"Ventana abierta"
Reflexionando el Evangelio -
Domingo XXVI del Tiempo Ordinario
El Cura de todos... ustedes. P. César Piechestein
Queridos Hermanos:
La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro es siempre un llamado fuerte de
atención. Nos mueve a recordar cuán importante es el amor al prójimo en la
economía cristiana. Pero, aunque este es el mensaje más claro, me parece que
hoy podríamos reflexionar el mensaje desde otro ángulo.
Es interesante como Epulón, que en vida fue totalmente indiferente a el
sufrimiento de Lázaro, cuando debe padecer el castigo de su indolencia se
preocupa de que sus hermanos de sangre puedan correr la misma suerte que él. Es
un punto que, aunque no me parece importantísimo, debo resaltar. Epulón da un
cambio y ha sido el dolor personal lo que le ha hecho capáz de salir de sí
mismo y pensar en los demás.
Sin embargo la respuesta que recibe del padre Abraham es
tajante. Tienen a ley y los profetas para corregirse, basta que los escuchen. Y
concluye diciendo que si no los escuchan, tampoco reaccionarán ni aunque un
muerto resucite, haciendo clara referencia a la resurrección de Cristo.
Es tan grave la indiferencia que no sólo daña a quienes
nos rodean, sino también a nosotros mismos, pues nos aleja de Dios. Si se fijan
en el gráfico de hoy, verán que es Dios quien con lágrimas suplica por el
hombre hambriento, mientras el gordito tira la comida al tacho de basura.
Lázaro no representa sólo a los pobres, representa al
mismo Dios. "Quien recibe a uno de estos, mis pequeños, a mí me
recibe" dice el Señor. Y seguro que lo dijo literalmente.
Sabemos que la
Beata Madre Teresa de Calcuta enseñó a las Misioneras de la Caridad la
necesidad de ese largo tiempo de adoración, que cada mañana deben hacer antes
de iniciar la atención a los pobres. Afirmaba que esa era la única manera de
poder ver en los pobres al mismo Cristo.
La medida
de nuestro amor al prójimo, es la de nuestro amor a Dios. Será nuestra
oración y nuestra Eucaristía lo que nos haga capaces de salir de nosotros
mismos, primero para encontrarnos con Jesús y luego seremos capaces de
encontrar también al hermano para servirlo. Que no nos vaya a suceder como a
Epulón, que tuvo que padecer para llegar a entender.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
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