"Ventana abierta"
Hoy es el día del Sermón de las Siete Palabras de Jesús en la
Cruz, pero es también día de las
Diez Razones de su condena a muerte, y así las quiero exponer
sobriamente en las reflexiones que siguen.
No buscó la muerte, sino la llegada del
Reino (que es vida en libertad-sanación, desde los más pobres); pero su forma de entender el Reino le opuso (y
le sigue oponiendo) a un tipo de poderes, que le condenaron a muerte,
elevándose así la pregunta clave del
cristianismo y quizá de toda la historia humana: ¿Quiénes y por qué mataron a
Jesús? ¿Qué hacía Dios mientras le juzgaron?
Los estudios históricos y teológicos sobre
la muerte de Jesús son innumerables. Yo mismo he dedicado gran parte de mi obra
a la reflexión sobre tema. Aprovecho la ocasión para hacerlo en este
Viernes Santo, pensando que puedo ofrecer alguna ayuda o motivo de reflexión
(¡y evidentemente de discusión o crítica) a los lectores Presento las 10 tesis de forma expositiva,
sin discutir sobre ellas, aunque las notas finales pueden ir en esa línea .
Imágenes. (1) Visión de Rembrandt (2) Colina de las
Cruces de Vilnius, Lituania. (3) cruz de Kurutziaga, de Durango (anverso y
reverso). (4) Cristo de Velázquez. (2)
Diez tesis
1.- La muerte de Jesús fue un hecho
histórico, y así lo ha entendido no sólo el NT, sino la Iglesia posterior
(hasta el día de hoy), en contra de un tipo de gnosis que tiende a
interpretarla de puramente imaginativa. Otras religiones como el hinduismo o el
budismo pueden ser "verdaderas" aunque no haya existido Krisna o
Buda, pues son símbolos del hombre liberado o perfecto, más que hombres reales.
Por el contrario, la verdad del
cristianismo, conforme al testimonio y teología del NT, está vinculada a la
muerte real de Jesús, asesinado (ajusticiado) de hecho por hombres concretos,
no por espíritus celestes o demonios, como se podría afirmar en una línea
gnóstica, a partir de 1 Cor 2, 8, donde parece indicarse que los culpables de
la muerte de Jesús fueron "espíritus cósmicos", que ignoraban su
verdadera identidad.
2.- Fue condenado y murió a causa de
aquello que había proclamado y realizado. No le mataron por casualidad, ni por ignorancia, sino a sabiendas, de
forma que la palabra "perdónales porque no saben lo que hacen" (Lc
23, 24) no puede entenderse en sentido histórico sino teológico, pues históricamente
aquellos que dictaron, ejecutaron o avalaran su condena (el gobernador romano y
en otro sentido los "sumos" sacerdotes) sabían lo que hacían (o
permitían), pues tenían datos suficientes para juzgarle culpable de alterar el
orden público, poniendo en riesgo el "sistema" de poder en Palestina
(Jerusalén), en días de pascua[2].
3.- Fue ajusticiado por el gobernador
romano, Poncio Pilato, que en un sentido político cumplió su deber como
funcionario del Imperio. Él fue por tanto el responsable de la condena y
muerte, y le mandó crucificar, porque descubrió
(desde su nivel de jerarca imperial) que era un rebelde político, provocador y
peligroso para la "pax romana", fundada en el "orden"
de las armas y en la superioridad económico-política del imperio (cf. Mc 10,
41-45). Todo intento de disculparle resulta equivocado y falso. Pilato hizo lo
que como hacían y hacen los imperios hasta el día de hoy, 2024[3].
4.- Pero, en otra línea, los cristianos
pusieron de relieve la responsabilidad de los "sumos sacerdotes",
diciendo que "colaboraron" en la condena, al menos por
"dejación" de autoridad. A la "provocación" de Jesús, que
he detallado en los capítulos anteriores, respondió el rechazo de los
sacerdotes, que eran (bajo supervisión de Roma) responsables de un tipo de paz
socio-religiosa en Jerusalén. Ciertamente,
ellos no le mataron, pero la tradición cristiana les ha considerado
responsables, por no haber acogido el mensaje de Jesús, ni defenderle ante
Pilato (aunque más responsables han sido, en línea cristiana, los
mismos discípulos, que le abandonaron en la muerte). En ese sentido, la condena
de Jesús forma un eslabón (quizá el más importante) de la cadena de
enfrentamientos intra-judíos que jalonan la historia y teología de la Biblia, y
su muerte se sitúa en el contexto de la lucha del auténtico Israel frente a las
potencias imperiales (¡le ha condenado Roma, tomando así el lugar de la antigua
"Babilonia", cf 1 Ped 5, 13 y Ap 17-18), siendo, al mismo tiempo, un
capítulo clave del "enfrentamiento" de unos judíos con otros, como
muestra la crisis de los macabeos, hacia el 167 a.C.
5.- Jesús promovió un movimiento de paz,
pero su proyecto estuvo "rodeado" (amenazado) de brotes violencia, en
un contexto donde los intereses y motivos se entrecruzan con frecuencia. Él
había sido discípulo de Juan Bautista, que esperaba la llegada del juicio de
Dios junto al Jordán, sin provocar un tipo de revolución armada, siendo a pesar
de ello asesinado por el tetrarca Herodes Antipas, por miedo a que su mensaje
levantara en armas al pueblo. Pues bien, Jesús era más peligroso que el
Bautista, porque realizó su misión en Galilea, y comenzó a realizar allí sus
signos de reino (los ciegos ven, los hambrientos comen, los pobres son evangelizados...),
en contra del mismo Antipas, para plantear su alternativa en Jerusalén.
Ciertamente, él no promovió un
alzamiento militar, y su proyecto de Reino implicaba un programa radical de no
violencia activa, partiendo de los pobres y enfermos; pero muchos
"israelitas" se irritaron ante su Evangelio, porque se centraba en la
acogida a los proscritos, la renuncia al dinero y la superación de un orden
sagrado de la nación.
6.- Posiblemente, los crucificados, a la
izquierda y derecha de Jesús, formaban parte de su movimiento, pues los textos
les presentan como lêstai o bandidos, palabra que entonces se aplicaba a los
miembros de la resistencia militar judía contra Roma. Por su parte, la
comparación con Barrabás, que era también un "lêstes, aunque pueda ser más
simbólica que histórica, sitúa a Jesús en un contexto de "tensión"
anti-romana. Finalmente, el hecho
de que los dos lêstai fueran crucificados a su derecha e izquierda supone que,
a los ojos de Roma, ellos eran o se tomaban como miembros de su movimiento [5].
7.- El conjunto del NT supone que los
discípulos de Jesús le abandonaron y escaparon, aunque no resulta claro que lo
hicieran todos, pues el gesto ha sido interpretado a la luz de Zac 13, 7
("heriré al pastor y se dispersarán las ovejas...", cf. Mc 14, 27-28
par.) y de la historia posterior de la Iglesia, como retorno a Jesús tras la
traición. Ciertamente, no parece que Pilatos ordenara una persecución
sistemática contra los discípulos de Jesús, sino que debió pensar que la muerte
del "maestro" y de algunos compañeros bastaría para que se detuviera
el movimiento. De todas formas, según la tradición de fondo de los evangelios, es muy probable que buena parte de
seguidores directos de Jesús tuvieron miedo y escaparon.
8.- El Imperio (Roma) mandó matar a Jesús,
pero cierta tradición cristiana ha tendido a exculpar a los romanos y acusar a
"los judíos", aunque sabe y dice siempre que fue el gobernador quien
le condenó de hecho, mandando que le ejecutaran, como judío rebelde contra
Roma, poniendo en el letrero de la condena "rey de los judíos". La
muerte de Jesús forma parte de la lógica de Roma, era un elemento del orden de
su imperio, y así lo ratifica el credo cristiano: Murió bajo Poncio
Pilato. A Jesús no le mataron los
judíos, sino el Imperio de los césares, ejecutándole precisamente como
"rey de los judíos" (es decir, como representante de los judíos, a
pesar de la protesta histórica o simbólica de los sacerdotes, que no
querían que él apareciera como "rey de los judíos": Jn 19, 22). Los
primeros cristianos no tuvieron duda de la responsabilidad de Roma, pues sabían
bien cómo respondía Roma en casos de posible rebelión[7].
9.- De un modo comprensible, la tradición
cristiana, a partir de los evangelios, ha insistido en la culpa de las
autoridades judías, no por simple resentimiento, sino por exigencia teológica,
pues Jesús había presentado su mensaje como sentido y culminación del judaísmo
(es decir, del Antiguo Testamento, es decir, de la identidad judía). La
cuestión de fondo de los primeros cristianos se relacionaba con el judaísmo en
su conjunto, más que con Roma (aunque Roma esté en el fondo) como he puesto de
relieve en mi Historia de Jesús. En ese sentido, el primer problema de los cristianos no era que Roma hubiera condenado
a muerte a Jesús, sino que las autoridades de Israel (en especial las del
templo) no le hubieran creído y acogido, inhibiéndose en el fondo ante
su condena[8].
10.- En general, los apocalípticos del AT
habían condenado a los imperios como responsables de la muerte de los justos.Pero
ya los profetas (con el Pentateuco) habían echado la culpa también (y sobre
todo) a los israelitas. Pues bien, en esa línea radicalmente bíblica se sitúan
los evangelios que, razonando desde el interior de la tradición judía, insisten
en su responsabilidad judía. De un modo consecuente, tanto los sinópticos como
Juan, de manera muy bíblica, en perspectiva teológica, insisten en la
responsabilidad de un tipo de judaísmo, y lo hacen recogiendo la tradición de
Isaías y de Jeremías, de Amós, Oseas y Ezequiel: La muerte de Jesús forma parte de la historia de pecado y gracia del
pueblo de Israel, de forma que puede y debe interpretarse desde un tipo de
"fuerte conflicto" interior al mismo Antiguo Testamento (a la
experiencia y teología de Israel). En esa línea, los evangelios afirman que la
clave "teológica" (no simplemente histórica) de la muerte de Jesús ha
sido la "traición" (=entrega) de los sacerdotes de Jerusalén, que
no le han aceptado, dejándole de hecho en manos de la autoridad romana, que le
ha crucificado sin miramiento alguno (por rutina). En esa misma
"entrega" incluyen los evangelios la "traición" de los (=de
la mayoría de los) discípulos de Jesús [9].
Conclusión
Conforme a lo anterior, al presentar la
muerte de Jesús como lo hicieron, los judeo-cristianos se enfrentan, desde el
fondo de su propia tradición (como judíos radicales), con la autoridad del
templo a la que acusan (de forma retórico-teológica) de haber abandonado a
Jesús, y en el fondo de haberle entregado (dejado en manos) de los romanos.
Leídos así, paradójicamente, como interpretación de la muerte de Jesús, los
relatos de la pasión y muerte de Jesús definen el sentido de la teología
bíblica, separando las dos ramas en la que se divide y culmina la teología
bíblica judía: la rabínica y la cristiana.
- Por un lado, la interpretación rabínica
(que se ha impuesto desde el siglo II-III en el judaísmo nacional) puede
entender la muerte de Jesús como un acontecimiento muy doloroso de la historia
martirial de Israel, pero no como revelación definitiva de Dios y cumplimiento
de la misión y teología israelita. En esa línea, el cristianismo ha sido una
"desviación" fecunda, pero dolorosa y parcial (=no verdadera) del
auténtico y eterno Israel, representado todavía hoy (año 2020) por el pueblo de
la alianza.
- Por otro lado, los cristianos han
interpretado esa muerte como cumplimiento y verdad de la teología de Israel, en
la línea de otros acontecimientos, como la destrucción del reino y del templo
(año 587 a.C.), que obligan a re-interpretar toda la teología bíblica. En esa
línea, ellos se consideran el auténtico Israel, como saben tanto Pablo como el
evangelio de Mateo. De esa manera, desde ese fondo, se dividen y distinguen
hasta hoy la interpretación rabínica y la interpretación cristiana de la
Teología Bíblica de Israel [10].
EL AUTOR. Xabier Pikaza Ibarrondo nació en Orozko, Vizcaya. Cursó estudios de teología en Salamanca (doctorado en 1965) y de filosofía en Roma (doctorado en 1972). Se especializó en filología bíblica en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. De 1975 a 2003 ha sido profesor numerario de la Universidad Pontificia de Salamanca, donde, con ciertas interrupciones, ha enseñado temas de exégesis bíblica y filosofía de la religión. Ha publicado diversos libros sobre temas bíblicos y teológicos. Entre otros: "Sistema, libertad, Iglesia. Las instituciones del Nuevo Testamento" (Madrid, 2001); "Pan, casa y palabra. La iglesia en Marcos" (Salamanca, 1998); "El Apocalipsis". Guías de Lectura del Nuevo Testamento (Estella, 1999); "Fiesta del pan, fiesta del vino" (Estella, 1999) y "La nueva figura de Jesús" (Estella, 2003). Sobre temas de diálogo religioso y de teodicea ha publicado algunas obras como "Hombre y mujer en las religiones" (Estella, 1996). En PPC ha publicado "El Señor de los ejércitos. Historia y teología de la guerra" (1997) y "El desafío ecológico" (2004).
No hay comentarios:
Publicar un comentario