"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO
5 Pero ahora me voy a Aquel que me ha
enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?"
6 Sino que por haberos
dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza.
7 Pero yo os digo la
verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros
el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:
8 y cuando él venga,
convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y
en lo referente al juicio;
9 en lo referente al
pecado, porque no creen en mí;
10 en lo referente a la
justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis;
11 en lo referente al
juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.
12 Mucho tengo todavía que
deciros, pero ahora no podéis con ello.
13 Cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por
su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.
14 El me dará gloria,
porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
15 Todo lo que tiene el
Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a
vosotros.
(Jn. 16, 5-15)
Jesús, en la Ultima Cena con sus discípulos,
se reveló claramente ante ellos como Dios, que habita eternamente con el Padre
que lo ha enviado al mundo, para salvarlo del pecado, de la muerte y del poder
de Satanás que tenía bajo sí esclavo al hombre.
En esta noche solemne les habló abiertamente
de otra realidad divina: el Espíritu Santo, que es uno con Él y con el Padre.
El Espíritu Santo es el amor entre ambos, quien les une entre sí y a quien deja
entre sus Apóstoles después de su marcha “a donde estaba antes”. Pero el
Espíritu Santo, enviado por Jesús, continuará su obra en ellos y en la Iglesia,
que el Señor deja “desamparada”. Por ello, será el Consolador, el Abogado que
los defenderá de las insidias del Diablo; será su fuerza y apoyo, el que les
rebele todo lo que Jesús les dijo en su predicación y que entonces no podían
entender gran cosa. Ahora les recordará las Palabras de Jesús y se volverán
luminosas y divinas, llenas de su unción, tanto que con sólo pronunciarlas con
fe convertirán a muchedumbres, porque serán capaces de tocar los corazones.
También, es la Verdad de Dios y, por tanto,
guiará los corazones de los Apóstoles hacia la Verdad plena: que es el Misterio
y la Persona de Jesús. Pues aún conviviendo con Él día a día no le conocen:
“¿tanto tiempo viviendo con vosotros y aún no me conoces Felipe?. Quien me ha
visto a mí, ha visto el Padre”. Conocerle a Él y conocer al Padre es todo uno,
porque ambos están y viven uno en el otro…
Y el Espíritu Santo convencerá al mundo del
pecado de matar al Hijo de Dios por instigación del Diablo. El hombre es duro
para reconocer su culpa; pero si no hay arrepentimiento, tampoco puede llegar a
nosotros la Misericordia del Padre. Y esta compunción es una gracia alcanzada
por Jesús, por su Pasión, Muerte y Resurrección.
Si no conocemos a Jesús y lo amamos quedamos
excluidos de la Salvación y esto sería nuestra propia ruina… Y muchas, muchas
más cosas que Jesús quiere revelar a sus discípulos. Pero lo hará poco a poco,
con su Espíritu Santo, porque ahora no pueden con todo ello…
Cuando les invada el Espíritu, el día de
Pentecostés, los guiará hasta la Verdad plena. Verdad que procede del Padre,
está en el Hijo y revela el Espíritu Santo…
Pero todas estas promesas de dones tan altos
no serán sólo para los discípulos, sino también para los que por su palabra
creerán en Jesús y serán henchidos del Santo Espíritu. Así comenzó la iglesia
de Cristo y así seguirá hasta el fin de los tiempos, cuando Jesús venga a
recapitular todas las cosas en Él, al fin del mundo…
Espíritu Santo, Espíritu de amor, ven a
llenar nuestras almas de tu suavidad y fuerza para ser testigos de Jesús entre
los que te buscan y los pobres y extraviados… También, danos a saborear lo que
Dios ha preparado para nosotros, los que te amamos. ¡Amén, Amén!...
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