El Bautismo nos señala a cada uno nuestro propio rostro
con el que tendremos que realizarnos en la Iglesia y en el mundo
(Foto: Catholicosonline.com
El Bautismo lo mismo que el nacimiento nos regala nuestra propia identidad. Jesús descubrió en su experiencia humana su identidad de Hijo de Dios y descubrió la identidad de su propia misión. Era el Padre quien hablaba. Y públicamente lo declara “Hijo amado, predilecto”.
Es posible que tengamos otros hermanos. Pero somos todos distintos y diferentes. Cada uno con su propia identidad y cada uno con su propio camino y misión. Hermanos sí. Pero diferentes también.
Lo mismo sucede con nuestro Bautismo. Todos hijos y todos
hermanos. Y un mismo Padre. Pero cada uno con nuestra propia firma y sello. Cada uno con nuestra identidad personal en la Iglesia. El Bautismo es el mismo. Como el nacimiento es el mismo. Pero la gracia marca las diferencias, siendo la misma gracia.
Todos miembros de una misma Iglesia. Todos amados y queridos y predilectos del Padre. Pero todos diferentes. Cada uno con su propia marca de registro dentro de la misma comunidad. Si es importante que cada uno reconozcamos nuestra identidad como personas, también es importante que cada uno reconozcamos nuestra identidad bautismal en la Iglesia. Tampoco aquí se dan copias.
Nuestros padres, aunque tengan muchos hijos, a cada uno le regalan una cara diferente. El Bautismo, aunque sea un bautismo general, comunitario, a cada uno nos señala nuestro propio rostro con el que tendremos que realizarnos en la Iglesia y en el mundo.
Jesús sintió y experimentó no solo su filiación divina. Sintió también su identidad especial y particular. Estaba llamado a ser distinto al resto siendo de la misma condición humana. Tampoco a él le fue fácil mantener esa identidad a lo largo de la vida. La ley trató siempre de uniformarlo. Pero él se resistió. Claro que ese no dejarse masificar por los de arriba y por la Ley le costaría caro. Porque entonces y hoy el ser diferente, mejor dicho, el ser uno mismo, se suele pagar caro.
Descubrir la propia identidad es descubrir la marca, el sello y la firma de Dios que autentifica nuestro ser personal como personas y como individuos. Y ser capaces de vivir luego esa coherencia bautismal está expuesta siempre a las luchas y contradicciones. Pero ¡qué importante es vivir la propia identidad! ¡Qué importante es ser uno mismo cuando todos se empeñan en hacernos como todos! Porque en la vida, todos se empeñan en masificarnos, en privarnos de nuestra propia identidad.
Permíteme sugerirte algunas ideas para que puedas vivir en coherencia con la identidad de tu bautismo. Para que seas tú mismo. Para que la aplanadora de la sociedad no te convierta en un número más en el engranaje de la vida:
- “Es asombroso pensar que Dios fabrica las almas una a una, dándole a cada cual una personalidad propiamente suya e intransferible y que, a la vuelta de unos pocos años, el mundo ha conseguido ya uniformar a la mayoría, de modo que parezcamos más una serie de borregos que una comunidad de hermanos, todos diferentes.” (J.L.M.Descalzo)
- La sociedad trata de pensar por ti. Así, al descerebrarte puede disponer de ti para todos sus intereses. No aceptas que tus padres quieran pensar por ti. Pero sí aceptas que otros te impongan sus gustos, su mentalidad, sus valores. ¿En qué quedamos?
- Nadie puede vivir por ti. Tampoco nadie puede pensar por ti. No serías tú mismo ni tus ideas serían tuyas, sino prestadas. ¿Cuánto te cobran luego por el alquiler de esas ideas? Te cobran tu vulgaridad.
- Dios te hizo único. Eres el único original que hay de ti en toda la historia. Cualquier otra copia ya no eres tú mismo. Dios te quiere como original y no como copia. Te ama como original y no como copia.
- Atrévete a ser diferente. Atrévete a ser único. Atrévete a ser original. Atrévete a vivir fiel a tu alma. ¿Que eso cuesta? Pero bien vale la pena.
- Si quieres ser libre, atrévete a ser diferente. Cuando te haces uno del montón, has perdido tu libertad fundamental. Has conquistado la libertad de ser nadie, pero habrás perdido la libertad de ser tú mismo.
- Atrévete a ser diferente. ¿El precio? Un poco caro. El no ser como los demás, se paga con la Cruz. Pregúntaselo a Jesús. Pregúntale por qué lo crucificaron.
Oración
Señor: Tú recibiste el Bautismo ya de mayor. Yo lo he recibido de niño.
En tu Bautismo el Padre te confesó como Hijo amado y predilecto.
En mi bautismo también el Padre me reconoció como su hijo amado y de predilección.
En tu Bautismo descubriste tu propia identidad y tu misión. Ser distinto y diferente al resto siendo igual a todos.
En mi bautismo también me pusieron la marca de fábrica de ser algo muy particular.
En aquel entonces no lo entendí porque era niño.
Me lo has ido revelando luego poco a poco en la vida. Hoy soy consciente de ello.
Pero, te confieso que me resulta difícil. Todos quieren poner su firma en mi vida. Trato de no dejarme, pero a veces siento que el ambiente también a mí me arrastra.
Concédenos hoy a todos esta experiencia única de saber que somos tan importantes que somos únicos.
Clemente Sobrado C. P.
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