"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
La persona llena del Espíritu Santo es verdaderamente generosa, y por eso reacciona con generosidad cada vez que alguien la necesita. No tiene que estar motivándose o preparándose para poder hacer una obra buena. Le sale del corazón.
Cuando tenemos una amistad más o menos profunda con alguien, siempre tendremos que dar algo. Y a veces, cuando estamos buscando un poco de tranquilidad, se acerca alguien que necesita de nuestra ayuda. Pero si tenemos un falso ideal de felicidad, viviremos sintiendo a los demás como ladrones que roban nuestro tiempo y nuestras cosas, escaparemos de ellos, o simplemente los soportaremos con una cuota de nerviosismo disimulado.
Pero alguien resentido o egoísta, que busque a Dios para liberarse de las molestias de lo demás, no sería un verdadero místico. Sería solo un terrible ególatra o un enfermo que usa a Dios para disimular su incapacidad de amar.
Si alguna vez hemos amado de verdad a alguien, sabemos que el amor vale la
pena; si algún día hemos sido verdaderamente generosos, sabemos que eso nos
hace felices. Un corazón generoso vive mejor. Pero como el amor no se fabrica
ni se inventa con las capacidades humanas, hay que pedirlo como un regalo
sublime del Espíritu Santo.
"!Ven Espíritu Santo, y enséñame a amar!"
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