"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA SEMANA DEL T.O. (2)
“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus
lámparas.
El Evangelio de ayer nos presentaba la parábola
del “siervo vigilante” (Mt 24,45-51) que nos apunta hacia la inminencia e
impredecibilidad de nuestro encuentro definitivo con Jesús y el Juicio que lo
acompañará, con la siguiente advertencia: “Estad en vela, porque no sabéis qué
día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora
de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en
su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos
penséis viene el Hijo del hombre”.
La liturgia de hoy nos presenta la parábola de
las doncellas necias y las doncellas sensatas (Mt 25,1-13) que sigue la misma
línea de estar preparados, excepto que hoy se nos presenta la espera por el
“esposo” que tardaba en llegar: “Se parecerá el reino de los cielos a diez
doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de
ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se
dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con
las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A
medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” Entonces
se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se
nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay
bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo
compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Mientras
iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él
al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las
otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo
aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora”.
Al igual que en la parábola de los talentos que
sigue a esta (Mt 25,14-30), las doncellas necias no hicieron nada “malo”. Pero
tampoco hicieron nada para estar preparadas para recibir al Esposo cuando
llegara. No hacer nada es también una manera de hacer el mal; es el equivalente
del gran pecado de nuestros tiempos: el pecado de omisión.
Está claro; Jesús es el “Esposo” en quien se
hace presente el Reino de Dios, representado en el banquete de bodas. Cristo
nos invita a ese banquete, a tomar una decisión ante Él y a vivir de tal manera
que estemos preparados para ir a su encuentro en cualquier momento, no vaya a
ser que por no tener nuestra alcuza llena de aceite, cuando finalmente llegue y
acudamos a su encuentro ya la puerta se haya cerrado, y cuando toquemos nos
diga: “No te conozco”.
La invitación está cursada y la mesa del banquete está dispuesta. La pregunta obligada es: Cuando llegue el Esposo (puede ser esta noche), ¿estaré preparado para salir a su encuentro y entrar al banquete?
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