A ellos va dirigido este poema:
Guardo en mis labios
habitándome nueve meses
un beso enamorado
hasta que mi nieto llegue.
Ya se ha cumplido el plazo.
Ya han pasado los meses.
Ya va a estar mi niño en el mundo
para que yo lo mime y lo bese.
y en casa lo esperé.
El jazmín está creciendo
y la rosa floreciendo,
ya mi nieto está naciendo
y pide paso ¡silencio!
La estancia se oscurecía
cuando el día anochecía
y en mi corazón silente
oigo repicar campanitas.
Y brotan las amapolas
unidas a las espigas,
y nacen las violetas
junto a las margaritas.
¡Qué explosión de color!
¡Qué naturaleza tan viva!
Mi palmira germinó
cuando mi nieto nacía.
Mi cuarto y quinto nieto ya nació.
Todo lo ha engrandecido,
y fuera de la habitación
aún más el campo ha florecido.
Y resurgió su llanto entre las flores
en amoroso y cálido cariño.
Su piel huele a canela.
¡Ha nacido nuestro niño!
Nace otro nieto y su abuela
lo dice a todo el contorno,
huele mi niño a primavera
aunque el invierno esté próximo.
Viene a iluminar nuestra vida
como catarata que ha pasado,
del marzo al diciembre,
del otoño al verano.
Llega la hora del regreso.
Ya de la clínica vienen.
Lo recibimos en casa
y le besamos las sienes.
Y la casa se desborda
con el padre, la madre,
los hijos y los besos,
son como flores que quieren
lanzar su aroma a los vientos.
Nuestro corazón no duerme,
está siempre despierto,
ni sueña, sólo mira
vigilando su sueño.
Va a ser como mis otros nietos.
Criatura idolatrada.
Le haré una alfombra de besos
en la alborada mañana.
Por sus ojitos y su boca.
Por sus bracitos y su pelo.
Por sus lagrimitas blancas,
yo por mi nieto me muero.
Tú lo sabes, niño mío.
Niño mío, yo lo sé.
Tus ojos son dos luceros
por donde yo quiero ver.
Todo lo abres.
Todo lo alegras.
Eres mi cielo
y mi primavera.
Ya canta el ruiseñor
en la mañana serena.
Ven a mis brazos, mi amor,
no llores que me da pena.
No me llores, vida mía.
No me llores tú, jamás,
que mi alma ya suspira
por poderte consolar,
y mis manos también tiemblan
por volverte a acariciar.
Yo quiero oír tu sonrisa.
Quiero escuchar yo tu voz.
Quiero abrazarte en mi pecho
donde late el corazón.
A través del ventanal
mi nieto mira y se fija.
Siente el calor del sol.
El aire le fascina.
Y yo tengo el corazón
cargado de sonrisas.
Mi niño es un ángel
que ha bajado del Cielo,
y un lucero se abre
y lo colma de destellos.
¿Le faltó el lucero al día?
¡No, que bajó del cielo
cuando mi nieto nacía!
La noche está fresca y oscura.
¿Dónde está mi nieto?
¡Dormidito en su cuna!
Amaneció el día
radiante y con sol.
¿Dónde está mi nieto?
¡En mi corazón!
En la estantería tengo
libros que amarillean,
y que guardan dentro
lindas florecillas secas,
cantos y cosas del alma
y poemas de la abuela,
para distraerte, mi niño,
cuando crezcas y comprendas.
Cuando seas mayorcito,
te llevaremos al campo
para jugar con la arena,
porque verte disfrutar
ya nos merece la pena.
Él no sabe cuánto lo quiero.
Es la alegría de mi vida.
Otra estrellita del cielo
que ha llegado bendecida.
Cuando lo tengo en mis brazos
tan suave como una rosa,
yo con tiento lo aprieto
mirando su cara hermosa.
Y a mí me cuenta la luna,
que se despierta llorando
entre las 12 y la 1,
y yo no estoy a su lado
para mecerle la cuna.
Nardos que dan las gracias
oliendo a quien los cuida.
Flores de Ti nacen, Señor,
en todo lo que tocas y miras.
¿Qué puedo decir yo...? Mas digo:
que son mis nietos queridos
lo más hermoso y más puro,
lo más verdadero y bonito
que Tú nos has concedido.
Mis nietos son preciosos.
Son una bendición.
Tú les mandas su Ángel Custodio
porque les quieres un montón.
Oigo tañir las campanas
muy dentro del corazón,
¡¡tocando todas a Gloria
dando las gracias a Dios!!
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