4-Mayo-2014.
Carta de las Monjas Cistercienses de
Buenafuente del Sistal para el mes de mayo de 2014
Queridos hermanos, escuchemos juntos
esta tarde a Jesús, que nos dice: “Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo
creed en mi”. Dejemos que su Palabra resuene en lo más íntimo de nuestro ser y
cure nuestras heridas.
Él nos conoce más que nosotros
mismos y no se enoja por nuestra debilidad. Sabe cuánto nos cuesta rendirnos a
su voluntad y dejarle a Él las riendas de nuestra vida. Nos cuesta creer,
aunque muchas veces no seamos capaces de reconocerlo. Nuestro Señor sabe que
somos “igualitos” que los primeros discípulos y apóstoles: le traicionamos,
salimos huyendo, estamos decepcionados.
Por eso, esta tarde necesitamos
escuchar de nuevo: ¡Cristo ha Resucitado, Aleluya!, para contestar nosotros:
¡Verdaderamente ha Resucitado, Aleluya!
Ya hemos comenzado la tercera semana
de Pascua; la vida ordinaria continúa y aunque discurra por cañadas oscuras, no
debemos dejarnos atemorizar por ellas. Antes bien, pongamos atento el oído al
salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan” (sal 22).
Sí, escuchemos a Cristo
verdaderamente presente en su Palabra y en la Eucaristía.
Y acudamos al Papa, profeta de
nuestro tiempo, que el domingo de la Divina Misericordia ha canonizado a dos
papas conocidos de todos nosotros. Dos santos para iluminar nuestro peregrinar
y sobre los que ha dicho en la homilía de la misa de canonización: “San Juan
XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue
para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. (……) fue el Papa de la docilidad al
Espíritu.
Y san Juan Pablo II fue el Papa de la familia”.
La homilía concluyó con estas
palabras: “Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo,
a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera,
siempre perdona, porque siempre ama”.
A nosotras estas últimas palabras nos han
hecho pensar en las llagas de Cristo que están hoy presentes en nuestra
cotidianeidad y que a veces nos cuesta tanto aceptar y amar.
Finalmente, os contamos una
florecilla del Señor: estamos disfrutando de un tiempo pascual radiante de luz
solar. Este detalle nos hace presente, de una forma muy plástica, que Cristo es
la Luz, nuestra Luz, y que está Vivo y Resucitado.
Esta presencia de la Luz de Cristo,
nos ha recordado una frase de Pablo Domínguez que ha compartido con nosotras
una Hermana de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús:
“¡CUÁNTA LUZ HAY EN LA
CRUZ!”.
No es ningún descubrimiento, pero puede ser una jaculatoria que nos
ayude a ver esta Luz que está oculta en la cruz, pero es real.
Unidos en la oración.
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