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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 12 de junio de 2019

Jesús Moreno. Presbítero de la Diócesis de Tarazona. ¿Yo culpable? ¿De qué? 12 - Junio - 2019

"Ventana abierta"


Jesús Moreno
Presbítero de la Diócesis de Tarazona. Profesor en el CRETA de 1985 a 2004. Desde el año 2005 hasta 2016 párroco de Santa Mónica y profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Católica ‘San Pablo’, en Cochabamba (Bolivia).


¿Yo culpable? ¿De qué?

Jesús Moreno 12 – Junio – 2019. Iglesia en Aragón

 “Yo soy un defensor de la culpa, y esto puede sonar raro”.
Sí, creo que tiene razón el filósofo Joan Carles Melich en esta afirmación en Religión Digital, 20 enero 2019. Suena rara la afirmación. Porque parece extendida la idea, interiorizada ya en muchos, de que nadie tiene la culpa de nada. O de que los culpables siempre son los otros.

“Estamos viviendo un tiempo de carencia de culpa”. Afirma nuestro filósofo. Querer eliminar la culpa de la vida humana es olvidar que somos las personas una realidad limitada, no perfecta. Probablemente todos conozcamos a personas que no sienten un manifiestan el más mínimo sentimiento de culpa hagan lo que hagan y actúen como actúen. Esto en psicopatología ya tiene un nombre: “comportamiento perverso”. Nombre, sin duda, fuerte, provocativo. Y es que no aceptar nuestra realidad limitada es pervertirla, desviarla de lo que es.

Por el contrario, aceptar la culpa es reconocer que nadie hacemos las cosas bien del todo y siempre. Reconocer la culpa es aceptar lo que somos: seres imperfectos, finitos. Esto nos honra y nos pone en camino de superación, de querer humildemente mejorar y avanzar en la construcción de nuestro yo, de nuestra propia realidad.

Reconocer lo que he hecho mal es reconocerme culpable. Así de sencillo. Es aceptar mi responsabilidad en el uso de mi libertad, en la relación con los demás, con la naturaleza, cuando mis obras, mis palabras o mis actitudes no hacen bien ni a mí ni a lo que me rodea. Eso es sano.

Lo que no es sano es el complejo de culpa, un sentimiento de culpa arraigado dentro, que constantemente nos echa en cara lo que hemos hecho mal y del que no logramos liberarnos, superarlo. El sentimiento de que todo lo hago mal. Ese sentimiento que no nos deja vivir en paz con nosotros mismos. Que puede llevarnos incluso a ver mal en lo bonito, alegre y divertido de la vida. en todo lo que hacemos. Esto no es sano.  Porque, sigue reflexionando nuestro filósofo, “un exceso de culpa, mata. Puede ser enfermizo”. Y esta puede ser una de las razones por las que la culpa sana está despreciada, borrada en personas y en ambientes determinados. Y es que el exceso de culpa, el sentimiento de culpabilidad enfermiza impide construir nuestra realidad.

La culpa aceptada serenamente, sinceramente reconocida, es necesaria para algo tan importante como el perdón. El perdón que, por eso mismo, pierde importancia en las relaciones humanas. Porque perdonar y pedir perdón supone aceptar que algo no va bien en mi vida. Cuando no hay culpa, tampoco hay lugar para el perdón. La culpa y el perdón son borrados al mismo tiempo. O son tachados, los dos a la vez, de degradantes para el ser humano, que es independiente de todo y de todos, que es soberano y nada lo puede limitar.

Lo duro para este modo de pensar es reconocer ambas cosas: la culpa y el perdón, como partes integrantes de nuestra realidad humana. La culpa porque somos limitados. El perdón porque sana nuestra culpa, devuelve la amistad, nos reconcilia con nosotros mismos y con los demás. Porque “la culpa siempre es del otro. Nadie pide perdón. ¿Has visto a algún político pedir perdón?” (J.C. Mélich).

Los cristianos afirmamos que creemos en el perdón de los pecados. Pecado, otra palabra-concepto en desuso, es la culpa de la que venimos hablando. No afirmamos que creemos en la culpa, en el pecado. Eso está ahí mismo, a pie de calle. Creemos en el perdón de los pecados. Y aceptamos que nuestra misión es perdonar, perdonarnos. Por eso, la fe cristiana no debe crear ni alimentar sentimientos enfermizos y complejos de culpa, sino la alegría de que nuestras culpas ¿inevitables? siempre son perdonadas. Siempre podemos recomenzar con nuevas energías.

¿Culpable, yo? Sí. Pero culpable perdonado y con vocación de perdonar. Sanamente. Constructivamente.

Luís González-Carvajal. EL CREDO EXPLICADO A LOS CRISTIANOS UN POCO ESCEPTICOS. Sal Terrae 2019, 131.

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