"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García S.J.
APRENDA A SALVARSE EN TREINTA SEGUNDOS
¿Cuál es el mandamiento principal? Muchos
católicos responderían: «Ir a misa el domingo». A los que piensen de otro modo,
les gustará recordar lo que pensaba Jesús.
El problema de sus contemporáneos
En los domingos anteriores, diversos
grupos religiosos se han ido enfrentando a Jesús, y no han salido bien parados.
Los fariseos envían ahora a un especialista, un doctor de la Ley, que le
plantea la pregunta sobre el mandamiento principal. Para comprenderla, debemos
recordar que la antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248 preceptos y 365
prohibiciones).
¿Se puede reducir todo a uno?
Ante este cúmulo de mandamientos, es
lógico que surgiese el deseo de sintetizar, de saber qué era lo más importante.
Este deseo se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos
Shammay y Hillel, que vivieron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un
pagano a Shammay y le dijo: «Me haré prosélito con la condición de que me
enseñes toda la Torá mientras aguanto a pata coja». Shammay, que era sastre,
lo despidió amenazándolo con la vara de medir que tenía en la mano. El pagano
acudió entonces a Hillel, que le dijo: «Lo que no te gusta, no se lo hagas a tu
prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpretación" (Shabat 31a).
También el Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) sintetizó toda la Ley en una sola
frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo; este es un gran principio general
en la Torá».
La novedad de Jesús
Mateo había puesto en boca de Jesús una
síntesis parecida al final del Sermón del Monte: «Todo lo que querríais que
hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso
significan la Ley y los Profetas» (Mt 7,12).
En el evangelio de hoy Jesús responde con
una cita expresa de la Escritura: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente» (Deuteronomio 6,5). Son parte de las
palabras que cualquier judío piadoso recita todos los días, al levantarse y al
ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No
peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando
continuamente.
La novedad de su respuesta radica en que
le han preguntado por el mandamiento principal, y añade un segundo, tan
importante como el primero: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico
19,18). Una vez más, su respuesta entronca en la más auténtica tradición
profética. Los profetas denunciaron continuamente el deseo del hombre de llegar
a Dios por un camino individual e intimista, que olvida fácilmente al
prójimo. Durante siglos, muchos
israelitas, igual que muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a
través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios
costosos... Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para
llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por
los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. Dios y el prójimo no son
magnitudes separables. Tampoco se puede decir que el amor a Dios es
más importante que el amor al prójimo. Ambos preceptos, en la mentalidad de los profetas y de Jesús, están al
mismo nivel, deben ir siempre unidos. «De estos dos mandamientos
penden la Ley entera y los Profetas» (v.40).
El prójimo son los más pobres (1ª lectura)
En esta misma línea, la primera lectura es
muy significativa. Podían haber elegido el texto de Deuteronomio 6,4ss
donde se dice lo mismo que Jesús al principio: «Escucha, Israel, el Señor tu
Dios es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón...» Sin embargo, han
elegido un texto del Éxodo que subraya la preocupación por los
inmigrantes, viudas y huérfanos, que son los grupos más débiles de la sociedad (la traducción que se usa en
España dice los «forasteros», pero en realidad son los inmigrantes, los
obligados a abandonar su patria en busca de la supervivencia, marroquíes,
senegaleses, rumanos, etc.). Luego habla del préstamo, indicando dos
normas: si se presta dinero, no se pueden cobrar intereses; si
se pide el manto como garantía, hay que devolverlo antes de ponerse el sol,
para que el pobre no pase frío.
Es una forma de acentuar lo que dice
Jesús: sin amor al prójimo, sobre todo sin amor y preocupación por los más
pobres, no se puede amar a Dios.
El ejemplo de unos cristianos pobres (2ª
lectura)
El texto, aunque muy breve, contiene dos
datos interesantes:
1) Resume la predicación de Pablo, al
menos en sus primeros tiempos: el recurso para evitar el castigo futuro de Dios
consiste en abandonar los ídolos, volverse al Dios verdadero y vivir aguardando
la vuelta de su Hijo Jesús.
2) Hay comunidades cristianas no solo en
Macedonia, sino también en Acaya y «en todas partes»; Acaya es la región
situada al norte del Peloponeso, entre la región de Corintia y el mar Jónico.
Esto demuestra que la predicación de Pablo y de los otros misioneros no se
limitó a la ciudad de Corinto, sino que se extendió también hasta relativamente
lejos.
De mi cosecha:
P. Leonardo
Me dejo dejar por la
simplicidad y claridad de Jesús. Y alejo las complicaciones: amar a Dios y amar
al prójimo. Las dos inseparables, las dos interdependientes, Fundamentales.
Las explicaciones, los laberintos, las
justificaciones, los retorcimientos, los recovecos, las excusas, son fuentes
contaminadas…caminos para torear, esquivar y llevar el agua a mi molino.
Admirable Jesús, limpio Jesús, exigente Jesús. ¡Eso es evangelio!
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