"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SED PRUDENTES CON LOS PROFETAS FALSOS
15 « Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los
abrojos?
17 Así, todo
árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.
18 Un árbol
bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.
19 Todo
árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego.
20 Así que por sus frutos los reconoceréis. (Mt. 7, 15-20)
¿Quiénes son los profetas falsos?: aquellos que
no confiesan que Jesús es el Hijo de Dios y, Dios con el Padre y el Espíritu
Santo. ¡Esta es nuestra fe inamovible, es dogma para toda nuestra vida! Y, por
ser dogma, va más allá de nuestra inteligencia y comprensión. Se nos da para
que lo creamos y lo amemos porque Dios nos lo dio, para que, por ello, nos
unamos más con Él y alcancemos así la vida eterna.
Y, además, ¿qué más caracteriza a estos
profetas falsos? Pues, dice Jesús que “por sus frutos los conoceréis”. Y, el
mayor fruto, el máximo, es el Amor. Éste “ha sido derramado en nuestros
corazones, con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Y, es que, el que está
lleno de su Espíritu, rezuma en sus palabras y en su obrar, el Amor. Éste es el
único que identifica a un cristiano de los que no lo son. Pero, el Amor de Dios
no es algo etéreo sino algo muy concreto: es humilde y no arrogante; es bueno
sin que se mezcle en él el mal y el bien; es paciente y acoge en el seno de su
caridad a malos y buenos, como hace Dios con nosotros, que “hace salir su sol
sobre malos y buenos, y manda su lluvia a justos e injustos”.
Y, ¿qué más frutos nos dan los profetas
verdaderos? Pues sus palabras son sencillas y así Dios las unge de Espíritu
para que su voz penetre en sus oyentes. No así el fruto de los profetas falsos,
que su hablar es grandilocuente y lleno de máximas humanas que embaucan a los
oyentes incautos. Quieren, con su entendimiento, hacer comprensibles los
Misterios de Dios y carecen de la humildad necesaria para que sientan temor de
Dios, nombrándose a sí mismos maestros de la trascendencia divina. Pero Jesús,
ya nos avisó, que “uno sólo es nuestro Maestro, Cristo, y todos los demás sois
hermanos”. Dios sólo se revela a los que reconocen que son unos pobres pecadores
y todo lo esperan de su misericordia. Nuestro Dios es el Único Dios que todo lo
abarca y todo lo puede. Y, a Él sólo se debe el honor y la gloria...
Y Jesús avisa a sus discípulos para que sean
prudentes con estos falsos hermanos. El sentido de la fe, que Dios da a los
pequeños, a los humildes, será como el faro que los hará distinguirlos entre
mil predicadores. Y hoy abundan los “maestros de la mentira” que halagan los
oídos. Como nos avisó Jesús: “muchos se presentarán diciendo “yo soy”. No
vayáis tras ellos porque os precipitarán fuera de la voluntad de Dios, para que
no os salvéis”
La humildad del profeta verdadero es notoria
para el que tiene los ojos limpios de la fe. Porque, “el simple” que busca a Dios es humilde y
distingue entre mil lo que es Palabra de Dios de lo que son máximas humanas y
prácticas fuera de la sencillez y profundidad del Evangelio.
¡Oh Señor, en este mundo nuestro tan peligroso
y lleno de ofertas halagüeñas, haznos discernir, sin complicaciones, donde
habita tu Espíritu Santo y donde “el padre de la mentira”, el Diablo, que hace
su acopio en las almas ingenuas que ¡no saben discernir el bien del mal!
¡Tú, Espíritu Santo, nos has de guiar en nuestro caminar hasta la verdad plena que es Jesucristo, el Hijo de Dios! ¡Tú, Señor, has orado por nosotros para que nuestra fe no se apague y lleguemos al cielo, un día, para gozar de tu presencia amorosa eternamente! ¡Espíritu Santo, cuídanos, mantennos en el bien y en la verdad! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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