"Ventana abierta"
Web católico de Javier
Vine a la Tierra
porque te amo. Renuncié a cuanto tenía, a todo el poder, la gloria y el
esplendor del Cielo, para poner a tu alcance el preciado tesoro de la salvación
y la vida eterna. Era dueño del universo; no obstante, sin haberte entregado Mi
amor ni haber recibido el tuyo, me sentía incompleto. Sabía que si optaba por
venir a la Tierra y vivir y morir por ti, podría esperar con ilusión el más
valioso de los regalos: tu amor.
Hace mucho, mucho tiempo, la noche en que nací, di comienzo a
una cadena eterna de amor, y cuento con que tú la continúes. Mi regalo de
salvación es para todo el que lo acepte. Anhelo que todos los habitantes de la
Tierra me conozcan y perciban el amor que albergo por ellos. Sin embargo, he
escogido obrar por medio de seres humanos. Mi mensaje siempre ha sido y será
transmitido por los labios, las manos, los pies y los actos de quienes han
decidido ser Mis amigos, Mis seguidores, Mis discípulos. A lo largo de los
siglos, cientos de miles de seguidores Míos se han entregado a la labor de
perpetuar esta cadena de amor.
Algunos han dado poco; otros, mucho; y hay quienes se han
entregado de lleno. Mas cada uno puso de su parte para continuar la cadena,
según lo que quería dar, conforme a lo que Yo le indicaba, en proporción a su
fe y su deseo. Algunos llevaron Mi mensaje a miles o millones de personas.
Otros enseñaron la verdad a apenas una o dos. Sin embargo, todos participaron,
todos fueron necesarios, y Mi gran cadena mundial de amor no se habría
completado si cada una de esas personas no hubiera hecho su parte.
A veces he vuelto la vista atrás y me he puesto a pensar qué
habría sucedido si no hubiera escogido venir a la Tierra en carne humana. Pero
en ningún momento me he arrepentido de las decisiones que tomé. Desde la
primera noche, cuando nací en aquel humilde establo, y los ángeles cantaron, y
la estrella proclamó su mensaje por todo el firmamento, tuve la plena certeza
de que la ruta que había tomado valdría la pena.
Por obtener tu amor habría hecho cualquier sacrificio. Mi
Padre y Yo pudimos haberte creado de forma que me amaras automáticamente, o
como un ser perfecto y sin pecado, garantizándote con ello un sitio en el
Cielo. Sin embargo, Yo conocía la profunda verdad de que no puede considerarse
amor lo que se entrega por obligación y no por voluntad propia. Amar es
sinónimo de dar. Dar no es solo un acto de amor; es la propia esencia del amor.
No existe amor de verdad sin entrega. No existe amor genuino sin sacrificio.
Eso te enseñé el día que bajé del Cielo. Ese es el auténtico espíritu de la
Navidad: dar, compartir, interesarse por el prójimo. Dar siempre cuesta, pero
por otra parte conduce a generosas recompensas. Quien se entrega abnegadamente
descubre la mayor de las satisfacciones, tanto aquí en la Tierra como en la
esfera celestial.
En esta Navidad quiero que pienses en la generosidad y el
servicio a los demás. Quiero que recuerdes lo que Yo te obsequié cuando
descendí a la Tierra y lo que te he dado desde entonces, tanto lo grande como
lo pequeño, las oraciones que has visto respondidas y las bendiciones que te he
otorgado. Tómate un tiempo para repasar tu vida desde la perspectiva de lo que
has recibido de Mí.
Luego quiero que medites sobre lo que has entregado a los
demás. Piensa en las veces en que decidiste dar más importancia a la felicidad
y el bienestar ajenos que a los tuyos. Piensa en las ocasiones en que te
sacrificaste, en que te brindaste a alguien aunque te resultó difícil. Luego
piensa en las recompensas que te he dado. Es posible que muchas veces no fueras
consciente de ellas, ya que la relación no siempre es muy clara. Pero creo que
te darás cuenta de que, en cada situación, tarde o temprano tu generosidad te
fue retribuida, pues Yo siempre premio esos gestos.
Ahora quiero que dirijas la vista hacia el futuro. Piensa en
las promesas que te he hecho y que todavía no has visto cumplidas. Aguarda
expectante su cumplimiento, sabiendo que Yo disfruto dando aún más de lo que tú
disfrutas recibiendo.
Hecho esto, piensa en lo que darás a los demás en el año que
comienza. Ora para ver quién necesita algo que tú estés en situación de dar.
Piensa en los efectos positivos, estupendos, maravillosos que eso tendrá, no
solo en los que reciban tu ayuda, sino también en tu propia vida. Piensa en
cómo sonreiré cuando te vea hacer tu parte por consolidar esta gran cadena de
amor.
No solo quiero que Mi cadena de amor se mantenga: anhelo que se extienda y se haga más firme. Quiero que rodee toda la Tierra, que todos tengan oportunidad de participar. Ansío que Mi Espíritu de amor afecte la vida de cada persona del mundo. Así pues, da, y se te dará. Entrégame a los demás. Llévales Mis Palabras. Ofrécete a ellos. Haz tu parte para que el máximo número posible de personas sienta Mi Espíritu. Por encima de todo, entrega amor.
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