"Ventana abierta"
Querida Asunción:
¡Siento mucho lo
referente a tu prima y el dolor que debe sentir esa preciosa familia que ella
formó, y además con el agravante añadido de la tristeza y la pena con la que se
habrá ido sabiendo que dejaba atrás a su pequeña hijita, a su esposo, y desde luego a todos los familiares
más cercanos, incluyéndote a ti y a tu hijo, naturalmente!
Parece todo un sinsentido ¿verdad?
Nos consta que Dios sabe lo que hace. Los designios de Dios son inescrutables, como
ya sabemos. Pero una cosa es saberlo y otra muy distinta es entenderlo.
¿Por qué tanto dolor? ¿Es necesario pasar por tantos padecimientos? Esa es la pregunta que todos nos hacemos.
El dolor es un misterio ineludible e inevitable y por eso todos rehuimos
pasar por la prueba, porque es sinónimo de sufrimiento, todo se nos hunde, todo
se nos vuelve negro. Por eso es importante pedir por aquellas personas que
están en el sufrimiento o en la prueba para que experimenten el amor del Padre
y la presencia consoladora del Espíritu Santo, junto con la de toda su familia
y amigos.
María es nuestra Corredentora, Ella estuvo al pie de la cruz
y está al pie de la cruz de todos sus hijos ofreciéndoles su consuelo. Lo
sabemos todos los que nos consideramos creyentes, ¿verdad? pero aún así es muy
duro, ¡durísimo!
Sin embargo, nuestro final va a ser el mismo para todos tarde o
temprano, y el desarraigo será siempre muy doloroso; pero nos queda la firme esperanza de encontrarnos un día con todos nuestros seres queridos, transformándonos,
y siendo felices por siempre donde ya no habrá lágrimas ni dolor
-al menos eso
es lo que se nos dice en la Biblia-
ya seremos como ángeles.
Así se nos dice también, cuando
en una parábola -que tú conocerás en (San Marcos. 12, 18-27- le preguntan unos saduceos a Jesús: "Había siete hermanos, el primero se casó y murió sin hijos, el segundo se
casó con la viuda y murió también sin hijos, y así sucesivamente, y ninguno de los siete dejó hijos.
Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de
cuál de ellos será mujer? Porque los siete
han estado casados con ella".
Jesús les respondió:
"Cuando
resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del
cielo..."
-He abreviado un poquito para no alargarme tanto-.
Querida Asunción, estamos muy equivocados, preguntarnos cómo
serán las cosas después de la muerte es una curiosidad lógica, pero, según
Jesús, estamos equivocados. No entendemos el poder de Dios, nos paramos en la
muerte y para Dios no hay muerte. Él nos ha creado para la vida y esta vida
continúa en la vida eterna.
La vida no termina se transforma.
Jesús sí lo entendía, por eso cuando celebró la
Última Cena, elevando los ojos al Padre le rezó diciendo: "Padre, los que me
confiaste quiero que estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria; la que me
diste, porque me amaste antes de la creación del mundo".
¡Qué consuelo!, aunque
sigamos sin ver, porque "estáis muy equivocados", nos dice Jesús.
Recibid nuestro abrazo más cercano, querida Asunción, también con la ayuda de Dios,
que Él esté cerca de su pequeña y su marido, y de ustedes para afrontarlo y reponeros de este dolor lo antes posible;
porque queramos o no, la vida continúa para todos y aún no nos ha llegado el
momento de soltar las amarras que nos sujetan aquí.
El Señor sabrá el
momento oportuno para cada uno de nosotros ya que por el Bautismo todos fuimos injertados en Cristo e incluidos en su sufrimiento y pasión, muerte
y resurrección, para alcanzar la salvación y la vida eterna.
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