"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
AQUÉL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENSALZADO
1 Y sucedió que, habiendo ido en
sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban
observando.
7 Notando cómo los invitados
elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:
8 « Cuando seas convidado por
alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido
convidado por él otro más distinguido que tú, .
9 y viniendo el que os convidó a ti y a él,
te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar
avergonzado el último puesto.
10 Al contrario, cuando seas
convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el
que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será
un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa.
11 Porque todo el que se ensalce,
será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
12 Dijo también al que le había
invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos,
ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos
te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa.
13 Cuando des un banquete, llama a
los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos;
14 y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lc. 14, 1.7-14)
Jesús, no sólo nos enseñó la humildad en
primera persona: “aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón”. Y también los autores sagrados nos hablaron
de Él, como el hombre más humilde que ha pisado nuestra tierra: “Él, siendo
de condición divina, se despojó de su rango y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos y se rebajó hasta la muerte y una muerte de
cruz”. ¿Cabe decir más de nuestro Señor Jesús, Dios y Hombre verdadero? ¿Y por
qué Jesús tomó el camino de la humildad para revelarse a los hombres y
salvarlos? ¿No será porque Dios es
el Grande?: En Él, no cabe mayor grandeza ni
exaltación. Nuestro Dios, es inmenso y nada de nuestra alabanza o adoración
lo puede engrandecer, ni un ápice. Por esto, no anheló hacerse
igual a Dios, cuando se hizo hombre, pues era Dios. Pero lo que
no podía ser por su naturaleza divina: pequeño y
pobre, en definitiva, criatura, lo quiso tomar en su naturaleza
humana, asumida por el Verbo de Dios.
Así, el hombre no debe compararse con sus
semejantes, pues todos son de la misma condición: creados y seres
dependientes de Dios en todo. Él, debe compararse siempre con quien lo ha
creado, pues, aunque Dios nos hizo con inmenso amor, eso no quita de
nuestro ser la fragilidad y la pequeñez.
Y en este trasfondo de luz, parece que resalta la
figura de María. Ella, después de su Hijo Jesús, es la
criatura más humilde que ha existido. Y esto lo sabemos, porque
en su canto de alabanza, “El magníficat”, se dice Ella
misma “humilde y pobre”. Su única riqueza, es haber sido “mirada
por Dios”, porque al que Dios mira con predilección, le hace humilde,
como Dios es humilde. La soberbia, no tiene nada que ver con
Dios, y sí con el Maligno que, es soberbio siempre.
En las advertencias que da Jesús, en el banquete
del fariseo, sobre “los primeros puestos y los últimos”, lo
que quiere resaltar, es que, la humildad agrada a Dios y al
tenerla, Él los mira con amor y los ensalza a los primeros
puestos: “sube más arriba”. Pero, no sólo es escoger el último
lugar, sino elegir como comensales, a los más despreciados de nuestra
sociedad: los pobres, lisiados, cojos y ciegos.
Ellos, sólo esperan de Dios el remedio a su desvalimiento,
porque son ellos los que, en propia carne, saben que hay un Dios
que tiene entrañas de misericordia y ésta, se derrite ante los que
carecen de bienes, porque su confianza está sola puesta en Dios.
El que ha comprendido este amor al miserable, se
pega a Dios para hacer como Él. Y ya en esta vida, saborea que es
mirado por el Señor con amor de predilección. Es ya aquí
bienaventurado y santo, como Santo es Dios.
Así pues, busquemos caminos de humildad y no de
mayorías, pues en esta atmósfera, “huele a Dios” y los
hombres, aún los malos, saben distinguir este aroma que, es más
del cielo que, de la tierra. ¡Amén, Amén!
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