"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
YO SÉ QUE TÚ ME ESCUCHAS SIEMPRE
3 Las hermanas enviaron a decir a
Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.»
4
Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la
gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. »
5
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
6 Cuando se
enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se
encontraba.
7 Al cabo
de ellos, dice a sus discípulos: «Volvamos de nuevo a Judea»
20 Cuando Marta
supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía
en casa.
21 Dijo Marta
a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
22 Pero aun
ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
23
Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará. »
24 Le respondió
Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día»
25
Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque
muera, vivirá;
26
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? »
27
Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
el que iba a venir al mundo. »
33 Viéndola llorar
Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió
interiormente, se turbó
34
y dijo: « ¿Dónde lo habéis puesto? » Le responden: «Señor, ven y lo
verás. »
35
Jesús se echó a llorar.
36
Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería. »
37
Pero algunos de ellos dijeron: «Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no
podía haber hecho que éste no muriera? »
38 Entonces Jesús
se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía
puesta encima una piedra.
39
Dice Jesús: «Quitad la los» Le responde Marta, la hermana del
muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día. »
40 Le dice
Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»
41 Quitaron,
pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre,
te doy gracias por haberme escuchado.
42 Ya sabía
yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para
que crean que tú me has enviado.»
43 Dicho esto,
gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!»
44 Y salió
el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario.
Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. (Jn. 11, 3-7.20-27.33-45)
¡Señor,
yo también creo que Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías que, anunciado por
los Profetas, ¡tenía que venir al mundo! Marta, te confesó delante de
muchos testigos, porque te amaba y creía en Ti. Creía
que, “Tú eres el Hijo de Dios, poderoso en obras y
palabras”. Y creyó antes de ver el milagro de la
Resurrección de su hermano tras la Palabra de Jesús, con
poder: “¡Lázaro sal fuera!” Creyó y vio la Gloria de Dios a
través de Jesús.
Nosotros, muchas
veces, creemos y no vemos la Gloria de Dios. Y es
que, Jesús nos pide una fe en su Persona que, no
dude. Que no ponga objeciones: “huele mal porque lleva cuatro días
muerto”. ¡Dios, en Jesús, lo puede todo porque para Él, nada es
imposible!! ¡Si nació de una Madre Virgen, sin concurso de varón! ¿No
tiene poder para resucitar un muerto, siendo Él como se
definió: “la Resurrección y la Vida?
Este
milagro de Jesús de devolver la vida natural a un muerto, es un anticipo
de su Resurrección de entre los muertos y de la de todos
los fieles, vivos y difuntos que, se adhieren a Él por
el amor y un apego a su Persona. El Padre, le ha concedido a su Hijo,
el resucitar a los muertos en el Último Día, porque Él, siempre
escucha al Hijo en todo lo que le pide. ¡Qué unión en los deseos
y el Amor, del Padre y el Hijo! ¡Por esto, son Uno, como Dios es
Uno!
¡Oremos
y oremos, para que nuestra fe crezca, como vemos que creció en Marta y María,
los amigos de Jesús! Porque para nosotros, creer en curaciones y
conversiones, lo hacemos casi sin dudar ante los testimonios de las
mismas. Pero creer que, un cuerpo muerto que “ya huele” o
lleva muchos días en el sepulcro, va a volver a la vida en su cuerpo y en
su espíritu, esto, supera nuestras fuerzas, es una gracia grande
de Dios que nos tiene que conceder, porque la fe, viene de Dios y nos
puede hacer “trasladar montañas al mar”. Esta fe, consiste
en “ver” con los ojos de Jesús que, siempre percibía al Padre y
al Espíritu Santo, actuando en todos los momentos de su
vida. Y el poder y la fuerza de Éstos, era su fuerza, sin
distinción.
Cuando
por la oración estamos unidos a Jesús, nos parece a veces que: “ya no
soy yo, sino que Cristo vive en mí”. Y mirando en lo
interior, parece que mi vida ya no luce con la luz propia de
criatura, sino que una Luz de lo alto me trasciende, y yo
soy “otro Cristo”, con sus sentimientos; con el poder de su
fuerza y Amor; con su celo por la Gloria del Padre y con la locura
por la Salvación de todos los hombres. En este Evangelio, Cristo
parece que “ve” a su Padre-Dios, en este dar la
Vida, su Vida.
Así, quisiéramos que quien nos vea, vea a Jesús habitando en nosotros. Pero no por lo que decimos, sino por nuestras obras de amor y entrega, por este estar enamorado de quien loco de amor, me amó primero y dio su vida por mí.
¡Seamos celosos escudriñadores del Corazón de Cristo! Diría yo que, no temamos de ser “impertinentes” porque Jesús nos desea así: ¡sus Amadores y “pegajosos” de su Persona adorable! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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