"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
PASIÓN DE JESÚS, SEGÚN SAN MARCOS
1 Pronto, al amanecer,
prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y
todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron
a Pilato.
2 Pilato le preguntaba: «¿Eres
tú el Rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.»
3 Los sumos sacerdotes
le acusaban de muchas cosas.
4 Pilato volvió a preguntarle:
«¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.»
5 Pero Jesús no respondió
ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.
6 Cada Fiesta les
concedía la libertad de un preso, el que pidieran.
7 Había uno, llamado
Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían
cometido un asesinato.
8 Subió la gente y se
puso a pedir lo que les solía conceder.
9 Pilato les contestó: «¿Queréis
que os suelte al Rey de los judíos?»
10 (Pues se daba cuenta de que
los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.)
11 Pero los sumos
sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a
Barrabás.
12 Pero Pilato les
decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?»
13 La gente volvió a
gritar: «¡Crucifícale!»
14 Pilato les decía: «Pero ¿qué
mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!»
15 Pilato, entonces, queriendo
complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de
azotarle, para que fuera crucificado.
16 Los soldados le
llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte.
17 Le visten de
púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen.
18 Y se pusieron a
saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»
19 Y le golpeaban en
la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante
él.
20 Cuando se hubieron
burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera
para crucificarle.
21 Y obligaron a uno
que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de
Rufo, a que llevara su cruz.
22 Le conducen al
lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario.
23 Le daban vino con
mirra, pero él no lo tomó.
24 Le crucifican y se
reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.
25 Era la hora tercia
cuando le crucificaron.
26 Y estaba puesta la
inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»
27 Con él crucificaron
a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.
29 Y los que pasaban
por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes
el Santuario y lo levantas en tres días,
30 ¡sálvate a ti mismo bajando
de la cruz!»
31 Igualmente los
sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A
otros salvó y a sí mismo no puede salvarse.
32 ¡El Cristo, el Rey de
Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le
injuriaban los que con él estaban crucificados.
33 Llegada la hora
sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
34 A la hora nona
gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir
- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
35 Al oír esto algunos
de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»
36 Entonces uno fue
corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le
ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.»
37 Pero Jesús lanzando
un fuerte grito, expiró.
38 Y el velo del
Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.» (Mc. 15, 1-39).
Si supiéramos la gravedad del pecado, con el
que cargó Jesús en toda su Pasión, y, en ella, experimentó
toda su malicia y horror, entenderíamos algo de la Pasión de
Cristo. Es verdad que Jesús todo lo vivió con amor y por amor
al Padre, pero esto no quita lo espantoso, ¡lo inimaginable
de los sufrimientos de Cristo en esta hora suprema! Jesús
no era un superhombre en su cuerpo y menos un estoico que va a la muerte como
volando para que no le roce. Él “se hizo un hombre
cualquiera”, y, por ser también Dios, su Cuerpo y todo su
ser poseía una sensibilidad, nada común, hacia el amor y hacia el
dolor.
No debemos olvidar que mis infidelidades y
pecados, ¡y los de todos los hombres de todos los tiempos!, fueron los que
llevaron a Jesús a experimentar su Pasión y Muerte
en Cruz. Con este telón de fondo podemos entrar de lleno en todo lo
que vivió Jesús porque me amaba: “mi corazón se acerca
a TI Jesús, con toda la humildad y compasión que me
permite al grado de conversión y arrepentimiento”. “¡Tu gracia, Señor, es la
que quiere provocar en mí esta vuelta a TI, con el deseo grande de no volver a
ofenderte, sino que, sostenido por TI, junto a tu Llaga de amor, ¡reciba
todas las llamas que salen de ella! ¡Tú sólo puedes sostener
en pie estos deseos míos de amarte e ir santificándome, con
el poder de tu gracia! ¡Ya nunca más olvidaré que estás
crucificado, porque me amaste hasta el extremo!
¡Con qué sobriedad nos relatan
los Evangelistas todo este Misterio de amor que,
humanamente, está lleno de crueldad, mentira, envidia, odio
e inconsciencia, porque así Tú definiste
esta Hora: “¡Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen!”.
Si hubieran sabido, en verdad, que estaban
crucificando a su Dios-Yahvé en la Persona de
Jesús, su Hijo, nunca lo hubieran
hecho. Pero “Dios cegó sus ojos y sus oídos, para que
mirando no vean y oyendo no entiendan y tú les conviertas y se
salven”: ¡Misterio éste grande de la iniquidad, que es obra de un
poder demoníaco, ajeno a Dios y que usa toda treta para que, el hombre no se
entregue a la Gloria de Dios, sino que se busque a sí mismo, para mal suyo!
Pero Jesús nos dijo: “ahora
el Príncipe de este mundo, va a ser echado fuera, por la
fuerza de tu amor en la Cruz. Él no tiene poder sobre el hombre que se
pega a TI y te ama y restaura sus faltas actuales con la vuelta a
la penitencia y a la conversión a TI. ¡Los más grandes
pecadores han quedado santificados cuando han mirado al Crucificado y han
creído en Él, con amor! ¡Dame, Señor, la fuerza para permanecer
bajo tu Cruz, contemplando tu Cuerpo, roto por
mí! ¡Imprégname de tus sentimientos, de profunda piedad y
compasión hacia mí, un pobre pecador que espera al rocío de tu gracia para
hacerme santo como “Tú eres Santo”! Pero ahora, que
hemos abierto el corazón con gran docilidad, guardemos silencio en
tu Pasión y acojamos con amor cada Palabra que Tú pronunciaste
desde lo alto de la Cruz: “¡Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?”; “¡Tengo
sed!”; “¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!”; “¡Todo
está consumado!” ...Y el grito final de la muerte, ante el
cual, se quebró la tierra y lo más importante: mi corazón a la piedad
y al amor de Dios.
¡Qué así sea Padre mío! ¡Hágase tu voluntad en todo! ¡Amén! ¡Amén!
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