"Ventana abierta"
Leonardo Molina García. S.J.
¿INJUSTICIA
O BONDAD? MARRUECOS, LIBIA Y LA ALTERNATIVA DE PABLO
Fe adulta
Durante el período de formación de los
discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de Mateo, Jesús parece disfrutar
desconcertándolos con sus ideas sobre el matrimonio, la importancia de los
niños, la riqueza. Pero el punto culminante del desconcierto lo constituye esta
parábola sobre el pago por el trabajo realizado (Mt 20,1-16).
El protagonista es un terrateniente con
capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se
dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado,
en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un
denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de
la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no
les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo.
Hasta ahora todo va bien. Un propietario
rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el máximo. Se
intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el paro, el que
haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa.
Pero este personaje tan digno se comporta
al final como un cabrón (insulto de base bíblica, usado por el profeta
Ezequiel). Al atardecer, cuando llega el momento de pagar, ordena al
administrador que empiece por los últimos, no por los primeros. Cuando
aquellos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de trabajo, los
demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la esperanza de
recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su parte, reciben
lo mismo. Es lógico que protesten.
¿Por qué no empezó el propietario por los
primeros, los dejó marcharse, y luego pagó un denario a los otros sin que nadie
se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la
indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola.
¿Cabrón o bueno?
Los jornaleros de la primera hora plantean
el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo plantea a
nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo acordado.
Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe que
necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e
irresponsables.
¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y
los de las 5 de la tarde?
En la comunidad de Mateo, formada por
cristianos procedentes del judaísmo y del mundo pagano, predicar que Dios iba a
recompensar igual a unos que a otros podía levantar ampollas. El judío se
sentía superior a nivel religioso: su compromiso con Dios se remontaba a siglos
antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza en su carne, la circuncisión;
había cumplido los mandatos y decretos del Señor; no habían faltado un sábado a
la sinagoga. ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos,
que habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo?
Usando unas palabras del profeta Daniel, ¿cómo iban a brillar en el firmamento
futuro igual que ellos? En este planteamiento se comprende el reproche que les
hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia sino la envidia,
os molesta que yo sea bueno.
Desde la época de Mateo han pasado veinte
siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos sustituirla
por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad de Dios, no
han faltado un domingo a misa, colaboran en la parroquia, ayudan en Caritas, se
enteran de que Dios va a compensarlos a ellos igual que a gente que solo pisa
la iglesia para entierros y bodas, y que interpretan la moral de la Iglesia
según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran
injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si
da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad.
¿No es de hipócritas indignarse?
Si alguno se sigue indignando con la
actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el
que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana,
que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si
examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de
la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no
lo veía. A buen entendedor, pocas palabras.
En cambio, el que es consciente de haber
rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como
debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado
con esta parábola.
Las cinco de la tarde
Cabe el peligro de interpretar lo anterior
como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida”. La
invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque sólo sea una hora, es un
toque de atención No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre
hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca.
Este es el tema de la 1ª lectura, tomada
de Isaías 55,6-9, que usa un lenguaje mucho más severo. No habla de desocupados
sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que
“tendrá piedad” porque “es rico en perdón”. En el evangelio, con fuerte
contraste, no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el
mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas
que necesitan de su ayuda.
Tanto el evangelio como Isaías coinciden
en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy
distintos y más elevados que los nuestros.
Marruecos, Libia y la alternativa de Pablo
(Fil 1,20c.24.27a)
Igual que el domingo pasado, la segunda
lectura no tiene relación con el evangelio, pero sí mucha con la realidad
actual de los miles de muertos provocados por el terremoto de Marruecos y las
inundaciones en Libia.
Pablo está en la cárcel, y no sabe si
saldrá absuelto o lo condenarán a muerte. Para nosotros, la elección sería
clara: absolución. Pablo ve las cosas de otro modo: la absolución le permitiría
seguir trabajando por sus cristianos y por la extensión del evangelio; pero la
muerte le permitiría «estar con Cristo, que es con mucho lo mejor». En esta alternativa,
no sabe qué escoger.
Lo absolverán, y continuará su obra unos
años más, hasta que la muerte le permita estar con Cristo. La semana pasada
hemos experimentado la muerte con terrible tragedia personal, familiar y
social. En medio de tanto sufrimiento, Pablo nos recuerda a los cristianos que
la muerte es el paso a disfrutar eternamente de la compañía del Señor.
De mi cosecha:
1. Dios no
sabe de matemáticas sino de corazón
2. Nos ha dado más oportunidades que “al
Platanito”. Por esto que hoy nos muestra.
3. Siempre nos quiere activos, trabajadores,
incansables buscadores. Hoy, mañana, no importa el tiempo en el que “captas”
esa obligación de trabajar
4. Pero la mejor “captación” es que Dios
en tu vida, siempre te invita y perdona. Bueno, al revés, primero se
compadece de ti y luego, siempre te invita y te paga. Hoy lo está
haciendo. Entérate cómo es Él. No falla.
5. Dios es siempre un Dios de las
sorpresas sorprendente, pero siempre A NUESTRO FAVOR. Agradables…
6. Si hace mucho que has sido fiel ”que te quiten lo bailao” (has disfrutado mucho de ese amor, de ese contacto)…y si has tardado en engancharte, grande es su misericordia contigo. Siempre ¡Aleluya! (gloria al Señor)
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