"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
VELAD, PORQUE VUESTRO SEÑOR LLEGARÁ
42 « Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
43 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa.
44 Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.
45 «¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo?
46 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así.
47 Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda.
48 Pero si el mal siervo aquel se dice en su corazón: "Mi señor tarda",
49 y se pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos,
50 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe,
51 le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes. (Mt. 24, 42-51)
Jesús nos habla a todos los cristianos del día de Su Venida y nos sigue recomendando con insistencia que, estemos en vela, atentos y no distraídos con múltiples ocupaciones que, puedan hacernos olvidar que Él va a llegar. El que no sepamos el día y la hora, no nos puede llevar a engaño de que nuestra ignorancia es señal de que no sucederá.
Y, decimos: ¿y cómo mi vigilia será verdadera, de forma que, sin dejar de cumplir mis obligaciones de estado que también son voluntad de Dios, pueda mi corazón estar en este “evento” que no tardará en llegar? Pues, cuando mi deseo se lanza allá donde siento qué es lo que me da vida: Jesucristo y sus Misterios, entonces, todo mi ser está en vela. Y, sólo esto es posible si hago de la oración mi ejercicio más cuidado y deseado. Entrar en comunión con Él, me hace amarlo sobre todas las cosas y veo que mi vida sólo tiene sentido referida a Jesús.
Meditar de continuo, y lo que me permita mi natural flaqueza, en las cosas de Dios, me va familiarizando con la presencia de Dios y mi deseo de Él crece, así como mi amor y mi fe. Porque, creer en Dios es estar viéndole en cada momento en todo lo que me sucede, pienso, siento y quiero. Él endereza en esta búsqueda lo que puede ir algo torcido o no limpio del todo. Su Espíritu Santo es mi gran Aliado en esta búsqueda y encuentro con Él. Y si, en algún momento, o en muchos, “pesco” que me he salido de esta pista que me lleva a la Vida Eterna, venzamos de nuevo nuestra pereza e insensatez, por una oración de súplica y piedad que alcance en esta oscuridad la mano poderosa y misericordiosa del Espíritu de santidad, porque “¡Él sí que nunca duerme, es mi Guardián” y cumple su oficio, insobornablemente!
¡Dios quiera que no nos cansemos de hacer y de buscar el Bien, dándonos cuenta de que estamos habitados por una Presencia que es el Amor! ¡Señor, escucha mi oración, Tú que eres fiel ¡atiende a mi súplica!¡Escúchame! ¡Tú eres mi Dios, por ti madrugo porque, velando, medito en ti Señor, ya que mi alma tiene sed de ti! La oración de súplica, consciente, es la que más se compadece con nuestra condición de criatura, de siervo fiel y de hijo agradecido y ansioso de agradar en todo a su Padre del Cielo que no puede dejar de ser bueno con todos y cariñoso con todas sus criaturas. Y, con sus hijos, aquellos que ha adoptado como tales, con éstos el despliegue de su ternura es infinita porque al contemplarlos, no puede dejar de ver en nosotros la imagen de su Hijo, el Amado, donde todo Dios se complace.
¡Señor, que no temamos en modo alguno el Día de tu Venida, sino que, en nuestro estar despiertos, te miremos con gozo y deseo de poder ya unirnos a ti por el Amor y te ofrezcamos un corazón donde habites, a gusto, como en casa propia, ¡así, como en el Seno Trinitario!
¡Qué así sea mi Dios, por tu gran misericordia y piedad! ¡Amén! ¡Amén!
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