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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

sábado, 24 de diciembre de 2011

Gansos salvajes.

"Ventana abierta"


Una bandada de gansos salvajes



Diciembre -2002.

¡Hola, amigos/as!
¡Les deseo una muy feliz Navidad!

"Érase una vez un hombre que no creía en Dios.
No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festividades religiosas como la Navidad.
Su mujer, en cambio, era creyente a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían.

Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.
- ¡Qué tonterías¡ -argulló. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los hijos y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.


Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca.

Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.


 Al cabo de un rato, oyó un golpetazo; algo había golpeado la ventana.
Luego oyó un segundo golpe fuerte.
Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia.
Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana.
En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino del sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir.

Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo.
Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo.


El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.
Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos
Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par.
Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran.

Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias.
El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

El agricultor, decidido, entró en la casa y salió con algo de pan.
Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo.
Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración.
Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero.
Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero.


- ¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.
- Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta-.

Seguidamente, se le ocurrió una idea.
Entró en el establo, cogió un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes.
A continuación, lo soltó.
Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo.
Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
- "Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!"

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
- ¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido.
Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios.
Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos:
estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer.
Dios se volvió como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos.
El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad, el objeto del nacimiento de Jesús.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea.
De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Jesús a la tierra.
Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad.

Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria:
"¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"


Confío querid@s amig@s en que este cuento
-del que no conozco el autor-
nos haga reflexionar, sobre todo y en particular a aquellas personas que no lo tengan muy claro o que les cueste creer.

Feliz Navidad 2011 y Año Nuevo 2012. 





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