Me he encontrado con esta especie de parábola que me gustaría compartir con ustedes.
"Había una joven pareja de cigüeñas que buscaban con ilusión un lugar para hacer su nido, porque se acercaba el tiempo de ser padres por primera vez.
Por fin, eligieron el campanario de la ermita, lamentando que las torres de la Iglesia y del Ayuntamiento estuvieran ya ocupadas.
Se apresuraron a comenzar su hogar.
Iban y venían en todas direcciones, buscando ramas, trapos y todo aquello que pudiera serles útil.
Las dos ponían todo su empeño en acabar pronto el trabajo, pero les resultaba dura tanta responsabilidad.
Sin embargo, disfrutaban volando sin parar, como venían haciendo desde que eran pequeñas; por eso, sin darse cuenta, sus alas se habían hecho mucho más grandes y fuertes que las de las otras cigüeñas.
Poco tiempo después, nacieron dos pequeñas cigüeñitas.
Para alimentarlas mejor, volaban hasta un pantano lejano, muy lejano, donde las ranas eran más gordas y las culebras más sabrosas.
De paso se entretenían viendo qué cambios se habían producido en el pueblo o charlaban animadamente con la pareja de cigüeñas que vivía en la torre del Ayuntamiento, o se posaban en lo alto de un poste de la vía del tren y contemplaban este paisaje que empezaban a resultarle familiar.
Cuando el padre o la madre volvían al nido, oían una y otra vez la misma queja de sus crías:
- Habéis estado mucho tiempo fuera.
Tenemos frío en el nido. Necesitamos más calor.
Para solucionarlo trajeron al nido más ramas y más trapos; pero se dieron cuenta de que sólo cuando el padre y la madre, juntos, acurrucaban a sus crías bajo las alas, una corriente de calor recorría a los cuatro, y el nido tenía "calor de hogar".
- Somos jóvenes, tenemos alas fuertes, podemos volar más y más lejos..., me cuesta mucho estar tantas horas en el nido.
- A mí me sucede lo mismo, pero ya ves que los trapos y las ramas no pueden sustituirnos. Es verdad que en el nido hace frío, mucho frío, ¿qué podemos hacer?
Y se les ocurrió algo que podía ayudarles a ser padres este primer año, el más difícil.
Uno al otro se fueron quitando con el pico varias plumas de las alas; se las quitaron con mimo, una a una.
Cuando llegaron al nido ocuparon su lugar, junto a sus cigüeñitas y, mientras la corriente de calor recorría a los cuatro, les dijeron:
- Ya no faltará calor en el nido.
Os queremos".
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