Estaba un
ratoncillo aprisionado
en las garras
de un león; el desdichado
en tal
ratonera no fue preso
por ladrón
de tocino ni de queso,
sino porque
con otros molestaba
al león, que
en su retiro descansaba.
Pide perdón,
llorando su insolencia.
Al oír
implorar la real clemencia,
responde el
rey en majestuoso tono:
-¡Te
perdono!
Poco
después, cazando el león tropieza
en una red
oculta en la maleza.
Quiere
salir; mas queda prisionero.
Atronando la
selva, ruge fiero.
El libre
ratoncillo, que lo siente,
corriendo
llega, roe diligente
los nudos de
la red, de tal manera
que al fin
rompió los grillos de la fiera.
Estaba un ratoncillo aprisionado
Moraleja de la fábula:
El león se despertó con un rugido y atrapó al ratón entre sus patas. El ratón, asustado, temió estar a punto de morir y suplicó por su vida.
-¡Por favor, grande y poderoso león, por favor, deja que me vaya! Devuélveme mi libertad y un día yo te recompensaré por tu generosidad.
Al león le sorprendió tanto que el diminuto, tembloroso y atemorizado ratón pensara que podía ayudar a alguien tan grande, fuerte y osado como él que soltó una gran carcajada y dejó que el ratón se fuera.
Algún tiempo después cuando el ratón corría de un lado a otro entre la maleza, oyó rugir al león. Le pareció como si el león tuviera algún tipo de problema y fue a ver si podía ayudarle. El león estaba atrapado en la red de un cazador y no podía escapar.
-No hay nada que tú puedas hacer para ayudarme- dijo el león tristemente al ver al ratón-. Cuando los cazadores vuelvan con sus lanzas me matarán.
-Aún no ha llegado tu último día- dijo el ratón. Y comenzó a mordisquear la red con sus afilados dientecitos. Pronto hizo un agujero lo suficientemente grande como para que el león pudiera salir.
-Tenías razón- dijo el león cuando los dos corrían para ponerse a salvo- hay veces que los débiles pueden ayudar a los fuertes.
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