"Ventana abierta"
Enseñar a rezar a los hijos pequeños
Los padres
somos los trasmisores de la fe. Como toda enseñanza, la daremos de mejor modo
si vivimos lo que pretendemos enseñar, pero aún así, si no somos todo lo
perfectos que desearíamos, no nos desanimemos, que gracia no nos va a faltar;
Dios nos eligió para ser padres o superiores de estos niños que debemos
ayudar a llegar al cielo, confiemos en Él que en definitiva da el
incremento de la fe.
Antes que
nada, busca unas dos o tres oraciones muy sencillas, ojalá rimadas, para que
sea un hábito en algún momento del día. Idealmente puede ser al acostarse, pero
sin que ya los esté venciendo el sueño, para que se acostumbren a no irse a la
cama sin recordar que son HIJOS DE DIOS. Destaca esto, pues si algún día les
faltáramos, será natural para ellos recordar que tienen un Padre que no falla,
no muere, no abandona y que los quiere por sobre cualquier consideración.
El momento
de la oración con los niños debe ser grato, sin apuro, pues es la hora en que
se abren los corazones también y salen las confidencias que con el correr de
los años serán el mayor tesoro entre las generaciones: la confianza.
No sólo
hagas con ellos oraciones vocales ya estructuradas, hechas, sino que busca por
sobre todo que vayan siendo capaces de HABLAR CON DIOS de sus cosas, que es la
esencia de toda oración, sin olvidar a los demás que son sus prójimos.
Enséñales un
orden:
A agradecer.
Proponles
algo así como: ¿Qué cosas buenas pasaron hoy? démosle gracias al Señor pues no
todos los niños han tenido cosas tan buenas este día.
Recuérdales
los niños enfermos, tristes, solos, etc y que agradezcan las cosas MUY
sencillas, pues son dones de Dios personalmente para ellos. Que
descubran sus regalos escondidos en lo cotidiano. Los hará ser generosos y a no
exigir más de la cuenta.
A pedir
perdón.
¿Quién estará
triste por culpa mía hoy? ¿Mis hermanos? ¿Mis padres? ¿Mis amigos? ¿Dios? que
pidan perdón con gran paz, y que luego lo hagan frente a los afectados. Se
acostumbrarán a perdonar ofensas más dolorosas y sobre todo a perdonarse ellos
mismos. No cargarán con culpas agobiantes. Ya les enseñaste que Dios es su
Padre, y como los ama, los perdona.
A contarle
sus cosas de niños.
El hecho de
exponer los sucesos del día ya hace tener una conciencia especial de ellos.
Obliga a tomar distancia, a ser más objetivos. Les servirá toda la vida
también.
A pedir por todas
las necesidades.
No sólo por
las propias, ni sólo las materiales. Enséñales a MIRAR a los demás y sus
carencias. Los hará hombres y mujeres de bien, caritativos, generosos y
solidarios que a la larga les dará una felicidad en la tierra y luego en el
cielo que nunca nadie les podrá arrebatar.
No viene mal
que se acostumbren a pensar en Dios, en las verdades de la fe; en el cielo, en
el infierno, pero sin agobios ni miedos, más bien como un lugar altamente
indeseable y triste, lejos de Dios. Sí, lamentablemente existe, no cometas el
error de negarlo -es dogma de fe-, más bien colócalo en su sitio y destaca lo
hermoso que es ir al cielo pues el Señor les tiene preparado unos lugares
especiales para ellos y para nosotros sus padres, para gozar todos juntos
de su gloria.
Insisto en
que es muy fácil aprender la fe de labios de sus padres si somos fieles,
CONSTANTES y piadosos los mayores. Dios desea que lo hagamos. Contemos con su
ayuda.
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