"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
DOMINGO XXII (T.
ORDINARIO)
CICLO
C
LA
HUMILDAD
Eclo. 3, 17-20.28-30
17 Haz, hijo, tus obras con dulzura,
así serás amado por el acepto a Dios.
18 Cuanto más grande seas, más debes
humillarte,
y ante el Señor hallarás gracia.
20 Pues grande es el poderío del
Señor,
y por los humildes es glorificado.
28 Para la adversidad del orgulloso
no hay remedio,
pues la planta del mal ha echado en
él raíces.
29 El corazón del prudente medita los
enigmas.
un oído que le escuche es el anhelo
del sabio.
(v. 17) - Comienza
el autor ensalzando la dulzura de corazón para pasar de lleno
a recomendar la humildad. La primera prepara y abona el corazón
para la segunda: “aprended de mí que soy manso (1ª dulce) y humilde (2ª) de
corazón y encontraréis vuestro descanso “pues seremos aceptos a Dios y también
a los que “Dios acepta” que son los buenos, ellos nos amarán.
(v. 18) - A mayor
grandeza ante el Señor corresponde más humildad. Jesús era el mayor y se hizo “como
uno de tantos” (Fp. 2, 5-8), y por este abajarse: “Dios le concedió (la
gracia) de darle un Nombre sobre todo Nombre”. Esta es la economía y la
sabiduría de Dios que el orgulloso juzga como locura (v. 28) pues el
mal ha echado raíces en él (Mt. 20, 26-28)
(v. 19) - Unas
versiones añaden un (v. 19) que reza: “muchos son los hombres altivos y
jactanciosos, pero él a los mansos revela sus secretos”.
(v. 20) - Dios,
siendo el poderoso, muestra su condescendencia haciéndose accesible a los más
humildes, pero el hebreo expresa una idea más frecuente en el Antiguo
Testamento: “porque es grande la misericordia de Dios; él manifiesta a los
humildes sus secretos”: Dios colma de gracia al que se humilla (Pr.
3, 34; Sal. 25, 14; Mt. 11, 25; Lc. 1, 52)
(v. 28) - Al
humilde se contrapone el orgulloso para quien no hay remedio,
pues ha acumulado pecado tras pecado que le han envenenado hasta “las raíces”.
(v. 29) - Mas el
prudente, el sabio ante lo misterioso, medita en su
corazón y lo guarda en él. Su deseo es un oído dócil y atento que
sea capaz de asumir toda su sabiduría.
(v- 30) - Por
último, el autor nos pondera la limosna. Ella sola perdona
los pecados: “dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán
misericordia”, dijo Jesús. Y nos pone la comparación lógica: tan natural
como el agua que apaga el fuego, así de natural es
para Dios que la limosna perdone los pecados.
Hb. 12, 18-19.22-24ª
18 No os habéis acercado a una
realidad sensible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán,
19 sonido de trompeta y a un ruido de
palabras tal, que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más.
22 Vosotros, en cambio, os habéis
acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a
miríadas de ángeles, reunión solemne
23 y asamblea de los primogénitos
inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los
justos llegados ya a su consumación,
24 y a Jesús, mediador de una nueva
Alianza
(v. 18-19)-Contrapone el autor
la alianza del Sinaí y la de Sión: allí terror
y temor repelentes, aquí gracia y gloria que atraen.
No trata el escritor de polemizar contra el judaísmo, sino de poner remedio a
la debilidad de la fe de sus lectores cristianos, recurriendo para ello a
argumentos escriturísticos.
- La descripción de la
manifestación de Dios en el Sinaí es digna de consideración.
Los rasgos particulares están tomados del Antiguo Testamento, pero la intención
que tiene es de reducir la manifestación a un llamativo fenómeno de la naturaleza. 1) Dios
no es mencionado y oculta su poder tras los fenómenos
atmosféricos; 2) Igualmente se silencia la elevación moral
del decálogo. Todo ello es prueba de que lo que importaba era destacar el
carácter principalmente sensible y carnal de lo ocurrido en el Sinaí (Ex. 19,
18; Dt. 4, 11)
- El fuego,
tempestad, temblor de tierra, sonido de trompetas, pertenece al estilo
estereotipado de las teofanías o manifestaciones de Dios en el
Antigua Testamento, así como la venida de Dios en el juicio final (Sal. 93; 96;
97; 99)
(v. 22-24ª)-Pero este “acercamiento
a Dios” que han tenido los cristianos no ha sido como antaño en aterradora
teofanía sino en una ciudad construida por Dios, ciudad por la que
suspiraban los Padres: 11, 10.16 y que con todo es ya celeste 4, 14; Ap. 21, 1.
Con los ángeles, se hallan congregados en torno al mediador triunfante todos
los cristianos Lc. 10, 20; St. 1, 18, a los que él ha santificado y
perfeccionado (v. 14; 10, 14; 11, 40).
- En el Antiguo Testamento
el autor enlazaba éste con un hecho histórico concreto, mientras que del Nuevo
Testamento pasa por alto la predicación histórica de Jesús. El que habla desde
el cielo es Dios (12, 25) y en un futuro, en el juicio final cuando quede
sacudido cielo y tierra y el reino que no está expuesto a sacudida ocupe el
lugar de la creación visible desaparecida (12, 27. La manifestación del
Hijo se realiza en un presente sin tiempo (13, 8).
- En esta acción de Dios
no es importante las diferencias temporales (12, 26b) y así también para la
comunidad se reúnen en uno el pasado, el presente y el futuro. “Os habéis
acercado” en el pasado, más existe un enlace permanente que en el culto se
experimenta con gratitud (v. 28) y en el futuro como acontecimiento de
la eternidad histórica definitiva.
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