convocadas en diversos niveles (diocesano,
provincial o regional y universal), para discernir, a la luz de la Palabra de
Dios y escuchando al Espíritu Santo, las cuestiones doctrinales, morales,
litúrgicas, canónicas y pastorales que se van necesitando una iluminación en cada
periodo histórico.
La verdad es que estamos más
acostumbrado a hablar de colegialidad que de sinodalidad. Son categorías
distintas. Colegialidad habla del significado teológico y de la forma de
ejercicio del ministerio de los obispos en el servicio a la Iglesia particular
confiada al cuidado pastoral de cada uno, que ejerce en comunión con el todo el
Colegio episcopal y con el Obispo de Roma, sucesor de Pedro. El concepto de
sinodalidad, sin embargo, se refiere a la corresponsabilidad y a la participación
de todo el Pueblo de Dios en la vida y la misión de la Iglesia.
Una Iglesia sinodal es una
Iglesia participativa y corresponsable. La participación se funda sobre el
hecho de que todos los fieles por el bautismo han entrado a formar parte del
Pueblo de Dios, y han sido ungidos como miembros de Cristo Sacerdote, Profeta y
Rey. En el ejercicio de la sinodalidad la comunidad, en la libre y rica
diversidad de sus miembros, es convocada para orar, escuchar, analizar,
dialogar, discernir y aconsejar para que se tomen las decisiones pastorales más
conformes con la voluntad de Dios. Todos son convocados para que cada uno ponga
al servicio de los demás los respectivos dones y carismas recibidos del
Espíritu Santo.
En dinámica de sinodalidad, la
Iglesia articula la participación de todos, según la vocación de cada uno, con
la autoridad conferida por Cristo al Colegio de los Obispos presididos por el
Papa. Los Pastores deben escuchar con interés las aportaciones de los fieles
para llegar a formular las propias decisiones. La autoridad de los Pastores es
un don específico del Espíritu de Cristo Cabeza para la edificación de todo el
Cuerpo. No una función delegada, que emana del pueblo. Es importante tener
claro que el proceso sinodal se realiza en el seno de una comunidad
jerárquicamente estructurada. Por ello, es necesario distinguir entre el
proceso para elaborar propuestas útiles mediante un trabajo común de
discernimiento, consulta y cooperación de todos los fieles, y la decisión
pastoral que compete a la autoridad del Obispo, garante de la apostolicidad y
catolicidad de tales decisiones. La elaboración es una competencia sinodal,
mientras la decisión es una responsabilidad del pastor.
En nuestra Iglesia
particular contamos con diversos organismos para ayudar al Arzobispo en la guía
pastoral ordinaria de la comunidad diocesana: la Curia, el Consejo del
Presbiterio, el Colegio de Consultores, el Consejo de Arciprestes, el Consejo
Diocesano de Pastoral y el Consejo de Asuntos Económicos, a los que se añaden
los Consejos Pastorales de los Arciprestazgo, creados en el curso pasado. Todos
ellos constituyen ámbitos permanentes para ejercicio de la comunión y la
sinodalidad.
También en las parroquias se
vive la comunión en la diversidad de vocaciones, carismas y ministerios, configurando
una comunidad concreta para la misión. En ella se prevén dos estructuras de
perfil sinodal: el Consejo pastoral parroquial, sugerido por la norma canónica
como forma de articular la participación de los laicos en el discernimiento y
la planificación pastoral, y el Consejo para los asuntos económicos. Ninguno de
ellos debe faltar en nuestras parroquias.
Como todos sabemos, avanzar en la conversión
misionera y en la reforma de las estructuras eclesiales es
un propósito que debe ocuparnos durante todos estos años. Así está recogido en
la quinta línea de trabajo de las Orientaciones Pastorales Diocesanas. La
invitación del Papa a progresar en el camino de la sinodalidad nos tiene que
animar a redescubrir y valorar los órganos de participación con los que
contamos en la Archidiócesis, como también a revitalizar o constituir aquellos
que son propios de la comunidad parroquial.
La piedad popular, Iglesia en salida
En el camino de
desarrollo de nuestras Orientaciones Pastorales en este curso ponemos especial
atención en potenciar
el servicio evangelizador de la piedad popular. Las
manifestaciones de la religiosidad popular forman parte inequívoca de la
identidad propia de nuestra Iglesia diocesana. Efectivamente, son para
muchísimos católicos sevillanos expresión de su fe, camino de piedad,
conversión y evangelización. En definitiva, la piedad popular constituye un
modo legítimo y valioso de vida cristiana y de encuentro con el Señor, que
todos debemos valorar y al que los pastores debemos servir sin restricciones
mentales, dando gracias a Dios que enriquece a nuestra Iglesia con este don,
que tanto bien ha hecho en el pasado y sigue haciendo en el presente.
Es necesario acoger y
valorar la piedad popular de nuestro pueblo, para conseguir que madure y se
haga más fecunda para las personas, la Iglesia y la sociedad. Este debe ser el
objetivo fundamental de este curso pastoral. Muchas veces he afirmado que los
pastores y cuantos estamos implicados en el servicio pastoral de nuestra
Archidiócesis no podemos ponernos ni enfrente ni de espaldas al mundo de las
hermandades. Sería una absurda temeridad. Como tantas veces nos ha dicho el
Papa Francisco, los pastores debemos estar en medio de nuestro pueblo y
sostener su fe y su esperanza, trabajando con ellos, reflexionando y,
especialmente, rezando con ellos.
La pastoral misionera no debe
ser ajena a la piedad popular. No podemos olvidar que en las últimas décadas se
ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe en el pueblo
cristiano, especialmente en la familia. Esto quiere decir que también el mundo
de las Hermandades necesita ser evangelizado, fortaleciendo la formación
cristiana de sus miembros, robusteciendo su fe, cuidando la piedad y la vida
interior de los cofrades y también su amor a la Iglesia. Sin este fundamento,
la piedad popular se queda en puro folklore o mero acto social, reducida a
tradición, cultura y fiesta. Siendo acontecimientos fundamentalmente
religiosos, despojándolos del atuendo que les es propio se tornan en ocasiones
compatibles con creencias y, sobre todo, con actitudes y praxis contrarias a la
fe cristiana, algo que a toda costa debemos evitar.
Los cofrades, verdaderos amigos de Dios, comprometidos en
la evangelización
Objetivo fundamental de los
pastores, de las juntas de gobierno y los responsables de cada corporación debe
ser que sus miembros tengan un encuentro personal con Jesucristo, desarrollando
una personalización creciente de la experiencia cristiana. Si no nos marcamos
ese objetivo y, sobre todo, si no trabajamos para hacerlo posible, estamos
desaprovechando un tesoro característico de las Diócesis del sur de España, y
especialmente de nuestra Archidiócesis. Las Hermandades deben ser para sus
miembros, como la Iglesia, sacramento del encuentro con Dios o escalera de
nuestra ascensión hacia Dios, en frase feliz de san Ireneo de Lion, de manera
que los cofrades sean, como reza el título de esta carta pastoral, verdaderos amigos de Dios.
El relieve social o
la dimensión cultural no es sino sobreañadidura de la vida cofrade, y será algo
bueno y apreciable en la medida en que ayude a vivir aquello que está en los
orígenes y en los propósitos fundacionales de las Hermandades, es decir,
aquello que constituye su mística, su corazón, su razón de ser, el núcleo que
les confiere autenticidad como escuelas de vida cristiana y talleres de santidad,
como las definió el papa Benedicto XVI en un discurso a las Confraternidades de
Italia en 2006, escuelas y talleres que ayudan a sus miembros a conocer y a
amar más a Jesucristo, a vivir la experiencia de Dios, a aspirar a la santidad,
a cultivar la vida interior, la oración, la amistad y la intimidad con el Señor
y a participar con asiduidad en los sacramentos, especialmente la eucaristía y
la penitencia.
Todo esto que es exigible a cualquier buen cristiano, es mucho
más exigible a un cristiano cualificado, como es el cofrade, por formar parte
de una asociación de fieles erigida y aprobada por la Iglesia. En este sentido,
suscribo de corazón la afirmación del Papa Francisco en la Jornada de las
Hermandades y Cofradías de todo el mundo con ocasión del Año de la Fe el 5 de
mayo de 2013: en las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro porque son un espacio de “encuentro con Jesucristo” y
“fragua de santidad”. Hago mías también estas palabras del Papa a
los cofrades en el citado encuentro: “Acudid siempre a Cristo, fuente inagotable, reforzad vuestra fe,
cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria y la
liturgia”.
En el mismo discurso, el papa
Francisco alude a la actitud de algunos que desprecian la piedad popular porque
piensan que sus expresiones son menos conformes con la vivencia de una fe
cristiana culta y promocionada. En este sentido, el Papa nos dice que «la piedad popular, si se vive
en la Iglesia y se deja guiar por ella, es una senda que lleva a lo esencia…,
es un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana, aire fresco», porque
llega a los más sencillos, porque las Cofradías transmiten la fe en formas que
perciben los sentidos, los sentimientos, la fiesta, los símbolos de las
distintas culturas… La piedad popular es la fe recibida que se encarna en una
cultura y que se sigue transmitiendo. Por ello, os invito, queridos cofrades, a
renovar más y mejor el potencial religioso y evangelizador de vuestras
corporaciones, a poner vino nuevo en odres nuevos, y a que aprovechéis vuestra
pertenencia a las Hermandades para renovar y actualizar vuestra vocación
bautismal, eclesial, misionera y solidaria, aspecto este último que tanto os
enorgullece. En efecto, el servicio a los pobres y a los que sufren es el
aspecto más fecundo y visible de vuestro compromiso cofrade, ampliamente
reconocido en la sociedad civil. Seguid aguzando la imaginación de la caridad,
pues los pobres en nuestra ciudad y en nuestra Archidiócesis siguen estando
ahí. No les olvidéis. Servirles, dice el Papa, también es evangelizar.
En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium afirma
que la piedad popular tiene una gran fuerza misionera, que tiene mucho que
enseñarnos a la hora de pensar en la nueva evangelización (nn. 124-126). Hoy
las Cofradías se han convertido, incluso, en puerta de entrada a la Iglesia
para algunos jóvenes. Por tanto, ¡aprovechemos bien esa fuerza misionera! Las
hermandades deben tener una proyección apostólica y evangelizadora. El Papa
Francisco nos invita a ser una Iglesia en salida. También nuestras hermandades
tienen que salir para buscar a los propios hermanos alejados para hacerlos amigos de Dios con
la fuerza del Espíritu Santo, como leemos en el texto del libro de las
Sabiduría, que da título a esta carta pastoral. Han de salir también, en las
ciudades y en los pueblos, a las nuevas urbanizaciones y barrios, sin olvidar
las periferias más pobres de nuestras ciudades. Por ello, desde el principio
alenté la iniciativa de llevar al Señor del Gran Poder a algunos barrios de
Sevilla, dando lugar a iniciativas misioneras encomiables en colaboración con
las parroquias de estos lugares.
Además de reconocer que el
servicio de la caridad de nuestras hermandades y cofradías es importante y aún
ejemplar, siendo justamente valorado por el pueblo y las instancias civiles,
también debemos apostar por la transmisión de la fe, porque como decía Santa
Teresa de Calcuta, «la
mayor pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo».
La experiencia de estar con Jesús y la de ser enviados a
la misión
Cuando nos disponemos
a retomar la intensidad de nuestras tareas evangelizadoras en el nuevo curso
pastoral, no olvidemos que sin conversión continua del corazón y de la mente,
sin la escucha obediente de la Palabra de Dios, sin el alimento cotidiano del Pan
de Vida, sin el esfuerzo y la gracia de la comunión con los hermanos, todos los
quehaceres podrían transformarse en simple ruido exterior sin corazón y sin
rostro. Recordemos que, en expresión del Papa Francisco, somos “discípulos misioneros”, entendiendo
que discipulado y misión son como las dos caras de una misma moneda. La
experiencia de estar con Jesús y la de ser enviados a la misión son simultáneas
y mutuamente se alimentan, “porque mediante el encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y
solo así, se suscitan las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta
adecuada a los desafíos de nuestro tiempo” (Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana,
28, XII, 2019).
Deseándoos un curso muy
fecundo en frutos espirituales y apostólicos, para todos mi saludo fraterno y
mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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