Querida Antoñita:
Aunque ya hablamos por teléfono primero en
nombre de mi familia y mío, y posteriormente os hicimos la visita de rigor -
que en nuestro caso no lo entendimos así, sino de amistad entrañable y de
acercamiento cariñoso hacia ustedes en los primeros días de sufrimiento y de
infinito dolor - hemos querido dejar pasar un tiempo prudencial, aunque
relativamente breve, para expresaros por escrito nuestro pesar por tan sensible
pérdida y que le llegue al mismo tiempo nuestro sentir a toda la familia.
Por esto, haz extensivo este mensaje a tu esposo
Miguel, a Pili su esposa y a los pequeños Marcos, Javier y Marta, sus hijos; y
naturalmente a sus hermanos Miguel y Mª Paz, y a toda la familia y amigos que
nos consta se han volcado en generosidad y cariño con él.
Queridos amig@s, sé que no estáis solos, que
tenéis una extensa y buena familia, pero quiero que sepáis que seguís contando
con mi amistad y la de mi familia.
¡Cuidaos mucho, tened ánimo y
adelante, Antonio querrá veros bien y felices!
Vuestro Antonio os ha
necesitado mucho, tanto como yo necesito de los míos, viéndome con mucha
frecuencia imposibilitada, llegando a ser dependiente en todos los sentidos; aun
así, nunca se me ha ocurrido recriminar a Dios -como Antonio tampoco lo ha
hecho- las cosas han venido así y no se puede volver atrás en la historia;
además, partiendo de la fe que gracias a Dios tengo, sé que todo es voluntad de
Él, y aunque las crisis continuas, la rigidez en los miembros y los fuertes
dolores me dejen invalidante y postrada en cama, no puedo sentirme triste,
tengo a mi familia: mi madre que gracias a Dios aún me vive con 90 años, a mis
hermanos, y sobre todo a mi marido y mis hijas que son mis pies y mis manos en
todas mis necesidades, dándome la alegría añadida de mis 5 nietos.
Sin embargo, yo me miro
a mí misma y veo que tengo cantidad de limitaciones, que da pena verme en
cierto sentido, sin embargo soy una permanente oportunidad de que otros amen y
sean grandes ante Dios.
Si el Señor permite que
algo suceda, es porque también contamos con toda la fuerza necesaria, la fuerza
que Él nos da para superarlo, o sobrellevarlo por lo menos; porque lo que está
claro es que Dios nos quiere.
Santa Teresa de Jesús
decía:
“Si así tratas Tú a tus
amigos, con razón tienes tan pocos”.
Él permite estas cosas
pero también nos da su fuerza.
Querid@s amig@s, habéis
echado el resto, sin consideraros víctimas por ello; todo lo que le habéis
entregado en tiempo, energía, esfuerzo -que ha sido mucho- se os tendrá en
cuenta, porque ante ustedes se presentó la posibilidad de amar como quizás no
lo hubieseis imaginado de otra forma; él fue un tesoro para ustedes, y habéis
sido grandes a los ojos de Dios.
Fue multimillonario al
tener una familia así, un multimillonario que perdió tal vez 1.000 euros -que fue
su enfermedad- es una cierta cantidad, un precio alto, pero para un multimillonario
¿qué es eso?, cuando ha recibido cariño, una limpia mirada, una mano extendida,
unos brazos siempre abiertos acogiéndolo, unos pies acompañándolo en el camino
de la vida. Todo eso es lo que ha recibido de ustedes.
Antonio sabía que aún
podía amar mucho, que amar lo pueden hacer todas las personas,
independientemente de su estado físico, con tal de tener corazón, un corazón
tan grande como el que él tenía, y gente a su alrededor con la que poder
volcarse, queriendo y sonriendo siempre mientras la vida se le iba acabando.
Yo estoy convencida que desde algún sitio que Dios le ha reservado junto a Él, Antonio os ve y está de alguna manera con ustedes, intercediendo por su familia y sus amigos, mientras esperamos el reencuentro definitivo.
Todo seguirá su curso,
¿verdad, amigos?, pero en el recuerdo van quedando todos los sentimientos
agazapados.
Sobre un reloj antiguo está escrito:
"Ten por cierto que una de estas horas es
la tuya".
Si
la tristeza pone cerco a vuestro corazón e invade sus fronteras, si el dolor
hace nido en vuestra alma y os tortura, hacédselo saber a Aquel en quien
confiamos y que está cerca de nosotros; será vuestra lágrima, su lágrima;
vuestro dolor, su dolor.
Pienso que Dios dijo:
"Cuando un ¡ay! es
dicho por dos o más de vosotros me llega al Corazón y allí encuentra
remedio".
Llorad con los que
lloran- -aconseja el Libro- las lágrimas se secan mezclándolas.
Son aquellas lágrimas
que nacen en lo profundo del corazón, se recogen en los ojos, y desde allí recorren
el camino hasta el cuenco de las manos de Dios.
Las lágrimas que se
comparten aligeran la carga del dolor y lo hacen más llevadero y fecundo. Y
como ninguna lágrima se pierde, Dios las recoge todas, nos serán devueltas
convertidas en Alegría y Vida.
Recordemos también que si bien el morir nos
entristece, consuela el corazón la esperanza de llegar hasta Dios y no dejarle
nunca:
"Dios de vivos es
Dios, que no de muertos".
Nada importa o importa
menos, que todas las horas hieran y la última mate.
A medida que se acerca
el invierno, parece que a nosotros también nos apena ver atardecer la vida y no
sabemos por qué.
Dijo el poeta:
"Ninguna primavera
tiene tal arrogancia que pueda ser continua su fragancia".
Pasan la primavera, el
verano, y su fragancia y su brillo; pero nos queda la Luz, la Alegría, la
fuerza de su savia que en las ramas alumbrará fruto.
No nos apene ver
atardecer nuestra vida, tiene el atardecer una luz especial, un sosiego, un
silencio…, y Dios está más
cerca.
Se nos invita a ser como
la pequeña piedra de la orilla. Cuando Dios pase, cuando su mano la recoja y la
arroje al Lago de la Vida, la pequeña piedra turbará la superficie del agua con
incontables círculos, pero cuando alcance la profundidad, se quedará en una
gran quietud. Se nos invita a que nuestro corazón sea como la pequeña piedra,
Dios está esperando en el fondo.
Antonio ha partido
al Cielo dejándonos una lección reflejo de lo que él ha sido, enseñándonos que
se muere como se ha vivido, tan sencillo como se ha sido, y agarrado
fuertemente a Dios que es lo único importante.
Preparándose durante
mucho tiempo, para soltar las amarras del norai del puerto, cuando el Señor lo
ha querido, dejándonos una gran huella luminosa.
A pesar de la profunda
tristeza que la realidad de la muerte nos causa, se hace presente en nosotros
la seria invitación a la profunda aventura de vivir; que nos sintamos vivos,
que sintamos que hay vida en nosotros y que nuestra vida pasa a los
demás.
Si Dios transformó con
su aliento el barro, aliento quiere recoger y no barro.
Vivamos pues, profunda,
plenamente, sintamos que en nosotros es verdad lo que cantó el poeta:
"Vivir es algo más
que morir un poco cada día".
¿Por qué Dios hace estas
noches del día, estas oscuridades, esta angustia? -nos preguntamos-. Si
quisiéramos escuchar oiríamos la voz:
"Dios no hace
la oscuridad ni la angustia, Dios está al otro lado amaneciendo".
Nuestro Padre se llevó a Antonio, para que no
sufriera más, para llenarle los ojos de estrellas y así poder ver brillar la
Luz de su Gloria con nuevo resplandor. La Gloria del Señor lo envolvió en su
Claridad, y él fue con vela encendida al encuentro y al abrazo de su Salvador,
diciéndole:
"Señor, yo he
vivido esperándote, y los latidos de mi corazón eran tus pasos".
Me pongo, Señor, ante tu
presencia, y sucederá lo que Tú quieras.
Y recibió al Autor de la
Vida abriendo las puertas de su corazón de par en par y Dios lo llenó de su Luz
y de su Paz.
Y seguro que también le
dijo:
"Hijo, ven Conmigo,
¿Tienes hambre?"
La clave está en la
Sonrisa de Dios al recibir a sus hijos en su Casa para siempre.
¡La clave está en su
Sonrisa, y Dios siempre Sonríe!
Así podemos imaginar a
Dios:
Buen Pastor reuniendo a todas
sus ovejas.
Padre acunando a sus
hijos cansados de errar por esta vieja tierra.
Creador escribiendo la última
y gozosa línea de su Gran Poema.
Cuando no os sintáis
bien, acudid a Dios.
Cuando no salga el sol,
inventaos todas las estrellas.
Que nada os haga sufrir
ni llorar, hasta olvidar la alegría de la Resurrección.
En la noche es cuando
más brillan las estrellas, en la oscuridad quizás también descubramos que
Alguien nos quiere, que Alguien nos acompaña, que el abrazo de Dios nos
sostiene, y el brazo de Dios también sabemos que es Jesucristo.
Antonio aquí en la
tierra fue purificado, y seguro que desde un lugar privilegiado del Cielo, os
seguirá ayudando y lo notaréis.
El Señor viene y
llena el hueco de nuestra existencia, entra por nuestros poros, hace de nuestro
corazón su Casa, y con su Sonrisa nos va consolando en las horas duras y de
prueba.
Que Jesús en su Pasión y Resurrección os siga
ayudando con esa su Fortaleza y os anime para continuar adelante.
La Virgen María está presente como Madre de los
Dolores, pero también como Madre del Remedio,
siempre cercana a ustedes,
siempre cercana a todos sus hijos, sobre todo cuando sufren.
Recojo aquí unas
palabras de San Agustín:
Una lágrima por el
difunto se evapora.
Una flor sobre su tumba
se marchita.
Pero una oración por su
alma siempre la recoge Dios".
Sólo Dios sabe las
razones, nosotros las desconocemos y lloramos su ausencia y la de todos
nuestros seres queridos que nos van precediendo y, que un día nos abandonaron
para dirigirse velozmente a la meta.
Antonio ya contempla
cara a cara la belleza de Dios, compartiendo el gozo de la Jerusalén del Cielo,
y se encuentra en el mejor sitio que podemos desear, en los brazos siempre
abiertos del Padre.
Te
confiamos, Señor, su corto pasado a tu Misericordia.
Su futuro a tu
Providencia, ya siempre Contigo, con tus Ángeles y tus Santos.
Amig@s:
Que no os angustie la
pena
por la triste despedida,
porque allí estará DIOS
para llenarle de VIDA.
¡Callad, amig@s, callad!
y descansad en mi
costado,
porque con el corazón
yo estaré a vuestro
lado.
Que no hacen falta palabras,
ni rosas, ni tampoco
labios...,
sólo vuestras miradas en
la mía
y vuestras manos en mi
mano.
Cuánto cuesta la
separación, el desarraigo...
Cuánto cuesta ir avanzando
sin las personas que queremos...
Qué gran vacío dejan en
el corazón y en el alma; pero al mismo tiempo qué alegría y qué agradecimiento
por la fe en la resurrección que nos hace vivir con tanta esperanza
los acontecimientos de muerte, y el reencuentro definitivo llegará y será por
toda la eternidad.
Querid@s amig@s, llegará
de nuevo en breve el 2 de Noviembre, Día de los Difuntos. Pidamos por todas
aquellas personas, familiares y amig@s querid@s de cada un@ de nosotr@s, que
nos dejaron honda huella imposible de borrar.
Siempre les llevaremos
grabad@s en nuestros corazones.
Que el Señor les haya
acogido en su seno y les haya conducido a la Vida Eterna.
¡Que así sea!
Os enviamos un abrazo
con el cariño profundo de nuestro corazón, y con él en la medida de lo posible,
infundiros ánimo y esperanza.
Vuestros amigos incondicionales:
Angelita Grueso y
familia.