"Ventana abierta"
LA VIRGEN MARÍA SOSTIENE AL CREADOR
P. Santiago Martín
Franciscanos de María
María al pie de la cruz por fin se encontraba
cara a cara con su Hijo. Allí estaba Él, destrozado, a punto de terminar su
paso por la tierra. Y abajo estaba Ella, viéndole, mirándole a los ojos
realmente más muerta que viva. Ella estaba siendo en ese momento su apoyo,
quizá su único apoyo al menos sicológico. Ella era la criatura que sostenía al
Creador. No era la primera vez en la historia, ni la última, en que una mujer
apoyaba a un hombre, menos a uno de su familia, y mucho menos una madre a un
hijo. No era la primera vez que un hombre se apoyaba en una mujer.
El papel estaba allí diseñado desde eterno.
María que apoya a su Hijo.
Pero este era un caso especial, un caso
completamente distinto, porque María además de ser Madre era Hija. María era la
criatura y estaba en ese momento apoyando al Dios Creador.
Nos encontramos por lo tanto, ante una
situación verdaderamente inédita en la historia, nunca en la humanidad, nunca
una mujer había tenido un puesto, una misión tan importante como aquella, tan
original, tan grande. Estamos realmente ante el culmen de la historia de la
humanidad, la criatura sostiene al Creador; le sostiene precisamente en un
momento en el cual la propia espiritualidad y psicología del Creador se
encuentra en entredicho, y Éste ha gritado: "¡Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?!". Y no tiene otro apoyo sicológico que el de una Criatura que
sufre.
¿Cómo pudo hacer eso la Virgen María?
Sabemos que Ella era Inmaculada, por supuesto;
pero también era Inmaculado Él, y estaba en ese momento asaltado por las dudas;
tampoco en Jesús había pecado, y en ese momento se encontraba absolutamente
sumido en la desesperación; también había sido inmaculada Eva, no había
conocido el pecado, dado que es ella la que hace el primero, y sin embargo
peca.
En esa tarde del Viernes Santo, queridos
amigos, tengo la impresión de que el demonio había obtenido permiso para reinar
en el mundo y pasearse victorioso; y solamente había un obstáculo, y era la
Inmaculada.
Estoy seguro de que él había contado con la
victoria -antes había vencido en otra mujer, en Eva, cómo no iba a vencer ahora
en María- él seguramente pensaba que precisamente el amor de la Madre al Hijo,
haría que al final el odio se instalara en el corazón de María y que Ella
terminara por sucumbir, porque ese amor sería la causa de su derrota.
No fue así, el infeliz como no había tenido
madre, no sabía lo que era el amor de una madre; él contaba con la mujer, pero
no contaba con la madre.
Estoy seguro de que si Eva antes de la tentación hubiera sido madre,
probablemente no habría pecado, porque es imposible para una madre normal
cometer algo que haga daño al hijo.
Pues bien, María vence al demonio no dejando
que el odio entre en su corazón, porque si hubiera cedido a ese odio,
inmediatamente ese odio la habría separado de su Hijo.
María es la Criatura que sostiene al Creador,
es la Mujer que apoya al Hijo, es la que no se deja vencer por el odio, porque
sabe que en esa batalla definitiva, el odio es precisamente la victoria del
enemigo de su Hijo.
Estamos -como digo- ante un momento
cumbre en la historia de la humanidad, la Criatura sostiene al Creador, porque
sabe que solamente el amor permite que la unidad entre Madre e Hijo, entre
Creador y Criatura, se mantengan.
Queridos amigos, les invito a ustedes
especialmente, a que hagan eso, a que imiten a la Santísima Virgen. Les invito
a que acudan a Orense, a ver una imagen impresionante de la Desolada, de la
Dolorosa, atribuida a Gregorio Hernández, y que contemplen esa mirada de la
Virgen que se levanta hacia el cielo, y que parece una mirada de desesperación,
pero en realidad es una mirada victoriosa, es una mirada de una Mujer llena de
dolor, pero a la vez de una Mujer que está decidida a no rendirse al odio.
Cuando nosotros estamos sufriendo, cuando lo
estamos pasando realmente mal, el problema es doble, el problema es por un lado
experimentar el dolor, y por otro lado experimentar el dolor añadido de dudar
del amor de Dios.
Cuántas veces me he encontrado con mujeres y
con madres que, además de experimentar la angustia propia, experimentan la
angustia añadida del dolor del ser querido.
Recientemente una
madre me llamaba para contarme que su hijo había muerto de droga, una mujer
creyente, una mujer muy practicante se preguntaba en ese momento angustiada:
"¿Por qué? ¿Por qué Dios lo permite, por qué?
No tengo palabras para
dar respuestas, simplemente les invito a que miren a la Virgen, a que no
se dejen llevar en ese momento de desesperación por la duda, a que no se dejen
enloquecer por la angustia hasta el punto de dudar del amor de Dios; porque es
en ese momento cuando habrán dejado de estar cerca de su hijo, cerca de Dios,
cerca del que por encima de todo -aunque no lo entendamos- sigue siendo
la Fe, el Amor y la Esperanza.
Hagamos como María, que vence que vence el mal
a fuerza de bien, que sostiene al Hijo creyendo en el amor de Dios, incluso
aunque no haya motivos para seguir sosteniendo o para seguir creyendo.
Que María, la Virgen Desolada, la Virgen que sostiene al Hijo, nos ayude a nosotros a estar al pie de la cruz, sosteniendo a aquellos que nos necesitan olvidándonos de nuestros propios dolores, para ayudar a aquel que sufre más que nosotros. Olvídate de ti para sostener a tu hijo, olvídate de ti para sostener incluso al Cristo crucificado.
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