"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
EL EMPLEADO MIEDOSO Y LA EMPRESARIA MODELO
José Luis Sicre
Fe adulta
Semana 33 DEL T.O. CICLO A
La parábola del domingo pasado (las diez
muchachas) animaba a ser inteligentes
y previsores. La de hoy anima a
la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. Jesús ha usado
poco antes, en otra parábola, la imagen del señor y sus empleados. Ahora vuelve
a hacerlo, pero usando el contexto de la cultura urbana y pre-capitalista. La
riqueza del señor no consiste en tierras, cultivos y rebaños de vacas y ovejas.
Consiste en millones contantes y sonantes, porque los famosos “talentos” no
tienen nada que ver con la inteligencia. El talento era una cantidad de plata
que variaba según los países, oscilando entre los 26 kg en Grecia, 27 en
Egipto, 32 en Roma y 59 en Israel. Por consiguiente, los tres administradores
reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.
El empleado miedoso, negligente y holgazán
Los dos primeros duplican esa cantidad
negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se detiene en
el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y
entierra el talento. El lector actual, conocedor de tantos casos parecidos, se
pregunta quién ha sido el más inteligente. ¿Es preferible colocar el capital en
acciones arriesgadas o guardarlo en una caja fuerte? En cambio, el propietario
de la parábola lo tiene claro: había que invertir el dinero y sacarle provecho,
como hicieron los dos primeros empleados.
¿Por qué no ha hecho igual el tercero? Él
mismo lo dice: porque conoce a su señor, le tiene miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un
lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.
Sin embargo, el señor no comparte esa
excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido el
miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y
sus intereses. Y toma una decisión que, actualmente, habría provocado
manifestaciones y revueltas de todos los sindicatos: lo mete en la cárcel
(“echadlo fuera, a las tinieblas”).
Aplicándonos el cuento
Los sindicatos llevarían razón, y
conseguirían que readmitieran al empleado, incluso con un resarcimiento por
daños y perjuicios. Pero el Señor de la parábola no depende de sindicatos ni
tribunales del trabajo. Tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada
uno del tesoro que nos ha encomendado.
Como ocurría con el aceite en la parábola
de las muchachas, los talentos se han prestado a múltiples interpretaciones:
cualidades humanas, don de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de
ellas excluye a las otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para
realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles, humano,
religioso, familiar, profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado
escondido en un cajón? ¿Ha sido útil para los demás? Como se dice en el mismo
evangelio de Mateo: ¿Ha resplandecido mi luz ante los hombres para que
glorifiquen al Dios del cielo? ¿Pienso que será suficiente decirle: “Aquí
tienes lo tuyo”?
Una moraleja desconcertante
La parábola, termina con unas palabras muy
extrañas: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo
que tiene”. ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? Pero la frase no se debe al
error de un copista, se encuentra así en los tres evangelios sinópticos (Mt
13,12; Mc 4,25; Lc 19,26). Es posible que el mismo Jesús intentara aclararla
más tarde mediante la historia de un señor que encomienda su capital a tres
empleados. El sentido de la frase resulta ahora más claro: “Al
que produzca se le dará, y al que no produzca se
le quitará lo que tiene”. Esa parábola terminó en dos versiones bastante
distintas, la de Mateo, que se lee hoy, y la de Lucas 19,11-27. Lucas, para no
provocar las iras de los sindicatos, no mete al empleado holgazán en la cárcel,
se limita a quitarle el denario.
La empresaria modelo (1ª lectura)
En el contexto económico de la parábola
encaja perfectamente la imagen de la mujer empresaria de la que habla el libro
de los Proverbios. La liturgia traduce “mujer hacendosa”. Pero el texto sugiere
mucho más. Habla de una mujer que es, al mismo tiempo, excelente empresaria (cosa que
quedaría más clara si la liturgia no hubiera mutilado el texto), generosa con
los necesitados y con las personas a su servicio, preocupada por sus hijos y su
marido, gozando del respeto y estima de sus conciudadanos, porque ella misma
respeta al Señor. Es interesante esta imagen propuesta por un libro bíblico
hace veintitrés o veinticuatro siglos, tan distinta de nuestro proverbio: “La
mujer casada, la pata quebrada… y en casa”. Quien lee el poema entero (se
encuentra en Proverbios 31,10-31) advierte la enorme actividad que esta mujer
desarrolla desde la mañana temprano hasta avanzada la noche. El capital
recibido de Dios (sean cinco talentos, dos o uno) ha sabido invertirlo
perfectamente.
P. Leonardo
1. A veces me aterra esta parábola. Cuando confieso, paso
por alto aquello de pensamiento, palabra, obra y…¡omisión! Ahí me duele, me
desconcierta, me turba y me humilla. ¡Cuántas cosas omito, no hago, me
acobardo, me entro en mi concha a la defensiva…
2. Y sin embargo, es una invitación, un
estímulo humilde pero sincero,
a la acción. Parece como que Jesús nos empuja a salir de la pereza, al miedo,
al egoísmo y a confiar más en Él. Así lo siento. Prueba y verás…
3. Cuando comemos, no es para sobrevivir, o
para no morirnos (dicen los niños cuando les pregunto) sino para poner en
marcha nuestra vitalidad (acción,
creatividad, valentía, denuncia, compromisos…)
4. Y cuando comulgamos, no podemos salir
pasivos, criticones inútiles, espectadores, de balcón…sino “pringaos” de alguna
manera y según nuestras cualidades o posibilidades.
5. De parados, nada. ¿A que sí? Y con premio de Jesús.
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