"Ventana abierta"
Comentarios breves de Darío Mollá, S.J.
Muchas veces me pregunto si el Jesús al que rezamos y que vivimos es el Cristo crucificado o si también nosotros, como Pedro, queremos suprimir del evangelio y de la vida de Jesús la cruz. Nos quedaría entonces un Jesús edulcorado, buena gente, simpático, incluso cercano a los pobres... Pero no el Jesús entregado, profeta, perseguido por sus enemigos, y que nos ha redimido con su sangre.
¿Y qué más da eso?, ¿tiene alguna consecuencia práctica? Pues yo creo que mucha. El Jesús sin cruz convierte convierte a sus seguidores en "buena gente" o en gente muy correcta y muy educada, pero centrada en sí misma e incapaz de sacrificar absolutamente nada de lo suyo por el bien de otros. Los convierte en gente acomodada a un sistema o modo de vida y preocupada solo por su salvación personal. Y pervierte la solidaridad con los que sufren convirtiéndola en beneficencia ("Yo que soy el bueno te ayudo"), incapaz de reconocer en el rostro del pobre, del que sufre la injusticia, del excluido del sistema, el rostro herido de Cristo que denuncia un estado de cosas que destruye a las personas, a esas personas por las que él dio la vida.
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