"Ventana abierta"
Homilía Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles
Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles
Serra, Valencia
San
Pedro y San Pablo un ejemplo
admirable de fe y confianza.
Son, Pedro y Pablo
fundamento de nuestra Iglesia. Los dos, son hombres con un pasado no
precisamente brillante.
Pedro fue un predilecto de Jesús, desde el primer momento. Vivió con el
Señor los acontecimientos más importantes de su vida, todos aquéllos que
estaban reservados para unos pocos. Fogoso y temperamental no tuvo
inconveniente en asegurar a Jesús que era capaz de morir con Él y que le
seguiría fielmente hacia ese camino de dolor y renuncia que el Señor estaba
pintando y que Pedro, en un primer momento, rechazaría con toda la energía de
su temperamento. Pero todos sabemos que Pedro falló en toda la línea.
Pero el Señor lo perdonó. Siguió encontrándose con él después de su
resurrección, concediéndole, como siempre, un "trato de favor" y, tal
como hoy leemos en el evangelio, quiso dejarle el cuidado de los suyos, sin
recordarle nunca su estrepitoso fallo. No hubo para Pedro, por parte de Jesús,
reprensión sino perdón. No le echó en cara Jesús a Pedro su pasado sino que le
echó en cara su futuro, un futuro en el que Pedro, efectivamente, será capaz de
seguir, paso a paso, las huellas de su Maestro. Y quedó claro que lo único que
Jesús exigió a Pedro para que fuera su fiel imagen en la tierra, era que le
amase. Si hay algo claro por parte de Cristo es el deseo de fundamentar a los
cristianos en el amor, en el amor a su Persona y, como consecuencia lógica, en
el amor a todos los hombres.
Pablo también era un hombre con tristes antecedentes. Forofo de la Ley,
dogmático, duro e intransigente, se caracterizó por la persecución a los
primeros cristianos creyendo a pies juntillas que así hacía un buen servicio a
Dios, naturalmente a "su" Dios. Haría falta que cegaran sus ojos, que
tan claramente veían, para que una luz nueva se hiciese en su interior y
rompiera completamente con aquel estilo que tan contrario era con el del Señor
al que, a partir de entonces, serviría con una dedicación exclusiva y
excluyente. También para Pablo será el amor de Cristo el que cimentará su vida
ya para siempre orientada hacia una sola meta.
A ambos les movía la fe en el Señor. La fe, traducida en una confianza sin
límites en el poder y en el amor del Señor, hizo que San Pedro y San Pablo no perdieran
nunca el entusiasmo y la valentía en la predicación del evangelio. Los dos
sufrieron calamidades sin cuento, en el cuerpo y en el alma, siendo
encarcelados varias veces, continuamente perseguidos y, al final, condenados a
muerte. Pero ninguna dificultad les quitó el ánimo, ni el entusiasmo interior.
Su fe les dio siempre la seguridad de que el Señor resucitado estaba de su
parte y, de hecho, esta seguridad de que el Señor les protegía y les amaba fue
la que, realmente, les libró de todas sus ansias.
Muchas veces, nuestros miedos
y nuestras inseguridades, interiores y exteriores, son simplemente falta de fe.
Si sabemos que Dios está con nosotros no podrán vencernos las dificultades, ni
el dolor, ni la muerte. San Pedro y San Pablo fueron en esto, como en tantas
otras cosas, un ejemplo admirable.
Con esta fiesta de San Pedro y San Pablo termina hoy el año paulino. Es
seguro que este año dedicado a San Pablo nos ha ayudado a todos a conocer mejor
al apóstol de las gentes. ¿Podemos decir también que este año nos ha ayudado a
los cristianos a seguirle y a amarle con más fidelidad y con más fuerza?
Esperemos que así haya sido. Así se lo pedimos, con humildad y confianza, al
Señor Jesús, de quien San Pablo se declaró siempre humilde siervo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario