"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
PARA EL SÁBADO DE LA VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (2)
“Un hombre que se iba
al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes”, y
luego se marchó. Así comienza la “parábola de los talentos” que nos presenta la
liturgia de hoy (Mt 25,14-30). A cada uno le dejó talentos según su capacidad;
a uno cinco, a otro dos, y a otro uno. Al final de la parábola vemos que “al
cabo de mucho tiempo” el hombre regresó a pedir cuentas a cada uno sobre qué
había hecho con los talentos que le había encomendado. Siempre me ha llamado la
atención el uso en esta parábola de la moneda muy valiosa llamada “talento”
(equivalente a unos 6,000 dracmas), la misma palabra que utilizamos para
describir los dones, los carismas, las habilidades que Dios nos ha prodigado.
La figura del hombre que se va a extranjero
nos evoca la persona de Jesús, quien luego de su gloriosa resurrección, nos
dejó a cargo de “sus bienes” (“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio
a toda creatura” – Mc 16,15), para regresar en el último día, cuando tendremos
que rendir cuentas sobre nuestra gestión aquí en la tierra.
Y Dios, que es justo, nunca nos va a exigir
más de lo que podemos dar (“a cada cual según su capacidad”), pero la parábola
nos está diciendo que tenemos que dar el máximo, utilizar esos talentos que
Dios nos ha encomendado, para la gran obra de la construcción de Reino. La
actitud del que, temeroso, escondió la moneda para no perderla, nos apunta a
otra exigencia. No podemos “sentarnos” sobre nuestros talentos para no
arriesgarnos a perderlos. No. Tenemos que estar dispuestos a arriesgarlo todo
por el Reino. No arriesgar nada equivale a no ganar nada. Se nos ha encomendado
la semilla del Reino. Si nos conformamos con guardarla en nuestro corazón y no
salimos a sembrarla por temor a que no dé fruto, estaremos obrando igual que el
empleado que hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Como hemos dicho en innumerables ocasiones,
evangelizar, “invertir” los bienes que el Señor nos ha encomendado no quiere
decir que todos tenemos que salir a predicar de palabra el evangelio por campos
y ciudades. El Señor es claro: “a cada cual según su capacidad”. Hay muchas
formas de predicar la Buena Nueva del Reino, siendo nuestro ejemplo de vida,
arriesgándonos a la burla y al discrimen, la mejor de ellas. Hoy tenemos que
preguntarnos: ¿Cuáles son mis talentos que puedo poner al servicio del prójimo
para adelantar la causa del Reino? Cantar, acompañar enfermos, cocinar,
limpiar, barrer, leer, enseñar…. Cuando regrese el “Señor”, ¿qué cuentas voy a
rendir?
En esta parábola encontramos nuevamente la
figura del “banquete” como premio para el que ha sabido administrar sus
talentos, y las tinieblas y el “llanto y el rechinar de dientes” para el que no
lo ha hecho. Y tú, ¿a dónde quieres ir?
Buen fin de semana a todos, y no olviden visitar la Casa del Padre.
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