"Ventana abierta"
¿PARA QUÉ
LA MISA?Web católico de Javier Olivares
Un viernes de hace
dos mil años, un hombre sin pecado ofreció su vida, su sangre y su muerte en un
gesto de suprema obediencia dictada por el amor. Aquel hombre era el Hijo de
Dios, y porque era perfectamente santo, el Padre le abrió los brazos y lo resucitó
en la gloria. Mediante su sacrificio, la humanidad entera entró en la vida
eterna de Dios. Es el sacrificio de Cristo que nos salva, pero Dios nos respeta
tanto que no quiere salvarnos sin nosotros: es necesario que nosotros nos
ofrezcamos junto a Jesús. Y para esto está la Misa, que es la permanencia de su
sacrificio. La Misa es una presencia, una nueva presencia, un nuevo presentarse
Cristo en su único acto redentor; es un hacer presente aquí y ahora el
sacrificio del calvario que llega a ser una realidad de nuestro tiempo, de
nuestra parroquia, de nuestra vida. Por esto es necesario ir con alegría y
reconocimiento.
Es preciso ir con los propios pies, mientras se puede; con la propia boca y con el propio corazón para comer el fruto de la vida. "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6.54).
Explicación de por qué ir a Misa dada
por el Papa Francisco
En su catequesis de la audiencia general realizada el 12 de
febrero de 2014, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco respondió a una
serie de preguntas sobre cómo vivir la Misa y respondió a diversas excusas de
quienes no quieren asistir a la Eucaristía dominical.
“¿Cómo vivimos nosotros la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa,
cuando vamos a Misa los domingos? ¿Es sólo un momento de fiesta? ¿Es una
tradición bien establecida, qué se hace? ¿Es una ocasión para encontrarnos o
para sentirnos bien o es algo más? Hay señales muy específicas para averiguar
cómo vivir esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos dicen si vivimos
la Eucaristía bien, o no la vivimos tan bien”
El Santo Padre dijo que, en cuanto a la Misa, es fundamental
saber que allí tenemos la gracia “de ser perdonados y perdonar. A veces alguien
pregunta: ‘¿Por qué hay que ir a la iglesia, si los que participan regularmente
en la Misa son pecadores como los demás?’. ¡Cuántas veces hemos oído esto!”
“En realidad, quien celebra la Eucaristía no lo hace porque
cree o quiere aparentar más que los demás, sino porque se reconoce siempre con
la necesidad de ser aceptado y regenerado por la misericordia de Dios, hecha
carne en Jesucristo. ¡Si cada uno de nosotros no se siente con la necesidad de
la misericordia de Dios, no se siente un pecador, es mejor que no vaya a Misa!”
“¿Por qué vamos a Misa?”, cuestionó el Papa y respondió:
“porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús, participar en su
redención, en su perdón. ¡Ese ‘confieso’, que decimos al principio no es algo
‘formal’, es un verdadero acto de penitencia! ¡Yo soy pecador y confieso! Así
da inicio la Misa”.
“No debemos olvidar nunca que la Última Cena de Jesús tuvo
lugar ‘la noche en que fue traicionado’. En el pan y el vino que ofrecemos y en
torno al cual nos reunimos se renueva cada vez el don del Cuerpo y la Sangre de
Cristo para la remisión de nuestros pecados. Debemos ir a Misa humildemente,
como pecadores y el Señor nos reconciliará”.
Otro indicador de la vivencia de la Misa adecuadamente, dijo
el Pontífice, es la capacidad de descubrir a los otros como hermanos a partir
del amor a Jesús, para lugar compartir su Pasión y su Resurrección,
especialmente con los más necesitados como aquellos que han sido afectados por
la lluvia en los días recientes en los alrededores de Roma.
“Me pregunto, todos preguntémonos: yo, que voy a misa, ¿cómo
vivo esto? ¿Me preocupo de ayudar, de acercarme, de rezar por ellos, que tienen
este problema? ¿O soy un poco indiferente? O tal vez me preocupo de
chismorrear: ‘¿viste cómo iba vestida aquella, como iba vestido aquél?’.... A
veces se hace esto después de la Misa, ¿o no? ¡Se hace! ¡Y esto no se debe
hacer! Debemos preocuparnos por nuestros hermanos y hermanas que tienen una
necesidad, una enfermedad, un problema”.
Un “último y valioso indicador” sobre la vivencia de la Misa
es la relación entre la Eucaristía y las comunidades cristianas: “debemos tener
siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una
conmemoración nuestra de lo que Jesús dijo e hizo. No ¡Es propiamente una
acción de Cristo! ¡Es Cristo quien los realiza, que está en el altar! Y Cristo
es el Señor. Es un don de Cristo, que se hace presente y nos reúne en torno a
Él, para alimentarnos con su Palabra y con su vida”.
“Esto significa que la misión y la misma identidad de la Iglesia fluyen a partir de ahí, de la Eucaristía, y allí siempre toman forma. Una celebración puede llegar a ser impecable en términos de apariencia, hermosísima, pero si no nos lleva al encuentro con Jesús, puede que no comporte ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia e impregnarla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida: esta coherencia entre liturgia y vida”.
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