El pequeño, serena pero enérgicamente, recolectaba una por una las estrellas y las arrojaba más allá de las olas.
Un señor contemplada a la distancia esta acción con detenimiento y pensaba:
-Este chico está loco.
Se dirigió el hombre hacia el niño y le dijo:
-No tiene sentido tu afán, no ves que son miles las estrellas.
El pequeño respondió:
-Ya sé que son miles las estrellas y que no podré ayudar a todas, pero para la que ayude, yo fuí la diferencia entre su vida y su muerte.
Y siguió juntando estrellas marinas, lanzándolas con fuerza, más allá de las olas.
El señor quedó interpelado por aquella respuesta. Por la noche, ya en su casa, el tema daba vueltas en su cabeza sin comprender el sentido de tal acción.
Al otro día, bien temprano, durante la marea baja, seguía el niño juntando estrellas y lanzándolas más allá de las olas, una por una. Pero ya tenía un compañero de equipo: era el hombre que había descubierto un secreto de la vida...
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