"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO, SOMOS BAUTIZADOS
16 Por su parte, los
once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
17 Y al verle le
adoraron; algunos sin embargo dudaron.
18 Jesús se acercó a ellos y les
habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
19 Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo,
20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt. 28, 16-20)
El envío misionero de Jesús: “Id y
hace discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, no es un lujo, ni algo a
poner en entredicho, pues bien, claro les dijo
Jesús: “Id y haced”. Esto es un imperativo, es la voluntad de
Dios sobre las criaturas que se ha creado. Él ha hecho de la nada a seres
concretos, dándoles su impronta, su imagen divina. Pero esta
criatura privilegiada no puede discutir esta voluntad muy específica de
su Creador.
Si dijéramos: “bueno, pero hay que
respetar a los hombres y dejarle a cada uno en sus creencias”.
Esta, es la teoría que hoy entre hombres descreídos, objetan a
su Dios. Es como dice la Escritura: “¿quién eres tú cacharro de barro
para decirle a tu alfarero, por qué me has hecho cacharro vil o
vasija para usos dignos?”. Dios es Dios y el pecado del hombre, desde que
es hombre, es querer añadir un codo a su estatura de criatura por
ver si alcanza las prerrogativas divinas.
¡Oremos con fe y devoción para que, el
Señor nos haga humildes y podamos entrar en la acogida, porque comprensión, es
imposible, ¡de los designios de Dios sobre el hombre! ¿Es
que, también es algo “sensato”, según nuestra razón que, Dios
sea Tres personas distintas e iguales en su dignidad y, no deje de ser Uno, ¿un
solo Dios Verdadero? ¿Y, qué decir del Misterio de la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad que, abajándose desde su condición
divina, se ha hecho hombre como uno de nosotros?: Todo esto
que, Dios ha querido revelarnos, no es para que
lo “colemos” por nuestra razón, sino para que lo adoremos y le
demos gracias por tan excelsos Misterios que, queremos provoquen
en nosotros una gran fe y confianza, porque es Él quien nos ha
revelado estas cosas maravillosas de quien amamos y deseamos, más que nada
en nuestra vida. Y, este Misterio de la Trinidad, nos
ha sido regalado el día de nuestro bautismo pues fuimos sumergidos en él,
por querer divino.
¡Oremos a
las Tres Personas! ¡Bendigamos al Padre que no se reservó
su Gloria, sino que quiso entregárnosla al hacer de “seres posibles” seres
“reales”!; ¡Alabemos al Hijo que, viéndonos caídos de nuestro estado
original, se compadeció de nosotros, con inmensa misericordia y se hizo hombre
para compartir toda nuestra vida de hombre, con sus dolores y
gozos!; ¡glorifiquemos al Espíritu Santo que, ¡es el Dedo de Dios en favor
de los hombres!. Él siempre acude veloz cuando lo invocamos: “¡
Ven, Espíritu Santo, ¡Ven a mi corazón!”. Él, el
Espíritu Santo, es el constructor de la Iglesia de Jesús, el que
llevará a terminó el plan de salvar a todos los hombres y llevarlos a
la amistad eterna con Dios. Y, en nuestro, a veces
duro, peregrinar es el gran Consolador, el que tiene en sus
alas un odre inmenso y tierno para recoger las lágrimas de los atribulados
por la vida que, ¡son muchos!, porque “pobres siempre
los tendremos con nosotros”, para que no olvidemos que, por
ellos, los primeros, Dios ha bajado a la tierra. ¡Ellos son
sus preferidos! Pero, no hablamos de los que carecen de los
bienes de este mundo sino, de los que ansían la salvación de sus almas y
también de sus cuerpos. Jesús es “el servidor de los
pobres”, aunque a veces el Maligno nos insinúe que “Dios
tiene muy mal gusto”.
¡Oh Señor, danos tus ojos para ver a nuestros hermanos con una mirada que no es de este mundo! ¡Danos tus manos que se lancen ávidas para socorrer a los necesitados! ¡Danos tu Palabra que ha venido a consolar y a dar esperanza y amor a los que tanto lo necesitan! ¡Qué así sea Jesús! ¡Gracias, porque sé que, me escuchaste con amor! ¡Qué así sea! ¡Amén!
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