"Ventana abierta"
Cuentos
para reflexionar: el águila que no sabía quién era
Por Isabel Iglesias
Cuentan que hace mucho tiempo, un águila,
sobrevolando un corral de gallinas, se le desprendió un huevo.
Con tan buena fortuna que, al caer, el huevo no se rompió.
Pasada un tiempo, un
diminuto pico empezó a resquebrajar el huevo desde dentro: primero fué el pico,
luego las garras, hasta que al final consiguió sacar todo el cuerpo.
La pequeña cría de águila se crió junto con los polluelos de las gallinas. Sin
embargo los otros pollos se mofaban de él por ser diferente, llegando a
picotearle con frecuencia.
Un buen día, un águila sobrevoló el corral y vio cómo hasta los polluelos
más pequeños se mofaban de la cría de águila.
Al verlo, el águila se paró y le preguntó al aguilucho:
«¿Por qué te comportas como un pollo si puede saberse?»
El aguilucho le respondió:
- «soy un pollo».
- «No», le contestó
tajante el águila. «Eres un águila. Y tienes un pico formidable, unas garras
poderosas y la capacidad de volar como una de las mejores aves».
«¡Vuela!», le ordenó el águila.
- «¿Cómo voy a hacerlo si no puedo hacerlo?», le contestó el aguilucho.
- «¡Te digo que vueles!», le respondió el águila cada vez más enfadada de ver la actitud
del aguilucho.
Y así el aguilucho aleteó un poco sin prácticamente poder remontar el vuelo.
- «¿Ves?», le dijo el aguilucho. «No puedo volar».
Así que el águila cogió a la pequeña cría y lo llevó hasta la cima de una
colina. Una vez allí, lo empujó al vacío y el aguilucho desesperado empezó a
batir las alas tratando de volar, hasta que empezó a darse cuenta que podía
hacerlo y además de forma excepcional.
¿Cuántas veces nos hemos tenido que asomar al
abismo para darnos cuenta de lo que somos capaces de hacer?
La confianza no reside
en lo que somos, sino en lo que creemos que somos.
Cuento adaptado del
publicado en el libro «Cuentos para reconfortar el espíritu» de Ramiro Calle
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