"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
LE PUSIERON POR NOMBRE JESÚS
21 Cuando se cumplieron los ocho días para
circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de
ser concebido en el seno.
22 Cuando se cumplieron los
días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a
Jerusalén para presentarle al Señor,
23 como está escrito en la
Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor
24 y para ofrecer en
sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la
Ley del Señor.
(Lc. 2,21-24)
Del cielo es traído este nombre por el ángel Gabriel y
anunciado a María en el momento de la concepción de Jesús. Por tanto, es el
Nombre por excelencia querido por Dios para su Hijo, que va a tomar carne de
María, una virgen de Nazaret. “Significa Salvador, porque salvará a su pueblo
de sus pecados”. No es cualquier salvación la que nos trae Jesús, sino que su
salud es sobre los pecados. Serán perdonados en su Nombre, cosa que sólo puede
hacer Dios.
Los hombres salvan a sus semejantes de muchas cosas, ¿pero de los pecados?...
Dios se ha reservado salvarnos de ellos, por medio del Nombre de Jesús.
Por todo esto, el Nombre de Jesús es adorable, es
bendición para el que lo pronuncia con fe y amor. Decir pausadamente el Nombre
de Jesús es sentir que el rocío de la gracia se derrama sobre todo el ser,
queriendo empaparlo de Santidad y Amor. Dios nos lo ha regalado con este fin y
quiere que lo recibamos con mucha gratitud…
El pueblo judío, no podía pronunciar el Nombre de Dios
porque es sublime. Su Nombre es Él mismo, es Santo, es El Santo; y se valían de
otros títulos, como por ejemplo: “El Bendito”. El Pontífice Caifás preguntó a
Jesús en medio del Sanedrín: “¿Eres tú el Hijo de Dios?”. Y al responder Jesús
que así era, lo condenó por blasfemo. En verdad, habría sido una blasfemia si
Jesús no lo era. Pero lo era. Él era el innombrable que los judíos no podían
pronunciar…; pero Dios, rico en Misericordia, puso a su Hijo entre nosotros:
“Dios con nosotros”, el Salvador Jesús. Y desde entonces, todos podemos invocar
su Nombre para ser salvados. Así, el buen ladrón en la cruz dijo: “Jesús,
acuérdate de mí”… y Jesús le regaló, ese mismo día, el Paraíso, que era el
estar con Jesús eternamente… En su Nombre vivimos; en su Nombre suplicamos; en
su Nombre damos gracias a Dios por todo; y en su Nombre oramos y nos dejamos
tomar y tocar por Jesús… Ante Él nos arrodillamos como lo hace el cielo y la
tierra y los abismos y los mismos ángeles lo adoran arrodillándose…
¡Que su Nombre, pronunciado amorosamente, nos haga ser
más Jesús en sus sentimientos, en sus pensamientos, en sus emociones y en toda
su vida! … ¡Que pueda pronunciar un día, como Pablo: “Ya no soy yo, es su
Nombre y su ser el que habita en mí”…
¡Que así sea!...
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